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Lecciones de longevidad desde las zonas azules

¿Por qué en algunos rincones del planeta las personas alcanzan los 90 o 100 años con energía, claridad mental y autonomía? La respuesta se esconde en las llamadas “zonas azules”, cinco regiones del mundo identificadas por la investigación científica donde la longevidad saludable es la norma, no la excepción: Okinawa (Japón), Cerdeña (Italia), Nicoya (Costa Rica), Icaria (Grecia) y Loma Linda (California, EE. UU.).

En estas comunidades, la esperanza de vida supera con frecuencia los 85 años, y la incidencia de enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, cáncer o demencia es sorprendentemente baja. ¿Qué tienen en común? No se trata de genes milagrosos, sino de estilos de vida compartidos que la ciencia respalda como protectores.

La alimentación es central: predominan frutas, verduras, legumbres y cereales integrales, con un consumo muy reducido de carnes rojas y azúcares. Pero más allá de la dieta, las zonas azules enseñan que la salud se construye en la vida cotidiana. Caminar, trabajar la tierra, subir escaleras o cargar leña forman parte de la actividad física diaria, sin necesidad de gimnasios. La vida comunitaria también es clave: comer en familia, compartir rituales, cuidar a los vecinos. Ese tejido social reduce el estrés, da apoyo emocional y prolonga la vitalidad.

Otro elemento esencial es el propósito de vida. En Okinawa lo llaman ikigai —la razón por la que cada mañana vale la pena levantarse—. En Nicoya lo nombran plan de vida. Quienes sienten que su vida tiene sentido presentan menor riesgo de depresión y enfermedades cardiovasculares, y mayores niveles de resiliencia frente a la adversidad.

La ciencia ya confirma que estos factores combinados prolongan la vida y, lo más importante, prolongan los años de salud. Un estudio de la Universidad de Minnesota publicado en National Geographic y retomado en revistas médicas muestra que adoptar rutinas similares puede aumentar la esperanza de vida hasta en 10–12 años.

Las zonas azules no son lugares mágicos, son modelos de vida. Envejecer con salud no depende solo de hospitales o medicamentos, sino de cómo comemos, nos movemos, nos relacionamos y encontramos propósito cada día. No hace falta mudarse a Japón o a Costa Rica para beneficiarse: podemos traer esas lecciones a nuestra mesa, a nuestras calles y a nuestra forma de convivir. La longevidad, al final, se cultiva con pequeños hábitos sostenidos que hacen grande la vida.

Dra. María Esther Pérez Bastidas

Reumatóloga

instagram: @dra.maereumatologa

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