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La migración hacia México

Nuestro país tiene el prestigio de ser hospitalario con los extranjeros. Sin embargo la realidad muestra que somos muy poco receptivos en números reales. Según el Censo de 2010 en México había 961 mil 121 extranjeros viviendo legalmente; es decir 0.86% del total de la población. Están dispersos en todo el país y por ejemplo había 13 mil 247 en Zapopan  y 11 mil 793 en Guadalajara. Una cantidad muy reducida en comparación con la mayor parte de los países industrializados.

A esto habría que sumar los extranjeros que ingresan de forma ilegal, que según estimaciones que incluyen a quienes cruzan el país para llegar a los Estados Unidos podrían llegar a un millón más. Sin embrago hay que destacar la creciente presión migratoria que se resiente en el Sur producto de las olas de emigrantes provenientes de los países del triángulo del Norte de Centroamérica: Guatemala, Honduras y El Salvador. Esta ola migratoria es producto de la violencia civil en estas naciones, lo que ha provocado que casi 300 mil personas de estas naciones busquen formalmente asilo en otros países y otro tanto solamente busque un mejor destino huyendo.

La inmensa mayoría de ellos pasan por México en su camino hacia el sueño americano. De ellos en 2017 el Gobierno mexicano deportó a 80 mil 353 personas por haber ingresado al país sin contar con los papeles necesarios o por otras irregularidades migratorias. Habrá que sumar una cifra similar de deportados por el Gobierno de Estados Unidos.

Las solicitudes de asilo, que funcionan para evitar la deportación arguyendo el peligro de su vida se han incrementado en México de dos mil 137 en 2014 a 14 mil 596 en 2017. Dicho de otra forma, hay cientos de miles de extranjeros en México expuestos a abusos, violencia. Y aunque el número de refugiados formales ha crecido, es muy reducido en comparación con el total de la población, pues hoy en día sólo hay un solicitante por cada nueve mil mexicanos.

En 2016, México no figuraba entre los primeros 100 países anfitriones de refugiados a nivel mundial, a pesar de nuestro prestigio como nación amiga. La realidad social y la coyuntura política hacen muy oportuna una revisión de la política migratoria para brindar protección a los refugiados, evitar la entrada ilegal de personas mediante sistemas amigables y con pleno respeto a los derechos fundamentales de las personas.

La Ley de Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político debe ser revisada. Y al mismo tiempo debe haber una coordinación con las autoridades de los Estados Unidos, la aceptación de tercer país seguro es un camino, que ya se comentó en este espacio, pero puede haber otras soluciones que permitan dar certidumbre, trato digno, y seguridad a cientos de miles de personas que requieren de asistencia y que pueden ser presa fácil del crimen.

La ONU ha llamado a México a mejorar la identificación de personas con necesidades de protección internacional, no privarlas de la libertad y garantizar su regularización migratoria; fortalecer la asistencia humanitaria e integración local de los refugiados, y apoyar el surgimiento de comunidades de acogida en el Sur de México. Este es un tema de gran importancia nacional e internacional digno de estar en la agenda política actual.

El postergar una solución de fondo crea una presión que provocaría una mayor discriminación hacia los migrantes, violencia y rechazo injustificado, para no hablar de la multiplicación de los abusos. En un acto de congruencia, debemos hacerlo para poder exigir que se haga lo propio con los mexicanos en el exterior

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