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La línea que Alfaro borró


Naturalmente, la relación de los medios de comunicación con el gobierno nunca será buena; es más, desconfiaría de la información que difunde un medio que lleva una relación tersa con el gobernante.

El periodista siempre será incómodo porque la ‘sustancia’ fundamental de su oficio es poner en duda, cuestionar, investigar y cotejar los dichos del servidor público, el gasto que realiza de nuestros impuestos y cómo aplica los programas y las políticas públicas. Dicho de una manera sencilla, el periodista pone la lupa sobre los hechos.

Así lo hizo la periodista Sonia Serrano; colocó la lupa en la fotografía donde aparece el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, y la diputada, Mirza Flores, disfrutando el juego de Los Lakers desde las primeras filas. Mientras los funcionarios se contradecían sobre quién pagó los boletos del partido, Serrano descubría que a lado de la legisladora estaba Guillermo Romo, de la empresa a la que se adjudicó un contrato de más de 3 mil millones de pesos para el arrendamiento de maquinaria pesada.

El reportaje expone hechos y provoca dudas sobre la primera gran licitación del Gobierno de Jalisco, y más allá de eso, pone en evidencia que la transparencia que presumen, se queda sólo en el discurso; que la política de cuates que en otro momento criticaron y que les sirvió como campaña, parece que se sigue ejerciendo. El gobierno que promete refundar las instituciones, no atina en lo básico: la rendición de cuentas (otro de sus slogans).

La administración que presume ser diferente, actuó igual que sus antecesoras. Primero trató de minimizar el reportaje y al periódico, luego, tras bambalinas, presionó a otros medios de comunicación y a periodistas para que no hicieran eco de la publicación. Sin faltar a su estilo, vino el gobernador a menospreciar y a calificar al diario en el que se publicó como un “periodiquito”.

No me sorprende el último menosprecio expresado por el mandatario. Ha tenido peores desplantes hacia la prensa. Me sorprende que el equipo de comunicación del Gobierno del Estado no ha podido contener los insultos de su patrón a la prensa.

El gobernador ordenó transparentar los contratos de bienes y servicios firmados por su administración e investigar la licitación del programa en cuestión. ¿Y si lo hubiera hecho antes de lanzarse contra el medio? Otra historia sería.

De la memoria colectiva nadie podrá borrar la mentada de madre que, pasado de copas, lanzó el ex gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez. Enrique Alfaro corre el riesgo de ser recordado más por sus corajes que por algún programa o política pública.

El problema ya alcanzó otros reflectores, pues en la tradicional mañanera, que el viernes pasado realizó el presidente Andrés Manuel López Obrador en nuestra entidad, la reportera Martha Hernández, tomó el micrófono y expuso a nivel nacional, el menosprecio que tradicionalmente hace el gobernador de los medios.

Tanto el político como el periodista sirven al público y fortalecen la democracia; y justo en medio de los dos está la línea de respeto: por un lado, se ejerce la ética periodística y por otro se protege y se respeta la libertad de expresión. Sin embargo, en nuestro estado se ha desdibujado esa línea.

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