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El PRI frente a su pasado y su futuro

El presidente López Obrador es cualquier cosa menos lineal. Político formado en la vieja escuela priista, quizá la única que puede considerarse escuela política en este país, siempre juega a tres bandas. La reforma energética de carácter Constitucional que acaba de enviar al Congreso sin tener los votos suficientes para ello es una jugada que va más allá de la materia eléctrica. Hacerlo en este momento y de esta forma es una bomba al centro del PRI.

Para que pase la reforma se necesitan, grosso modo, dos terceras partes de la bancada priista en la Cámara de Diputados y todos los votos priistas en la de Senadores. Los votos de 50 diputados tricolores parece factible; tener el apoyo de todos los senadores priistas, muy difícil. Por supuesto que no es blanco o negro. Una reforma que no le dé todas las canicas al presidente, pero sí fortalezca a la Comisión Federal de Electricidad, es el escenario más probable. 

Más que la reforma en sí misma lo que está en juego es el futuro del PRI. El presidente es un animal político: desayuna, come y cena grilla. Seis estados tendrán elecciones para gobernador en 2022, dos de ellos gobernados por el PRI y que interesan particularmente al presidente: Oaxaca e Hidalgo. Los que cambian de gobernador en 2023, ambos priistas, son Coahuila y Estado de México. Éste último es la joya de la corona. Dividir al PRI, romper la unidad y negociar la reforma junto con alianzas específicas con liderazgos locales de cara a las elecciones de los estados es un manjar en la mesa del presidente.

Lo que tienen frente a sí los legisladores del tricolor no es su identificación con el pasado, con el partido popular o el neoliberal, sino con el futuro

La tercera banda es romper la famosa alianza. La única amenaza, si es que puede llegar a eso, para Morena en 2024 es que PAN, PRI y PRD se mantengan juntos y presenten un candidato común a la Presidencia de la República. De acuerdo con las últimas encuestas, los tres partidos en coalición tienen un voto similar al de Morena; separados no compiten. Si el presidente logra a través de la reforma energética romper al PRI y enterrar la alianza habrá allanado el camino de su partido hacia las elecciones estatales y sobre todo hacia la sucesión presidencial. 

López Obrador dijo a los priistas que en cómo voten está su definición, si son priistas cardenistas o salinistas. Pero en realidad lo que tienen frente a sí los legisladores del tricolor no es su identificación con el pasado, con el partido popular o el neoliberal, sino con el futuro. Si el presidente logra su carambola una buena parte del PRI terminará en o con Morena y otra flotando en el éter de la indefinición en que se ha convertido el PRI.

diego.petersen@informador.com.mx

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