Merecemos más
En materia de derechos humanos la reparación del daño es fundamental para lograr restablecer la dignidad y el proyecto de vida de las víctimas directas e indirectas.
Debe ser proporcional a la gravedad de la violación y el daño que provocó y comprende medidas de restitución integral, la compensación, la rehabilitación, la satisfacción y la garantía de no repetición.
La disculpa pública es una de esas medidas. Es un acto de reparación a las víctimas, un reconocimiento de que el Estado incumplió con su deber de garantizar y proteger sus derechos porque, como ya sabemos, las violaciones de derechos humanos son responsabilidad del Estado.
¿Qué pasa cuando las víctimas son producto de actos cometidos por particulares? Para eso está el sistema de justicia del Estado. ¿Y qué pasa cuando el sistema de justicia no es capaz de garantizar el derecho de acceso a la justicia, que dicho sea de paso, también contempla la reparación del daño a las víctimas de delitos?
Tras lo ocurrido en los últimos días con el movimiento #MeTooEscritoresMexicanos, que después trascendió a otros gremios como el de activistas, periodistas, políticos, abogados, académicos, agencias, músicos y contando, hemos aprendido muchas lecciones de las que ya se ha hablado en distintos espacios públicos. Pero un aspecto en particular llama mi atención. ¿Qué pasa con quienes han respondido a los señalamientos hechos en redes sociales?
La reacción tanto de los acusados como de las empresas, partidos o universidades, deja mucho qué desear. En el caso de los agresores, la mayoría no ha sido capaz de articular un mensaje claro y contundente encaminado a restablecer la dignidad de su víctima. Y tanto ellos como sus centros de trabajo han evitado especificar cómo es que harán para garantizar que estos actos no se repetirán y sobre todo, que quienes valientemente han denunciado a sus victimarios, no sufrirán repercusiones por ello.
Pareciera que las respuestas están encaminadas únicamente a contener la crisis, a gestionarla, a cuidar la imagen, pero no a emprender una ruta eficaz, sólida, para evitar que estos abusos permanezcan impunes.
La abogada especialista en discriminación laboral e igualdad de género, investigadora del Centro de Investigación y Docencia Económicas, Estefanía Vela Barba, advierte que de nada servirá despedir a un jefe por acoso si no se revisan o implementan los mecanismos que lo favorecen. Porque si los lugares de trabajo siguen operando de la misma forma, con complicidades, amiguismos, compadrazgos, el problema se repetirá.
Explica que “el foco tiene que estar en la reparación integral del daño. En garantizar medidas de restitución, rehabilitación, compensación, satisfacción y de no repetición”.
Remata y no puedo estar más de acuerdo con ella, “los protocolos, no hay que olvidarlo, son una pieza del rompecabezas. Pero tenemos que exigir más, Merecemos más.”