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- “Chivatazo”

Que los dichos de Emilio Lozoya sean creíbles, no necesariamente significa que sean ciertos. La Fiscalía General de la República ya dio entrada a la denuncia cuyo contenido (63 páginas) se difundió el martes y ha sido inagotable tema de especulaciones y comentarios desde entonces. Lo que sigue es que el denunciante aporte documentos o testimonios para probar sus dichos, y que las personas incriminadas en la acusación -y que tienen a su favor, a priori, la presunción de inocencia-, comparezcan y esgriman los argumentos que a su defensa correspondan, para que, finalmente, los jueces emitan la sentencia. Entonces, y solo entonces, podrá hablarse de inocentes o culpables.

-II-

En lo que se llega a ese punto, Lozoya está desempeñando un papel patético, verdaderamente lamentable. Lo suyo, en términos objetivos, es una delación (acción de revelar a la autoridad un delito, señalando a su autor). Con una salvedad: que el delator actúa voluntariamente, por convicción, por congruencia moral, por integridad ética, o porque sabe que la ley establece que quien tiene conocimiento de un delito, está obligado a denunciarlo.

Hasta donde se sabe, no es el caso. Lozoya, desvinculado de la vida pública, fue acusado de participar en un esquema de corrupción como director de Pemex en la administración anterior. Localizado por la Interpol en España, negoció con las autoridades, según se infiere, acogerse al “criterio de oportunidad” para señalar a otros funcionarios que se beneficiaron en ese esquema, a cambio de no ser encarcelado. Por más que él se diga “presionado, coaccionado e instrumentalizado” para participar, todo indica que, aun sabiendo que se trataba de algo ilícito, no solo no lo denunció en su momento, sino que se benefició y supuestamente benefició a sus familiares (madre, esposa, hermana...) con esa conducta.

Lozoya, pues, más que como un delator honesto, se ha comportado como un soplón; como un chivato, como se denomina en el caló de la delincuencia a quien traiciona a sus cómplices, no como indicio de su inocencia sino para conseguir, a la manera de los “testigos protegidos” que contemplan otras legislaciones -la norteamericana, por ejemplo-, un  trato preferencial por parte de las autoridades.

-III-

El caso es un “chayote caliente” que involucra demasiados intereses y demasiados personajes, con el que tendrán que hacer malabares las autoridades judiciales durante un buen rato...

Algo puede anticiparse: si el combate a la corrupción va en serio y todos los corruptos acabarán en la cárcel, en este bendito país van a faltar cárceles.

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