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Grutas de García

GUADALAJARA, JALISCO (27/MAR/2011).-  La Sierra el Fraile ostenta en la Boca del Potrero las maravillosas Grutas de García.

Luego de haber disfrutado del Cañón la Huasteca, nos dirigimos rumbo a Villa de García, pasando La Magdalena viramos a la derecha por el camino a Álcali. Un atractivo peñón nos dio la bienvenida a la bonita Boca del Potrero, no dudamos en pararnos a observar aquel peñón, era un señorial castillo con tres torres, una al frente, otra más allá de la mitad y la tercera, pequeña y cercana al monte de donde se erguía, mostrando troneras y pináculos dondequiera, su blancura contrastaba con el follaje aledaño.  Aparte de las grutas, picachos y peñones, la Sierra el Fraile se pavonea de bastantes barrancas, una veintena con nombre, entre ellas: Las Hormigas, La Zorra, El Águila, El Rincón del Buey, El Hormiguero y El Caballo Blanco, mote de Agapito Treviño. Fernando Garza Quirós dice: “en el puerto de Nacataz (jurisdicción de Villa de García) mató un becerro, cuya carne repartió a los lugareños… bandolero, despoja a sus víctimas, no las sacrifica… “terror de los caminantes”, pero nunca mató… les quitaba los caballos, las sillas de montar y las armas… el botín era de poca monta… hace bailar la polka a los que encuentra”.

Compramos los boletos y fuimos por un café, el frío se dejo sentir al caer una ligera llovizna. En la comarca había un sacerdote llamado Juan Antonio y apellidado Sobrevilla, a quien le encantaba asomarse a los bellos rincones cercanos, al andar por la Boca del Potrero, lo cautivó una cueva más arriba de la mitad de la boca derecha, donde inicia un paredón rocoso, blanco y vertical. Cierto día de 1943, se decidió por curiosear la cueva, subió la escarpada boca y al acercarse a la cavidad fue maravillado por fantásticas grutas, prendió una antorcha y se adentró en lo posible, quedando encantado por su inolvidable encuentro.  El inquieto padre fue seguido por espectadores de insólitas formas… Pasaron bastantes lunas, que sumaron más de un siglo, y para 1948, el Club de Leones apoyó el proyecto de compartir las bellas grutas al mundo entero. Instalando un funicular, construyendo andadores e iluminando los mágicos espacios. En 1976, se constituyó el Patronato Pro-Grutas de García A. C., con objeto de proteger y mejorar las instalaciones. En 2002 el funicular dejó de funcionar y a la vuelta de año fue suplido por un teleférico suizo (Doppelmayr).

Subimos al emocionante teleférico, panorámico y sigiloso, en menos de tres minutos recorrimos 625 metros y ascendimos 254 metros. La capacidad es de 45 almas de pie. Nuestra visibilidad era corta, puesto que la neblina persistía. La entrada a las grutas consta de una espectacular explanada con binoculares, es un excelente mirador, de donde se ve el cerro Minas de San Juan y al fondo, parte de la Sierra el Fraile. José, nuestro amable guía, nos condujo al primer salón, de dieciséis, nombrado, “Salón del Aire”, al cerrarse la puerta no hubo chiflón. José nos comentó: “Un dato increíble es que la temperatura en las grutas es constante durante todo el año, se mantiene en 18º C”, añadió, señalando unas formaciones que pendían con gracia de la bóveda, las formaciones que nacen de arriba se nombran estalactitas y las que surgen de abajo, estalagmitas, y la conforman los siguientes minerales: aragonita, mármol, yeso y calcita. El crecimiento es debido a las filtraciones de agua a través del cerro, llevando los referidos minerales, con un crecimiento de una pulgada cúbica cada cien años, dependiendo de la cantidad de minerales y de le precipitación”. Luego fuimos a “El Teatro”, donde admiramos una lluvia de estalactitas, a un costado vimos “El Mirador del Infierno”, después “La mano del Muerto”, una tenebrosa mano. Enseguida “El Crucifico”, y a unos pasos nos detuvo “La Octava Maravilla”, donde una fina estalactita se fundía con una gruesa y estriada estalagmita. Al dar vuelta observamos el “Salón de la Luz”, en donde un rayo se filtraba. Las formas nos invitaban a imaginar cosas, Cristina vio un fantasma, Alejandro, un unicornio y yo, un murciélago. De regreso, observamos unos fósiles, incrustados en unas paredes, caracoles y conchas de mar, petrificados, más adelante nos cautivaron unas columnas circulares y estriadas, enseguida miramos a un gorila y a un costado la Virgen de San Juan de los lagos, a pocos pasos y en contraste a la capilla, vimos el infierno, con su diablo. También apreciamos: “El Árbol de Navidad”, “La Cabeza de Burro”, “El Nido de Águilas” y “Las Nubes”, encantadoras formaciones de más de 60 millones de años. Y como el presbítero comentara: “Fue una vivencia inolvidable”.

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