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Cuyacapan

Al pie de la Sierra el Tigre, en su ladera poniente, por donde baja el arroyo Cuchipaya, se encuentra la legendaria población llamada “Cuyacapan”.

De Tamaliagua, regresé al autopista y viré a la izquierda con dirección a Guadalajara y a pocos kilómetros di vuelta a la derecha por el camino que lleva a Atoyac y a pocas cuadras del pueblo, giré en el mismo sentido por el sendero de Cuyacapan, Arreola refirió: “síncopa de Cuayamecapan-pan, lugar arriba del río; cuyametl, puerco silvestre o jabalí; calli, casa; en este caso madriguera. “Lugar en donde hay madrigueras de jabalís”. El bizarro camino está embellecido por manglares, aguacatales y platanares, miré el caserío de Tultitlan, diseminado en una loma, presumiendo de huertas.

Una añosa y olvidada finca de adobe, me dio la bienvenida al poblado prehispánico, la finca tiene una gran puerta de dos hojas en su zaguán, a un costado de la ventana arqueada hay un contrafuerte, el techo era a dos aguas y en la esquina dos puertas abrían a la tienda de abarrotes de la familia de la Cruz. La puerta este, mira a una atractiva secuoya de la plaza.

 En la estadística oficial de 1880, dice: “No es otra la ocupación de hombres y mujeres, que estar dedicados constantemente en la fabricación de cedazos; y como antiguamente era el único punto en que se ejercitaba esa industria, tenía mucho consumo aún en Estados lejanos y a buen precio: hoy con motivo de que personas de otros estados, al venir a comprar el cedazo, su permanencia en esperarlo les proporcionó aprender a hacerlo, o porque se han enlazado con mujeres de Cuyacapan, llevándolas a sus países donde ya lo fabrican, ha decaído mucho el lucro de ese trabajo; y no obstante haber bajado el precio, se manufacturan aún de 120 a 150 gruesas y su valor es de 10 pesos por término medio”.

Luego de admirar la alta secuoya, caminé una cuadra para apreciar la capilla, al entrar al amplio atrio vi unas basas hexagonales y unas canteras un tanto cúbicas, después fui cautivado por la portada de la capilla, con basas, columnas y capiteles hexagonales, basas y capiteles se reducen a la columna, creando una bella forma. 

El arco es de medio punto y muestra agradables relieves de flores con cuatro pétalos y de laureles entre dos cordones. El arco es de los pocos vestigios de la antigua capilla, cabe decir que una pieza no encaja en su tamaño y en sus ornamentos, como que sufrió una mutilación o pertenecía a otro arco. Del lado derecho de la capilla, miré la bonita cruz atrial, hexagonal, con simbólicos clavos y envuelta en su parte baja por una llamarada florida, data de 1907. Se venera a Santa María de Natividad.

En 1532, Alonso de Ávalos Saavedra le compró a la cacica Copaxa, Amatitlán, por veinte pesos y un tomín de oro. Luego extendió su estancia hasta los linderos de Cuyacapan a través de mercedes. Para 1563, se estaba edificando el templo y convento franciscano de Atoyac, se solicitó a los pobladores de Cuyacapan a sumarse a la obra y se negaron, argumentando que ya habían colaborado para ello.

Entre los atributos que Atoyaque daba a la Corona y a su encomendero, aparecen: cuatro camisas, cuatro naguas y cuatro tapatíos… En el Teatro Americano de 1748, Villaseñor citó: “Sesenta familias habitan el pueblo de Cuyacapan… siendo el comercio de unos, y de otros, las semillas, y tejidos de sayal, el idioma, que se habla en la jurisdicción es el mexicano”. Se evoca el valiente revolucionario Chávez, oriundo de “Cuya”, quien enfrentó al temido general Ríos.         

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