Suplementos
Toda una vida alrededor de la muerte
Una de las más antiguas funerarias en Guadalajara abre sus puertas para conocer de cerca su labor
GUADALAJARA, JALISCO (02/NOV/2014).- Fue en 1894 cuando empezó una tradición en Guadalajara, sobre la calle Hidalgo en el número 520. La Funeraria Martínez del Toro fue una funeraria pionera en el Estado, ya que anteriormente las velaciones se realizaban en la propia casa del difundo, justo en su lecho de muerte.
Con 120 años de tradición a cuestas, esta funeraria ha sido testigo del nacimiento y la muerte de varias generaciones completas de tapatíos. La funeraria también ha sido parte de la evolución de este tipo de negocios. En particular, uno de los grandes cambios de esta funeraria fue su mudanza hace casi 60 años.
El edificio
La casa ubicada en Hidalgo 1346 fue edificada en la última década del siglo XIX, justo a la mitad del Porfiriato. Por ello muestra un estilo afrancesado con sus escalinatas y balcones ante la vista de cualquier peatón que pase por la fluida avenida. Al interior conserva las escaleras originales, engalanadas por un vitral con motivos religiosos que combinan muy bien con el tipo de actividades que tiene una funeraria.
El inmueble centenario de dos plantas tiene cinco de sus habitaciones habilitadas como capillas. Pero pese a que actualmente es funcional tal y como está, los propietarios llevan a cabo acciones de mantenimiento y remodelación.
“Queremos estar a la vanguardia, con el laboratorio, todo el equipo, con capacitaciones de los empleados, remodelación y capacitación del edificio”, dice Alejandro Maldonado, director general de la funeraria. Una de las nuevas adecuaciones es un área de restaurante que se ubicará en la segunda planta de la casona, en su amplia terraza con vista a la Avenida Hidalgo. El laboratorio está ubicado en una pequeña construcción en la esquina de la propiedad, y recientemente tuvo una nueva instalación hidráulica para el tratamiento de residuos.
Del edificio histórico resalta que se ha conservado en conjunto la totalidad del predio. La parte que da a Justo Sierra corresponde al estacionamiento de la funeraria; aproximadamente son dos mil 800 metros cuadrados. El ingreso por José Clemente Orozco era la puerta principal por donde entraba la carreta con caballos para comenzar el cortejo fúnebre.
Luego de la guerra cristera el Gobierno se apropió del inmueble, mismo que le otorgó al General Guillermo González Camarena, quien a su vez lo donó a una monja. Fue cuando ella tenía el predio que se convirtió en la Funeraria Martínez del Toro hace 58 años. Ahora la casona es propiedad de la funeraria.
Con la inauguración de esta funeraria también cambió la forma en que el muerto era trasladado al camposanto. Antes se cargaba el féretro hasta los panteones, pero Martínez del Toro innovó con carrozas jaladas por caballos.
La peculiaridad de estos cortejos fúnebres era que si el muerto era varón la carroza sería conducida por cuatro caballos negros, mientras que en el caso de las mujeres eran tres caballos blancos. Estas carrozas estuvieron en funcionamiento hasta 1956, y se coronaban con una estatuilla con la forma de un ángel en lo más alto. Maldonado comenta que pronto habrá una carroza restaurada en exhibición.
Creencias
No toda la gente quisiera trabajar en una funeraria: estar en contacto con los muertos, y además en una casa antigua puede ser un factor si se cree en las apariciones. Pero Rafael Téllez le pone mucha atención a ello: “No asustan, y si asustan ya nos acostumbramos”. En su opinión, cuando esto sí sucede es porque hay algo que ata a las almas en nuestra dimensión: “Tienen que partir, pero a veces la familia no los quiere dejar ir”.
Como toda casona porfiriana, los rumores de tesoros siempre serán atractivos para los propietarios. Alejandro Maldonado platica que administraciones anteriores sí escarbaron en el sótano y los patios en busca objetos valiosos, pero sus esfuerzos fueron en vano. En cambio, no hace mucho se retiró un hule para evitar los daños que causan sus raíces. Al revisar la tierra encontraron enterrado un cajón de adobe, pero ya vacío.
El mural
En una de las paredes del inmueble hay un mural recién estrenado, donde se representa a la Guadalajara de la mitad del siglo XX, con la Catedral, donde se oficiaban las misas de cuerpo presente, pero no para todos los tapatíos: “Los pudientes iban a la Catedral, los demás al Templo de San Miguel”. En el mural se aprecia una carroza vieja, pues en 1949 aún no se usaban los vehículos motorizados.
Fue un Cadillac 1951 el primer modelo que se utilizó. El cambio se debió a que eran cada vez menos los entierros en el Panteón de Mezquitán, y para trasladarse a otros panteones se debían recorrer distancias mayores. En la actualidad son 25 unidades las destinadas a llevar los féretros hasta los cementerios.
Labores sociales
En la Funeraria Martínez del Toro están interesados en devolverle algo a los dolientes que han pasado por las capillas de velación de la funeraria, por ello hoy donará —junto con otras funerarias— unas cinco mil piezas de Pan de Muerto.
Otra acción que llevan a cabo es que a partir del incendio en el Mercado Corona extendieron una invitación a las florerías para que se instalen en un lugar del estacionamiento. Cada semana llega una florería distinta, el trato es que los arreglos sean frescos, hechos ahí mismo y a un precio justo.
UN NEGOCIO QUE SE TRANSFORMA
A partir de los años cincuenta se vislumbra un cambio en la industria funeraria, desde el punto de vista de los clientes y de los empresarios.
Por ejemplo, en estas épocas los entierros cada vez son menos: “Por los espacios en los panteones, es más barata la incineración”. Según los cálculos de Alejandro Maldonado, gerente de la Funreraria Martínez del Toro, de cada 10 servicios funerarios que tienen, siete son cremación y sólo tres son inhumados.
Los cambios también sucedieron en el modelo de negocios, que para Maldonado ha tenido un perfil en el que se deshumaniza la actividad, pues a veces hay empresas que ofrecen los servicios funerarios sin mucho decoro para los involucrados. Hoy en día la industria alrededor de la muerte se ha ampliado a un grado inconmensurable gracias a las múltiples funerarias efímeras que pululan en la ciudad.
Alejandro Maldonado es vicepresidente de la Asociación Nacional de Funerarios Profesionales, como asociación buscan promover enmiendas a las legislaciones actuales: “Son ya 50 años sin legislar sobre las licencias para funerarias. Como está no se protege al cliente, hay pocas revisiones de la Profeco, y eso que tienen muchos cobros sin sentido, o cobran por cosas que no hacen”.
En Guadalajara son más de 150 las licencias de funerarias, pero han detectado varias trabajando en la informalidad. La asociación tiene cerca de 50 agremiados, siendo que el número en Jalisco asciende hasta las 300 funerarias. Maldonado señala que hay una tendencia de funerarias pequeñas, los llamados “coyotes” que merodean los hospitales para lucrar con los familiares de los recién fallecidos.
Las instalaciones de ese tipo de funerarias se hallan en lugares improvisados que carecen de laboratorios para el tratamiento de los cuerpos: “Pueden ser un foco de infección. Aquí hay un sistema hidráulico nuevo para tratar el agua que se usa, los residuos de los cuerpos son tratados, no se descargan al drenaje directamente”.
Para presentar al cuerpo es necesario tratarlo con formol, mezclado con otras substancias, para secar la piel del cadáver y que no sean evidentes los signos de descomposición: “Pero en lugares improvisados usan formol con agua, nada más, y el resultado se ve en la cara”, comenta.
Con 120 años de tradición a cuestas, esta funeraria ha sido testigo del nacimiento y la muerte de varias generaciones completas de tapatíos. La funeraria también ha sido parte de la evolución de este tipo de negocios. En particular, uno de los grandes cambios de esta funeraria fue su mudanza hace casi 60 años.
El edificio
La casa ubicada en Hidalgo 1346 fue edificada en la última década del siglo XIX, justo a la mitad del Porfiriato. Por ello muestra un estilo afrancesado con sus escalinatas y balcones ante la vista de cualquier peatón que pase por la fluida avenida. Al interior conserva las escaleras originales, engalanadas por un vitral con motivos religiosos que combinan muy bien con el tipo de actividades que tiene una funeraria.
El inmueble centenario de dos plantas tiene cinco de sus habitaciones habilitadas como capillas. Pero pese a que actualmente es funcional tal y como está, los propietarios llevan a cabo acciones de mantenimiento y remodelación.
“Queremos estar a la vanguardia, con el laboratorio, todo el equipo, con capacitaciones de los empleados, remodelación y capacitación del edificio”, dice Alejandro Maldonado, director general de la funeraria. Una de las nuevas adecuaciones es un área de restaurante que se ubicará en la segunda planta de la casona, en su amplia terraza con vista a la Avenida Hidalgo. El laboratorio está ubicado en una pequeña construcción en la esquina de la propiedad, y recientemente tuvo una nueva instalación hidráulica para el tratamiento de residuos.
Del edificio histórico resalta que se ha conservado en conjunto la totalidad del predio. La parte que da a Justo Sierra corresponde al estacionamiento de la funeraria; aproximadamente son dos mil 800 metros cuadrados. El ingreso por José Clemente Orozco era la puerta principal por donde entraba la carreta con caballos para comenzar el cortejo fúnebre.
Luego de la guerra cristera el Gobierno se apropió del inmueble, mismo que le otorgó al General Guillermo González Camarena, quien a su vez lo donó a una monja. Fue cuando ella tenía el predio que se convirtió en la Funeraria Martínez del Toro hace 58 años. Ahora la casona es propiedad de la funeraria.
Con la inauguración de esta funeraria también cambió la forma en que el muerto era trasladado al camposanto. Antes se cargaba el féretro hasta los panteones, pero Martínez del Toro innovó con carrozas jaladas por caballos.
La peculiaridad de estos cortejos fúnebres era que si el muerto era varón la carroza sería conducida por cuatro caballos negros, mientras que en el caso de las mujeres eran tres caballos blancos. Estas carrozas estuvieron en funcionamiento hasta 1956, y se coronaban con una estatuilla con la forma de un ángel en lo más alto. Maldonado comenta que pronto habrá una carroza restaurada en exhibición.
Creencias
No toda la gente quisiera trabajar en una funeraria: estar en contacto con los muertos, y además en una casa antigua puede ser un factor si se cree en las apariciones. Pero Rafael Téllez le pone mucha atención a ello: “No asustan, y si asustan ya nos acostumbramos”. En su opinión, cuando esto sí sucede es porque hay algo que ata a las almas en nuestra dimensión: “Tienen que partir, pero a veces la familia no los quiere dejar ir”.
Como toda casona porfiriana, los rumores de tesoros siempre serán atractivos para los propietarios. Alejandro Maldonado platica que administraciones anteriores sí escarbaron en el sótano y los patios en busca objetos valiosos, pero sus esfuerzos fueron en vano. En cambio, no hace mucho se retiró un hule para evitar los daños que causan sus raíces. Al revisar la tierra encontraron enterrado un cajón de adobe, pero ya vacío.
El mural
En una de las paredes del inmueble hay un mural recién estrenado, donde se representa a la Guadalajara de la mitad del siglo XX, con la Catedral, donde se oficiaban las misas de cuerpo presente, pero no para todos los tapatíos: “Los pudientes iban a la Catedral, los demás al Templo de San Miguel”. En el mural se aprecia una carroza vieja, pues en 1949 aún no se usaban los vehículos motorizados.
Fue un Cadillac 1951 el primer modelo que se utilizó. El cambio se debió a que eran cada vez menos los entierros en el Panteón de Mezquitán, y para trasladarse a otros panteones se debían recorrer distancias mayores. En la actualidad son 25 unidades las destinadas a llevar los féretros hasta los cementerios.
Labores sociales
En la Funeraria Martínez del Toro están interesados en devolverle algo a los dolientes que han pasado por las capillas de velación de la funeraria, por ello hoy donará —junto con otras funerarias— unas cinco mil piezas de Pan de Muerto.
Otra acción que llevan a cabo es que a partir del incendio en el Mercado Corona extendieron una invitación a las florerías para que se instalen en un lugar del estacionamiento. Cada semana llega una florería distinta, el trato es que los arreglos sean frescos, hechos ahí mismo y a un precio justo.
UN NEGOCIO QUE SE TRANSFORMA
A partir de los años cincuenta se vislumbra un cambio en la industria funeraria, desde el punto de vista de los clientes y de los empresarios.
Por ejemplo, en estas épocas los entierros cada vez son menos: “Por los espacios en los panteones, es más barata la incineración”. Según los cálculos de Alejandro Maldonado, gerente de la Funreraria Martínez del Toro, de cada 10 servicios funerarios que tienen, siete son cremación y sólo tres son inhumados.
Los cambios también sucedieron en el modelo de negocios, que para Maldonado ha tenido un perfil en el que se deshumaniza la actividad, pues a veces hay empresas que ofrecen los servicios funerarios sin mucho decoro para los involucrados. Hoy en día la industria alrededor de la muerte se ha ampliado a un grado inconmensurable gracias a las múltiples funerarias efímeras que pululan en la ciudad.
Alejandro Maldonado es vicepresidente de la Asociación Nacional de Funerarios Profesionales, como asociación buscan promover enmiendas a las legislaciones actuales: “Son ya 50 años sin legislar sobre las licencias para funerarias. Como está no se protege al cliente, hay pocas revisiones de la Profeco, y eso que tienen muchos cobros sin sentido, o cobran por cosas que no hacen”.
En Guadalajara son más de 150 las licencias de funerarias, pero han detectado varias trabajando en la informalidad. La asociación tiene cerca de 50 agremiados, siendo que el número en Jalisco asciende hasta las 300 funerarias. Maldonado señala que hay una tendencia de funerarias pequeñas, los llamados “coyotes” que merodean los hospitales para lucrar con los familiares de los recién fallecidos.
Las instalaciones de ese tipo de funerarias se hallan en lugares improvisados que carecen de laboratorios para el tratamiento de los cuerpos: “Pueden ser un foco de infección. Aquí hay un sistema hidráulico nuevo para tratar el agua que se usa, los residuos de los cuerpos son tratados, no se descargan al drenaje directamente”.
Para presentar al cuerpo es necesario tratarlo con formol, mezclado con otras substancias, para secar la piel del cadáver y que no sean evidentes los signos de descomposición: “Pero en lugares improvisados usan formol con agua, nada más, y el resultado se ve en la cara”, comenta.