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¿Somos idólatras?

Tendencia que el humano tiene como tatuada en su persona, y que fácilmente lo hace caer en la desobediencia

     Es una realidad patente que nuestra naturaleza humana --desde luego que no desde su origen, dado que el ser humano fue creado perfecto por Dios, y no fue sino hasta la desobediencia al mismo Dios, que cayó en el pecado y con ello en la imperfección-- tiene una marcada tendencia a rechazar el plan de Dios para el hombre y la mujer, que es un plan de amor, salvación y felicidad, que se puede vivir desde ahora y hasta la eternidad.
     Tendencia que el humano tiene como "tatuada" en su persona, y que fácilmente lo hace caer en la desobediencia y en todas las formas de rechazo al amor de Dios, que es el pecado: odios; envidias; violencia; desviaciones sexuales; injusticias; explotación de los demás; y algo en lo que queremos enfatizar en esta reflexión y que a su vez, es causa de muchos de esos rechazos al amor divino. Me refiero a la idolatría.
      Una vez que yo estaba predicando algo relacionado con esto, un espectador se sintió señalado y me interrumpió, diciéndome que si yo pensaba que le estaba hablando a un auditorio de indígenas que adoraban ídolos como a Tlaloc, a lo que respondí que la idolatría no consistía solamente en adorar a dioses falsos e inexistentes como el mencionado, y tantos y tantos que existen en las miles de culturas alrededor del mundo, sino que nosotros mismos corremos el riesgo de inventarnos, de crearnos, de diseñarnos nuestros ídolos, y que de hecho así sucede y no con pocos seres humanos.
     Y es que si partimos de la base de que por ídolo se conoce como "todo aquello que suplanta de su lugar en nuestra vida al Dios verdadero", y que por lo tanto se le da más importancia --y si bien no se le tiene altares ni se hacen figuras de piedra como los antiguos, sí se les rinde culto y pleitesía, y hasta se les adora en el corazón y con las acciones cotidianas, y llegan a ser el gran tesoro para la vida, y "donde está tu tesoro ahí está tu corazón"--, la idolatría sí existe en nuestro mundo moderno, tan avanzado y en nuestra sociedad tan civilizada.
     En la semana que recién terminó, pudimos observar varias manifestaciones de esto que aquí señalamos. Lo vimos en esa forma desproporcionada de enaltecer la figura del famoso "rey del Pop", tanto por parte de muchísimos medios de comunicación, como de miles y miles de "fans", los cuales expresaron de manera manifiesta lo que este artista significa en sus vidas, al grado de caer en la histeria y de hacer cosas realmente irracionales e irresponsables, como dejar trabajo y estudios, como gastar lo que no tienen con tal de estar presentes en su funeral u homenaje.
     Y qué decir del citado homenaje, fuera totalmente de toda proporción, ya que si bien no dejamos de reconocer la gran creatividad, las grandes cualidades como cantante y bailarín, y, según dicen su gran corazón humanitario que le llevó a ayudar a muchos pobres y desvalidos, al final de cuentas, parafraseando a san Pablo: "Hombre, ¿de qué te enorgulleces, si todo lo que tienes te fue dado por Dios?". Y aunque en dicho acto se habló de Dios, tristemente fue en el contexto y la tónica de enaltecer más al susodicho artista, que realmente dar un reconocimiento el verdadero Rey y Señor, nuestro Dios.
     Otra manifestación de este fenómeno que pudimos observar en esta semana pasada, se dio en el proceso electoral; muchos de los que no votaron, actuaron así porque "se les cayeron sus ídolos", los que ellos mismos se habían hecho, llegándolos a considerar todopoderosos, capaces de resolver todos los problemas por arte de no sé qué y dejándoles toda la responsabilidad y culpa a éstos; y los ciudadanos, con los brazos cruzados, encogiéndose de hombros y lavándose las manos.
     Muchos otros de los que sí votaron, ya empezaron a modelar a sus ídolos y esperan de ellos todo; y no digamos de muchos que resultaron electos: ya se la están empezando a creer que son esos ídolos con gran poder.
     Nos recuerda el Evangelio de este domingo, que Jesús envió a sus apóstoles --ahora el Papa, los obispos, sacerdotes y laicos evangelizadores-- a predicar el Reino de Dios y a dar a conocer al verdadero Dios, pero se encontraron con muchos que los rechazaron porque tenían ídolos en su vida. Preguntémonos si en realidad no nos hemos fabricado por ahí algún ídolo que esté suplantando a Dios en nuestra vida.

Francisco Javier Cruz Luna
cruzlfcoj(arroba)yahoo.com.mx

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