Suplementos

San José de Ajojúcar

Cercana al río se encuentra esta hacienda que hoy conserva su belleza

GUADALAJARA, JALISCO (10/JUN/2012).- Al sureste de la mesa Santa Juliana, y a la vera del río Verde, se localiza la cautivadora hacienda llamada, “San José de Ajojúcar. De la Villa de Órnelas, me encaminé por el sendero de tierra que va río arriba, con dirección noroeste. La brecha fue ascendiendo, detrás de un grueso mezquite miré una curiosa casa fuerte, desplantada en T, más largo su lado derecho. Enseguida se abrió el horizonte y me detuve a contemplar el pintoresco paisaje, el cañón plano, salpicado por diversos potreros, bien delimitados por árboles o por lienzos, unos arados, otros en reposo y uno verde, pareciera alfalfa, creando un atractivo contraste con los ocres. Unos potreros están delimitados por árboles que curveaban con gracia, pues siguen el contonear del río. Los potreros del fondo colindan con laderas bajas, de las planicies vecinas y, en lontananza, la silueta de una sierra azul. Cuando bajé la loma, unas fincas de adobe me indicaron que me encontraba en el legendario poblado de Sierrita de los Dolores. Cada casa aledaña al río. Me acerqué a admirar el río, su mágico lecho estaba enmarcado por sabinas, más adelante sólo había sabinas en la orilla poniente, se reflejaban con nitidez y garbo, pastos verdes animaban los bordes.

A corto trecho llegué a El Pueblito, conformado por bonitos caserones de adobe que miran al bello río, que les canturrea agua, las primitivas fincas se fueron levantando acorde al nivel del suelo, que está algo desnivelado, desnivel que le da movimiento a las tapias y techumbres, las fachadas de las primitivas moradas son casi ciegas, apenas se abrieron pequeñas ventanas, suficiente claro para brindar luz, y renovar el aire, bálsamo de encinas. La brecha fue bordeando el río hasta San Andrés, donde miré varias casas diseminadas por el río, la mayoría con huerta  y potrero anexo, aprovechando en lo posible el agua para sus cultivos. Vi una cruz con flores a la orilla del río y escuche el cantar de unas alondras. Crucé un puente para continuar mi alegre andar; luego de unos potreros miré La Haciendita, un bunker de planta cuadrada, de dos niveles y portones altos, estancia de un general, formó parte de la hacienda Cañada Grande. Entré a un poblado de casas añejas, una con puerta de dos hojas y ventana pequeña, ambas en verde claro, enseguida vi una romántica ventana en altos, otra finca me mostró  vanos arqueados, una con forja en su ventana vertical, y la puerta del zaguán enmarcada por ladrillos, una descarapelada del enjarre enseña sus adobes, estaba en Belén del Refugio, poblado embellecido por el río. En su parte alta posa su capilla, con espadaña de cuatro claros y reloj en medio, el curato con vistosa cornisa, sus ventanas verticales y arqueadas.

Crucé la carretera que une a Teocaltiche con Aguascalientes para seguir cuesta arriba, bordeando el hechizante río, su lecho se fue reduciendo, al igual que su profundidad, pero su encanto y el de las encinas, prevalecían. A una corta distancia estaba admirando la hermosa capilla de San José de Ajojúcar.  La puerta principal es en arco de medio punto, con clave en relieve y capiteles dóricos, sobre el cornisamento, la ventana coral, vertical y con una almena por lado. La portada fue rematada por una preciosa espadaña, de buen tamaño y comprende dos vanos arqueados y arriba uno ovalado, con almenas en cada nivel. La hacienda data del siglo XVI, y era de Francisco de Orozco y Agüero, en el siglo XVIII fue de Juan y Pablo Díaz de Sandi, luego la tuvo Gertrudis Órnelas y después Elena Ruiz Zorrilla, enseguida pasó a Manuel Jacinto Guerra y en los albores de 1900, era de Elías Guerra. Victoriano Roa, escribió en 1822: “Tercer departamento, Teocaltiche. Por el territorio de este departamento pasa el Río Verde, llevando su curso hacia la hacienda de Ajojúcar, donde tiene presa para un molino. De las aguas de este mismo río, se sirve el pueblo de Teocaltitán y la hacienda de Las Juntas”. La presa fue nombrada igual que la hacienda. En septiembre de 1910, la gran hacienda estaba fraccionada en cuatro: Andrés Díaz tenía mil 167 hectáreas; José María Martín, mil 235; José María Romo, 856 y Antonio Morfín Vargas, cinco mil 28, sumando ocho mil 286.

PARA SABER
Haciendas


Se denomina hacienda a una finca agrícola de gran tamaño, generalmente una explotación de carácter latifundista, con un núcleo de viviendas, normalmente de alto valor arquitectónico.

Es un sistema de propiedad de origen español, concretamente andaluz, el modelo fue exportado a América durante la época colonial.

Jalisco, en distintas regiones, es rico en este tipo de construcciones, algunas de las cuales han sido restauradas y conservadas por autoridades culturales y patrimoniales

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