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¡Resucitaste, Jesús!
Por Francisco Javier Cruz Luna
Tomaste la naturaleza humana
y te encarnaste en el seno de María,
para que el hombre compartiera la divina
y al asumirla al fin, trascendería.
Sin embargo el ser humano se empecina
en rechazar esa sublime trascendencia,
y su ser cada vez más contamina
y se goza en su fatal decadencia.
Pasaste, Jesús, tu vida haciendo el bien,
derramando tus bondades por doquier;
vida nueva nos trajiste al cien por cien,
el amor fue el motivo de tu hacer.
Mas el corazón humano se empeña
en odiar y practicar la maldad,
el amor que pusiste en él, desdeña
y por ello en él abunda la impiedad.
Nos enseñaste el camino y la verdad,
nos mostraste cómo alcanzar la paz,
cumpliendo sólo del Padre su voluntad
y renunciando al egoísmo contumaz.
Y aunque Tú eres el único Maestro,
preferimos seguir a guías espurios,
que nos llevan a un futuro siniestro
con doctrinas que enemistan con Dios.
Con tu entrega y tu sufrimiento
señalaste la vía de la santidad,
ése fue tu legado y testamento,
patentizando así tu fidelidad.
Para el humano, sufrir es una locura,
un absurdo inaceptable el padecer,
y por ello con ansiedad procura
huir y buscar sólo el vano placer.
Dejaste bien sentado que debía morir
a la vida inútil y renunciar
al pecado para poder así vivir
la vida eterna al resucitar.
¡Qué inmensa es la incredulidad!
De tantos seres por quienes Tú moriste;
por ella y por su letal vanidad,
jamás creerán que Tú resucitaste.
¡Resucitaste, Jesús!, y tu Resurrección
trae la vida nueva para todos,
los que convirtiendo a Ti su corazón,
se postran ante Ti, contritos y humillados.
Francisco Javier Cruz Luna
cruzlfcoj(arroba)yahoo.com.mx
y te encarnaste en el seno de María,
para que el hombre compartiera la divina
y al asumirla al fin, trascendería.
Sin embargo el ser humano se empecina
en rechazar esa sublime trascendencia,
y su ser cada vez más contamina
y se goza en su fatal decadencia.
Pasaste, Jesús, tu vida haciendo el bien,
derramando tus bondades por doquier;
vida nueva nos trajiste al cien por cien,
el amor fue el motivo de tu hacer.
Mas el corazón humano se empeña
en odiar y practicar la maldad,
el amor que pusiste en él, desdeña
y por ello en él abunda la impiedad.
Nos enseñaste el camino y la verdad,
nos mostraste cómo alcanzar la paz,
cumpliendo sólo del Padre su voluntad
y renunciando al egoísmo contumaz.
Y aunque Tú eres el único Maestro,
preferimos seguir a guías espurios,
que nos llevan a un futuro siniestro
con doctrinas que enemistan con Dios.
Con tu entrega y tu sufrimiento
señalaste la vía de la santidad,
ése fue tu legado y testamento,
patentizando así tu fidelidad.
Para el humano, sufrir es una locura,
un absurdo inaceptable el padecer,
y por ello con ansiedad procura
huir y buscar sólo el vano placer.
Dejaste bien sentado que debía morir
a la vida inútil y renunciar
al pecado para poder así vivir
la vida eterna al resucitar.
¡Qué inmensa es la incredulidad!
De tantos seres por quienes Tú moriste;
por ella y por su letal vanidad,
jamás creerán que Tú resucitaste.
¡Resucitaste, Jesús!, y tu Resurrección
trae la vida nueva para todos,
los que convirtiendo a Ti su corazón,
se postran ante Ti, contritos y humillados.
Francisco Javier Cruz Luna
cruzlfcoj(arroba)yahoo.com.mx