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…¿Quién dicen que soy yo?
Jesucristo revela su divinidad a los apóstoles y funda su Iglesia
GUADALAJARA, JALISCO (29/JUN/2014).- Hoy es solemnidad litúrgica, más que fiesta. Desde los primeros tiempos del cristianismo, San Pedro y San Pablo son venerados con todo derecho como las primeras columnas de la Iglesia universal.
Pedro fue escogido para ser cabeza de la Iglesia, y ahí en Roma fue el primer obispo y se sentó en la sede para regir y enseñar.
Obispo de los obispos, padre y pastor, por eso recibió el nombre de Papa.
Pablo, predicador insigne, viajó incansable durante 30 años por todos los pueblos y ciudades del Mediterráneo, llevando el mensaje de salvación.
Pedro era bueno, pero caía en continuos errores por impulsivo, porque se dejaba ir en palabras o en hechos y después se veía obligado a enmendar sus yerros.
El evangelista San Mateo, uno de los 12 discípulos y testigo presencial, así narra esta escena: el Maestro llevó consigo a sus discípulos, lejos, a Cesarea de Filipo. Solos allá, sin testigos, sin multitudes implorantes, tal vez sentados a la sombra protectora de un árbol, el Señor les preguntó: “Quién dice la gente que soy yo?”. Con esa pregunta los prepara a recibir la otra interrogación directa. Cuando le dijeron diversas respuestas, les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Ellos, que todo lo habían dejado, que tenían entregada su vida y que se iban llenando de la gracia de su palabra y gozaban el privilegio de ser testigos de sus milagros, se conmovieron.
Antes que todos, Simón se adelantó, tal vez gritó: “Tú eres el Mesías, el hijo del Dios vivo”.
Cristo le contestó: “Dichoso tú Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos”. Así les daba a entender que Simón había recibido una inspiración de Dios. Luego añadió: “Y yo te digo que tú eres Pedro (piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
Como a Pedro, a los que han sido elegidos Papas en el correr de la Iglesia se les concede el nombre de vicarios de Cristo, palabra que quiere decir representante, el que hace las veces, el que en nombre de Cristo perdona —o no perdona— los pecados, y reparte los dones divinos porque tiene poder para repartirlos.
A Saulo, el ardiente fariseo de Tarso que perseguía incansable a los discípulos y seguidores de Cristo, el Señor le tenía preparada una cita.
Ésta fue en el camino hacia Damasco. Lleno de odio su corazón y acompañado de un piquete de soldados, Saulo iba a Damasco dispuesto a llenar las cárceles de esos que no pensaban como él. Una intensa luz lo deslumbró, cayó del caballo y escuchó una voz: “—Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? —¿Quién eres tú Señor? —Yo soy Jesús, al que tú persigues —¿Qué quieres que yo haga?”.
Desde ese momento, dócil a la gracia divina, el perseguidor cambió de mentalidad, cambió de nombre —Pablo—, cambió de vida.
30 años resonó la voz de Pablo, una de las más poderosas. Cárceles, naufragios, persecusiones, hambres, nada lo separará —como lo dijo— del amor de Cristo.
Tras dos años de prisión en Roma desde el verano del año 64, allí recibió la palma del martirio para rubricar con su sangre su amor a Cristo.
José Rosario Ramírez M.
LA PALABRA DE DIOS
• PRIMERA LECTURA:
Hechos de los Apóstoles 12, 1-11
“Ahora sí estoy seguro de que el Señor envió a su ángel para librarme de las manos de Herodes”.
• SEGUNDA LECTURA:
Segunda carta del apóstol San Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18
“He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe”.
• EVANGELIO:
San Mateo 16,13-19
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos”.
Tú eres Pedro
A lo largo de la historia de la Iglesia, desde sus inicios, en la persona de Pedro, por institución divina, tenemos una sucesión ininterrumpida en quien se ha edificado la Iglesia.
El total de pontífices contando al Papa Francisco es de 266, de los cuales 78 están canonizados, en su gran mayoría han sido europeos, pero hasta el momento ha habido de cuatro de los cinco continentes. El nombre que más se ha utilizado es Juan, 23 veces, el segundo es Benedicto y Gregorio con 16.
El pontificado más largo ha sido el de San Pedro, que se considera con una duración entre los 34 y los 37 años, el segundo es de San Pío IX con 31 años, y el tercero es el de San Juan Pablo II con 26 años.
Los pontificados más cortos, por extraño que parezca no han sido pocos, son 10 los pontífices que han durado menos de 33 días. Urbano VII, 13 días. Bonifacio VI, 16 días. Celestino IV, 17 días. Teodoro II, 20 días. Sisinio, 21 días. Marcelo, 22 días. Dámaso II, 24 días. Pío III y León XI, 27 días. Juan Pablo I, 33 días.
Benedicto XVI no es el único Pontífice que ha renunciado a su cargo. La historia de Benedicto IX fue bastante convulsa y controvertida, ya que fue elegido Papa tres veces. En dos ocasiones fue destituido de su puesto, y en la tercera renunció voluntariamente. Celestino V renunció en 1294, este Pontífice decidió regresar a sus montañas y a su vida de aislamiento y oración, y renunció admitiendo que no tenía la preparación necesaria para ejercer como máxima autoridad de la Iglesia. Gregorio XII, renunció en 1415, murió a los dos años y no conoció a su sucesor.
Estos son algunos de los datos extraordinarios de la historia de los Papas, pero más allá de las curiosidades, está la encomienda tan importante que han recibido de Cristo mismo: “Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos”.
Pedro fue escogido para ser cabeza de la Iglesia, y ahí en Roma fue el primer obispo y se sentó en la sede para regir y enseñar.
Obispo de los obispos, padre y pastor, por eso recibió el nombre de Papa.
Pablo, predicador insigne, viajó incansable durante 30 años por todos los pueblos y ciudades del Mediterráneo, llevando el mensaje de salvación.
Pedro era bueno, pero caía en continuos errores por impulsivo, porque se dejaba ir en palabras o en hechos y después se veía obligado a enmendar sus yerros.
El evangelista San Mateo, uno de los 12 discípulos y testigo presencial, así narra esta escena: el Maestro llevó consigo a sus discípulos, lejos, a Cesarea de Filipo. Solos allá, sin testigos, sin multitudes implorantes, tal vez sentados a la sombra protectora de un árbol, el Señor les preguntó: “Quién dice la gente que soy yo?”. Con esa pregunta los prepara a recibir la otra interrogación directa. Cuando le dijeron diversas respuestas, les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Ellos, que todo lo habían dejado, que tenían entregada su vida y que se iban llenando de la gracia de su palabra y gozaban el privilegio de ser testigos de sus milagros, se conmovieron.
Antes que todos, Simón se adelantó, tal vez gritó: “Tú eres el Mesías, el hijo del Dios vivo”.
Cristo le contestó: “Dichoso tú Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos”. Así les daba a entender que Simón había recibido una inspiración de Dios. Luego añadió: “Y yo te digo que tú eres Pedro (piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
Como a Pedro, a los que han sido elegidos Papas en el correr de la Iglesia se les concede el nombre de vicarios de Cristo, palabra que quiere decir representante, el que hace las veces, el que en nombre de Cristo perdona —o no perdona— los pecados, y reparte los dones divinos porque tiene poder para repartirlos.
A Saulo, el ardiente fariseo de Tarso que perseguía incansable a los discípulos y seguidores de Cristo, el Señor le tenía preparada una cita.
Ésta fue en el camino hacia Damasco. Lleno de odio su corazón y acompañado de un piquete de soldados, Saulo iba a Damasco dispuesto a llenar las cárceles de esos que no pensaban como él. Una intensa luz lo deslumbró, cayó del caballo y escuchó una voz: “—Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? —¿Quién eres tú Señor? —Yo soy Jesús, al que tú persigues —¿Qué quieres que yo haga?”.
Desde ese momento, dócil a la gracia divina, el perseguidor cambió de mentalidad, cambió de nombre —Pablo—, cambió de vida.
30 años resonó la voz de Pablo, una de las más poderosas. Cárceles, naufragios, persecusiones, hambres, nada lo separará —como lo dijo— del amor de Cristo.
Tras dos años de prisión en Roma desde el verano del año 64, allí recibió la palma del martirio para rubricar con su sangre su amor a Cristo.
José Rosario Ramírez M.
LA PALABRA DE DIOS
• PRIMERA LECTURA:
Hechos de los Apóstoles 12, 1-11
“Ahora sí estoy seguro de que el Señor envió a su ángel para librarme de las manos de Herodes”.
• SEGUNDA LECTURA:
Segunda carta del apóstol San Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18
“He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe”.
• EVANGELIO:
San Mateo 16,13-19
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos”.
Tú eres Pedro
A lo largo de la historia de la Iglesia, desde sus inicios, en la persona de Pedro, por institución divina, tenemos una sucesión ininterrumpida en quien se ha edificado la Iglesia.
El total de pontífices contando al Papa Francisco es de 266, de los cuales 78 están canonizados, en su gran mayoría han sido europeos, pero hasta el momento ha habido de cuatro de los cinco continentes. El nombre que más se ha utilizado es Juan, 23 veces, el segundo es Benedicto y Gregorio con 16.
El pontificado más largo ha sido el de San Pedro, que se considera con una duración entre los 34 y los 37 años, el segundo es de San Pío IX con 31 años, y el tercero es el de San Juan Pablo II con 26 años.
Los pontificados más cortos, por extraño que parezca no han sido pocos, son 10 los pontífices que han durado menos de 33 días. Urbano VII, 13 días. Bonifacio VI, 16 días. Celestino IV, 17 días. Teodoro II, 20 días. Sisinio, 21 días. Marcelo, 22 días. Dámaso II, 24 días. Pío III y León XI, 27 días. Juan Pablo I, 33 días.
Benedicto XVI no es el único Pontífice que ha renunciado a su cargo. La historia de Benedicto IX fue bastante convulsa y controvertida, ya que fue elegido Papa tres veces. En dos ocasiones fue destituido de su puesto, y en la tercera renunció voluntariamente. Celestino V renunció en 1294, este Pontífice decidió regresar a sus montañas y a su vida de aislamiento y oración, y renunció admitiendo que no tenía la preparación necesaria para ejercer como máxima autoridad de la Iglesia. Gregorio XII, renunció en 1415, murió a los dos años y no conoció a su sucesor.
Estos son algunos de los datos extraordinarios de la historia de los Papas, pero más allá de las curiosidades, está la encomienda tan importante que han recibido de Cristo mismo: “Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos”.