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Naica, un infierno entre cristales
Una misteriosa cueva chihuahuense resguarda celosamente un tesoro de colores minerales
GUADALAJARA, JALISCO (27/JUN/2010).- Enclavada en la falda de una montaña, a 120 kilómetros al Sureste de la ciudad de Chihuahua, se encuentra Naica, un infierno de más de 850 metros de profundidad. Su popularidad coloca a este recinto dentro de las principales minas de concentrados de plomo en México y la cuarta más importante en el mundo.
Para llegar a la mina, que data de 1794, hay que atravesar una carretera que cruza en medio de la hacienda Santa Gertrudis, un inmenso rancho, propiedad del Ejército mexicano donde los militares adiestran a sus tropas.
Junto a la ladera de un cerro y entorno a la planta minera, se extiende el pueblo de Naica con cinco mil habitantes, de los cuales el 60% obtiene sus ingresos de la explotación de la tierra de la empresa mexicana Peñoles. De este yacimiento de plomo, zinc y plata se han extraído en toda la historia, 35 millones de toneladas de minerales y actualmente trabajan 420 mineros, 70 empleados administrativos y 130 contratistas.
Maravillosas formaciones
El ingreso a la mina se hace a través de una boca tenebrosa y en pendiente, que se recorre a bordo de camionetas que se internan en una intrincada red de caminos subterráneos. La primera prueba del increíble descubrimiento, se dio en 1910 cuando se halló a 120 metros de profundidad en Naica una oquedad que fue bautizada como la Cueva de las Espadas: una formación de cristales de selenita, a base de yeso cristalizado y sulfato de calcio hidratado, delgados y verticales de más de un metro de longitud.
Jesús García, director de seguridad en Naica, relata que la fama de estos cristales pronto corrió y desde entonces el socavón de 80 metros de longitud, no ha dejado de ser visitado. Actualmente cuenta con una iluminación especial y andamios para apreciar las paredes, piso y techo cubiertos por los cristales.
El 21 de julio de 1999 un operador de una excavadora, que recogía escombros en un crucero de la mina a 290 metros de profundidad, descubrió una hendidura de unos tres metros de espesor, por la que logró ingresar a una especie de geoda de unos ocho metros de diámetro, envuelta en cristales blancos y transparentes de gran tamaño.
De película
Sus cristales, que recuerdan a la guarida del popular súper héroe estadounidense Superman, se encuentran petrificados en el silencio y la oscuridad en un espacio, que antiguamente estuvo cubierto por agua caliente y que ahora es un sitio mortalmente peligroso. Las formaciones aparentan ser de hielo pero la temperatura al interior asciende a 50 grados y la humedad al 100%, lo que impide a una persona permanecer en su interior más de 10 minutos sin arriesgarse a sufrir un colapso.
La particularidad de la Cueva de los Cristales, es que nunca antes se había tenido noticias de una cristalización de selenita como ésta, comúnmente lo hace en forma variadas de prismas y rombos.
Para visitar Naica hay que cubrir ciertos requisitos, lo mejor es llamar con la empresa que opera la cueva y hacer reservaciones.
Más información: www.naica.com.mx
Para llegar a la mina, que data de 1794, hay que atravesar una carretera que cruza en medio de la hacienda Santa Gertrudis, un inmenso rancho, propiedad del Ejército mexicano donde los militares adiestran a sus tropas.
Junto a la ladera de un cerro y entorno a la planta minera, se extiende el pueblo de Naica con cinco mil habitantes, de los cuales el 60% obtiene sus ingresos de la explotación de la tierra de la empresa mexicana Peñoles. De este yacimiento de plomo, zinc y plata se han extraído en toda la historia, 35 millones de toneladas de minerales y actualmente trabajan 420 mineros, 70 empleados administrativos y 130 contratistas.
Maravillosas formaciones
El ingreso a la mina se hace a través de una boca tenebrosa y en pendiente, que se recorre a bordo de camionetas que se internan en una intrincada red de caminos subterráneos. La primera prueba del increíble descubrimiento, se dio en 1910 cuando se halló a 120 metros de profundidad en Naica una oquedad que fue bautizada como la Cueva de las Espadas: una formación de cristales de selenita, a base de yeso cristalizado y sulfato de calcio hidratado, delgados y verticales de más de un metro de longitud.
Jesús García, director de seguridad en Naica, relata que la fama de estos cristales pronto corrió y desde entonces el socavón de 80 metros de longitud, no ha dejado de ser visitado. Actualmente cuenta con una iluminación especial y andamios para apreciar las paredes, piso y techo cubiertos por los cristales.
El 21 de julio de 1999 un operador de una excavadora, que recogía escombros en un crucero de la mina a 290 metros de profundidad, descubrió una hendidura de unos tres metros de espesor, por la que logró ingresar a una especie de geoda de unos ocho metros de diámetro, envuelta en cristales blancos y transparentes de gran tamaño.
De película
Sus cristales, que recuerdan a la guarida del popular súper héroe estadounidense Superman, se encuentran petrificados en el silencio y la oscuridad en un espacio, que antiguamente estuvo cubierto por agua caliente y que ahora es un sitio mortalmente peligroso. Las formaciones aparentan ser de hielo pero la temperatura al interior asciende a 50 grados y la humedad al 100%, lo que impide a una persona permanecer en su interior más de 10 minutos sin arriesgarse a sufrir un colapso.
La particularidad de la Cueva de los Cristales, es que nunca antes se había tenido noticias de una cristalización de selenita como ésta, comúnmente lo hace en forma variadas de prismas y rombos.
Para visitar Naica hay que cubrir ciertos requisitos, lo mejor es llamar con la empresa que opera la cueva y hacer reservaciones.
Más información: www.naica.com.mx