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La Meseta Redonda de Lagos
Dueña del horizonte de los Altos de Jalisco, la mole de roca se levanta, orgullosa, como una bella estampa de nuestro Estado
GUADALAJARA, JALISCO (03/MAY/2015).- Estoy seguro de que no hay viajero a quien no le haya llamado la atención un enorme cerro plano como un pastel, que luce muy altivo en las cercanías de Lagos de Moreno, no muy lejos del cruce de las carreteras que van a México, León o Aguascalientes.
Cada vez que pasábamos por las cercanías de esa arrogante meseta, nos causaba una cierta atracción su misteriosa forma plana tan diferente a cualquier otra montaña. Había “un algo” que parecía llamarnos cada vez que la veíamos; pero el encanto quedaba en el limbo del suspenso debido a la dichosa prisa que siempre tenemos de llegar a donde sea.
—Algún día averiguaremos la causa de ese encantamiento— decíamos: y así pasaba el tiempo. Pero entre más nos enterábamos de sus mitos y leyendas, la atracción iba en aumento.
En días pasados —pretextando no sé qué tantas cosas— montamos en la camioneta y decidimos averiguar algunos de sus tan mentados secretos.
Al llegar al cruce de carreteras, en un cierto punto que nos latió… arrancamos por un intríngulis de veredas polvorientas investigando cual sería la que nos llevaría al pie de la montaña. La primera nos condujo a la ya muy conocida brechita que intenta subir peligrosamente por la ladera norte, y termina un poco más de a medio cerro contra un macizo de rocas. Alguna vez ya habíamos intentado ese ascenso en el que, en la última etapa a pié tuvimos que claudicar por no traer agua ni comida: imprescindibles en cualquier excursión por sencilla que parezca.
Investigando nuevas brechas para llegar al lado norte, con el sol implacable y un montón de “i griegas” polvorosas… un letrero chueco nos indicaba que por un lado se iba al Paso de la Mesa y por el otro a ¡Jesús con la Paz y al Circo! Ciertamente decidimos por el primero.
Al llegar al Paso… me asomé por la ventana de una tiendita para llamar con la voz de “…quieeeren…” como se acostumbra hacer en las rancherías para solicitar atención. Una vivaracha muchacha llamada María del Rosario fue quien acudió al llamado.
Marychayo, además de darnos información de cómo subir a la montaña, se ofreció a ser nuestra guía para el ascenso. —En una media hora estamos arriba— nos dijo muy alegre. De inmediato aceptamos su propuesta.
Un viaje único
El solo inicio de la travesía, entre corrales, cercos de alambre y huisaches espinosos, nos tomó la primera hora de asoleada caminata sin llegar aún a la montaña.
Eran ya como las tres y media de la tarde, cuando una pared de roca ardiente se presentaba como la siguiente y retadora etapa de la excursión.
—Se ve difícil— nos decía sonriente Marychayo; —pero si vamos despacito… luego lueguito llegaremos—.
La tentación de conquistar aquel pastel de roca fue mayor que los riesgos. Y a la voz de “sin parar, sin descansar, un pasito, un pasito tenemos que dar”, roca tras roca (caliente como comal) fue siendo superada la pared… ¡sin voltear abajo!
Una buena hora más tarde: con manos, pies y rodillas medios maltratados… al borde de la meseta, cinco enormes cristos maltrechos eran quienes nos estaban recibiendo. Cinco grandes cruces colocadas por los peregrinos que van a San Juan de los Lagos.
Los cristos… (me causó extrañeza)… todos miran a los verdes plantíos de abajo… y ninguno parece poner atención a la plana, yerma, vasta y árida meseta… (?).
Como el descenso (casi vertical) se veía aterrador, y sabiendo que en la montaña la mayoría de los accidentes suceden de bajada… decidimos cruzar toda la meseta y bajar por el lado norte que está menos difícil, aunque al llegar abajo tuviéramos que rodear todo el cerro para regresar a la camioneta.
Aunque nunca vimos fantasmas, muertos ni aparecidos, ni oímos los aullidos que nos platicaban… el trayecto fue formidable, tanto por la extraña vegetación característica del desierto, como por el misterioso sentimiento que se vive en la asoleada planicie yerma.
Ahí… el viento… que siempre está soplando… no deja de tener un aire de misterio …tan lejano como cercano… que parece enredarse …sin tiempo… entre las espinas de la maleza hirsuta de aquel comal… tan caliente, tan alto y tan vistoso.
PD: Escribí esto con un profundo dolor por la injusta muerte de nuestro queridísimo Álvaro Chávez Ochoa.
SABER MÁS
Preservación
Desgraciadamente los peregrinos están causando graves daños a la frágil naturaleza de la montaña; maltratando las delicadas plantas semi-desérticas de la planicie, y dejando basuras, desechos de todas clases y hasta ¡fogatas encendidas!
¿Qué no entienden que toda esta meseta es un templo? ¿Qué no entienden que las iglesias son asunto humano y la naturaleza es la que es divina? Cuidar lo que nos fue prestado es rezar sin palabrería.
Demos gracias por este cerro, y cuidémoslo para los que vendrán más tarde.
Cada vez que pasábamos por las cercanías de esa arrogante meseta, nos causaba una cierta atracción su misteriosa forma plana tan diferente a cualquier otra montaña. Había “un algo” que parecía llamarnos cada vez que la veíamos; pero el encanto quedaba en el limbo del suspenso debido a la dichosa prisa que siempre tenemos de llegar a donde sea.
—Algún día averiguaremos la causa de ese encantamiento— decíamos: y así pasaba el tiempo. Pero entre más nos enterábamos de sus mitos y leyendas, la atracción iba en aumento.
En días pasados —pretextando no sé qué tantas cosas— montamos en la camioneta y decidimos averiguar algunos de sus tan mentados secretos.
Al llegar al cruce de carreteras, en un cierto punto que nos latió… arrancamos por un intríngulis de veredas polvorientas investigando cual sería la que nos llevaría al pie de la montaña. La primera nos condujo a la ya muy conocida brechita que intenta subir peligrosamente por la ladera norte, y termina un poco más de a medio cerro contra un macizo de rocas. Alguna vez ya habíamos intentado ese ascenso en el que, en la última etapa a pié tuvimos que claudicar por no traer agua ni comida: imprescindibles en cualquier excursión por sencilla que parezca.
Investigando nuevas brechas para llegar al lado norte, con el sol implacable y un montón de “i griegas” polvorosas… un letrero chueco nos indicaba que por un lado se iba al Paso de la Mesa y por el otro a ¡Jesús con la Paz y al Circo! Ciertamente decidimos por el primero.
Al llegar al Paso… me asomé por la ventana de una tiendita para llamar con la voz de “…quieeeren…” como se acostumbra hacer en las rancherías para solicitar atención. Una vivaracha muchacha llamada María del Rosario fue quien acudió al llamado.
Marychayo, además de darnos información de cómo subir a la montaña, se ofreció a ser nuestra guía para el ascenso. —En una media hora estamos arriba— nos dijo muy alegre. De inmediato aceptamos su propuesta.
Un viaje único
El solo inicio de la travesía, entre corrales, cercos de alambre y huisaches espinosos, nos tomó la primera hora de asoleada caminata sin llegar aún a la montaña.
Eran ya como las tres y media de la tarde, cuando una pared de roca ardiente se presentaba como la siguiente y retadora etapa de la excursión.
—Se ve difícil— nos decía sonriente Marychayo; —pero si vamos despacito… luego lueguito llegaremos—.
La tentación de conquistar aquel pastel de roca fue mayor que los riesgos. Y a la voz de “sin parar, sin descansar, un pasito, un pasito tenemos que dar”, roca tras roca (caliente como comal) fue siendo superada la pared… ¡sin voltear abajo!
Una buena hora más tarde: con manos, pies y rodillas medios maltratados… al borde de la meseta, cinco enormes cristos maltrechos eran quienes nos estaban recibiendo. Cinco grandes cruces colocadas por los peregrinos que van a San Juan de los Lagos.
Los cristos… (me causó extrañeza)… todos miran a los verdes plantíos de abajo… y ninguno parece poner atención a la plana, yerma, vasta y árida meseta… (?).
Como el descenso (casi vertical) se veía aterrador, y sabiendo que en la montaña la mayoría de los accidentes suceden de bajada… decidimos cruzar toda la meseta y bajar por el lado norte que está menos difícil, aunque al llegar abajo tuviéramos que rodear todo el cerro para regresar a la camioneta.
Aunque nunca vimos fantasmas, muertos ni aparecidos, ni oímos los aullidos que nos platicaban… el trayecto fue formidable, tanto por la extraña vegetación característica del desierto, como por el misterioso sentimiento que se vive en la asoleada planicie yerma.
Ahí… el viento… que siempre está soplando… no deja de tener un aire de misterio …tan lejano como cercano… que parece enredarse …sin tiempo… entre las espinas de la maleza hirsuta de aquel comal… tan caliente, tan alto y tan vistoso.
PD: Escribí esto con un profundo dolor por la injusta muerte de nuestro queridísimo Álvaro Chávez Ochoa.
SABER MÁS
Preservación
Desgraciadamente los peregrinos están causando graves daños a la frágil naturaleza de la montaña; maltratando las delicadas plantas semi-desérticas de la planicie, y dejando basuras, desechos de todas clases y hasta ¡fogatas encendidas!
¿Qué no entienden que toda esta meseta es un templo? ¿Qué no entienden que las iglesias son asunto humano y la naturaleza es la que es divina? Cuidar lo que nos fue prestado es rezar sin palabrería.
Demos gracias por este cerro, y cuidémoslo para los que vendrán más tarde.