Suplementos
Hacienda de Zapotitán Jalisco
Enigmáticas ruinas
Considerada como la segunda en importancia por su producción y su extensión territorial, estaba ubicada al Oeste de la cabecera municipal de Jocotepec Jalisco, hoy, solo quedan enigmáticas ruinas.
La hacienda de “Zapotitán”, (cerro de Zapotes), como se conoce al pueblo donde está ubicada, llegó a ser considerada como segunda en importancia en el área, por su capacidad como productora de granos y su extensión territorial. En las tierras cultivables de este gran valle se sembraba maíz, frijol, garbanzo y en algunas ocasiones trigo.
El nombre con el que se le conoció a esta hacienda en sus años de esplendor fue el de Hacienda de San Ignacio de Loyola, su santo patrono, y aunque no se encuentran registros de una imagen de este santo, sí se encontraron de la sagrada imagen de la Virgen de la Purísima Concepción que llegó a la hacienda en 1906, después de uno de los viajes de los administradores a España, cuando entre los regalos que eran traídos a los peones venia la imagen comprada en Roma y la cual se colocó en el altar mayor de la capilla de la hacienda.
Con referencia al casco de la hacienda se dice que fue terminada de construir el 2 de junio de 1895, entre los dueños de la hacienda se menciona en sus inicios a Luis Toledo y al señor Guillermo Castillo.
Esta construcción tenía una gran extensión que abarca lo que ahora son las calles de Abasolo, Pedro Moreno y 20 de Noviembre y su destrucción provino de la venta de ésta, en fracciones a varios propietarios. Incluso en el sitio en el que hoy se encuentra la Iglesia del pueblo, separada tan sólo por una calle de lo que queda del casco de la hacienda, en su momento estuvieron ubicados los graneros, ese espacio fue una donación al pueblo para que en él se erigiera el templo, donación realizada cuando se vendió parte de la hacienda entre los hermanos Jerónimo y Elisa Gómez, de ascendencia española.
Se tiene registro de que tenían 9 haciendas adjuntas, de entre las que se recuerdan la estancia de Ayones, Huescalapa, Santo Domingo, Santo Tomas de Aquino, hacienda del Carmen en Ahualulco, la Hacienda de San Ignacio en Zapotitán y otras. Todo el dinero que producían estas haciendas, era traído a Zapotitán para que más tarde fuera trasladado al puerto de Veracruz y de ahí llevarlo por mar a España.
Y es de este hecho del que proviene la total destrucción del lugar, pues la gente que más tarde compró las fracciones del casco lo fueron destruyendo poco a poco con la idea de encontrar escondido en las paredes o en los suelos, todo ese dinero que era traído a la hacienda, pues a nadie eran revelados los movimientos que se hacían para trasladar el dinero y que hasta hace pocos años fueron revelados por uno de los administradores más jóvenes de aquellos tiempos y que a su muy avanzada edad, en uno de sus relatos reveló la manera en que el dinero era trasladado a España, sacándolo por las noches del lugar en carretas resguardadas, sin que nadie se diera cuenta.
En cuanto a la arquitectura de la hacienda, la componían portales casi en su totalidad, en una de sus partes laterales aún es posible contemplar la arqueada arquitectura a base de ladrillos, quedan vestigios aun de su capilla que conserva sus paredes y una parte de su nicho, los techo casi en su totalidad caídos, dejan entrar los rayos de luz del día y lo dejan seguir siendo un bello lugar aún con sus suelos enramados.
Se dice que tenía también una cárcel y una covacha donde se guardaban sillas de montar y otras herramientas, en este lugar, dicen, había un túnel en el interior y se cuenta también de un fortín que se usaba en tiempos de la revolución para protegerse de los ataques revolucionarios, se trataba de una estructura semicircular con hendiduras delgadas por donde tan solo cabía el cañón de las carabinas.
Ya para 1985 el temblor vino a acabar con lo que quedaba del esplendoroso lugar y actualmente solo se conserva una parte del diseño original, un patio central utilizado para desgranar mazorcas, salones casi caídos, algunos con la pintura original casi traslucida, puertas de madera, algunas de pie, otras colgantes y un viejo baúl que ha sobrevivido a las inclemencias del tiempo sin cambiar de lugar. El sitio donde se guardaban las sillas de montar ahora alberga la sala de una nueva construcción, de la que también se asoma hacia la calle principal un tímido torreón aun de pie.
La hacienda de “Zapotitán”, (cerro de Zapotes), como se conoce al pueblo donde está ubicada, llegó a ser considerada como segunda en importancia en el área, por su capacidad como productora de granos y su extensión territorial. En las tierras cultivables de este gran valle se sembraba maíz, frijol, garbanzo y en algunas ocasiones trigo.
El nombre con el que se le conoció a esta hacienda en sus años de esplendor fue el de Hacienda de San Ignacio de Loyola, su santo patrono, y aunque no se encuentran registros de una imagen de este santo, sí se encontraron de la sagrada imagen de la Virgen de la Purísima Concepción que llegó a la hacienda en 1906, después de uno de los viajes de los administradores a España, cuando entre los regalos que eran traídos a los peones venia la imagen comprada en Roma y la cual se colocó en el altar mayor de la capilla de la hacienda.
Con referencia al casco de la hacienda se dice que fue terminada de construir el 2 de junio de 1895, entre los dueños de la hacienda se menciona en sus inicios a Luis Toledo y al señor Guillermo Castillo.
Esta construcción tenía una gran extensión que abarca lo que ahora son las calles de Abasolo, Pedro Moreno y 20 de Noviembre y su destrucción provino de la venta de ésta, en fracciones a varios propietarios. Incluso en el sitio en el que hoy se encuentra la Iglesia del pueblo, separada tan sólo por una calle de lo que queda del casco de la hacienda, en su momento estuvieron ubicados los graneros, ese espacio fue una donación al pueblo para que en él se erigiera el templo, donación realizada cuando se vendió parte de la hacienda entre los hermanos Jerónimo y Elisa Gómez, de ascendencia española.
Se tiene registro de que tenían 9 haciendas adjuntas, de entre las que se recuerdan la estancia de Ayones, Huescalapa, Santo Domingo, Santo Tomas de Aquino, hacienda del Carmen en Ahualulco, la Hacienda de San Ignacio en Zapotitán y otras. Todo el dinero que producían estas haciendas, era traído a Zapotitán para que más tarde fuera trasladado al puerto de Veracruz y de ahí llevarlo por mar a España.
Y es de este hecho del que proviene la total destrucción del lugar, pues la gente que más tarde compró las fracciones del casco lo fueron destruyendo poco a poco con la idea de encontrar escondido en las paredes o en los suelos, todo ese dinero que era traído a la hacienda, pues a nadie eran revelados los movimientos que se hacían para trasladar el dinero y que hasta hace pocos años fueron revelados por uno de los administradores más jóvenes de aquellos tiempos y que a su muy avanzada edad, en uno de sus relatos reveló la manera en que el dinero era trasladado a España, sacándolo por las noches del lugar en carretas resguardadas, sin que nadie se diera cuenta.
En cuanto a la arquitectura de la hacienda, la componían portales casi en su totalidad, en una de sus partes laterales aún es posible contemplar la arqueada arquitectura a base de ladrillos, quedan vestigios aun de su capilla que conserva sus paredes y una parte de su nicho, los techo casi en su totalidad caídos, dejan entrar los rayos de luz del día y lo dejan seguir siendo un bello lugar aún con sus suelos enramados.
Se dice que tenía también una cárcel y una covacha donde se guardaban sillas de montar y otras herramientas, en este lugar, dicen, había un túnel en el interior y se cuenta también de un fortín que se usaba en tiempos de la revolución para protegerse de los ataques revolucionarios, se trataba de una estructura semicircular con hendiduras delgadas por donde tan solo cabía el cañón de las carabinas.
Ya para 1985 el temblor vino a acabar con lo que quedaba del esplendoroso lugar y actualmente solo se conserva una parte del diseño original, un patio central utilizado para desgranar mazorcas, salones casi caídos, algunos con la pintura original casi traslucida, puertas de madera, algunas de pie, otras colgantes y un viejo baúl que ha sobrevivido a las inclemencias del tiempo sin cambiar de lugar. El sitio donde se guardaban las sillas de montar ahora alberga la sala de una nueva construcción, de la que también se asoma hacia la calle principal un tímido torreón aun de pie.