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Guillermo de Anda, estudioso del inframundo maya
Este arqueólogo subacuático es el primer mexicano distinguido como Emerging Explorer que otorga National Geographic
GUADALAJARA, JALISCO (22/SEP/2013).- Si de algo puede jactarse Guillermo de Anda es que vive en el inframundo marino de México. No está muerto, por el contrario, cuando coloca las aletas plastificadas en sus pies, se convierte en el mexicano más ágil de los mantos acuíferos. Su objetivo es traducir lo que la cultura maya estampó en la Naturaleza hace más de mil 900 años.
Guillermo es arqueólogo subacuático. A los 13 años de edad vivió su primera experiencia como buceador. Hoy, este hombre de 52 años, es el primer mexicano en obtener el título de Emerging Explorer que National Geographic otorga celosa y selectivamente a los investigadores especializados y con impacto internacional. Sus indagatorias y descubrimientos sobre la relación que mantenía la cultura maya con los mantos acuíferos de Yucatán han dado la vuelta al mundo.
El camino hacia las profundidades del mar no ha sido fácil, explica Guillermo al recordar los vaivenes que la vida le ha impuesto para lograr las especializaciones con las que cuenta actualmente: es un experto en cenotes y cuevas, tanto terrenales como acuáticas. También es un especialista en el estudio de huesos humanos y todo un maestro de la cosmovisión maya. Otra de sus facetas es la docencia, al ejercerse como profesor en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán.
Este buceador empedernido se ha resistido a abandonar México ante las ofertas de trabajo de investigación en diferentes latitudes, principalmente en Estados Unidos. Guillermo es el portador de las llaves al inframundo maya, pues a través de sus exploraciones, el investigador se ha transformado en el traductor de los mensajes que la cultura prehispánica decretó en la Península de Yucatán, con lo que logró ser también la punta de lanza hacia un maridaje turístico y educativo.
“El turismo me parece maravilloso, es fundamental para nuestro país, pero nos hace falta hacer una buena planeación para que los turistas, por una parte disfruten más, y por otra saquen el mejor partido de los lugares y no afecte los sitios”.
El íntimo estudio que Guillermo tiene sobre los cenotes y cuevas de la península mexicana ha permitido que miles de turistas disfruten anualmente de los paisajes y las aguas termales que los mayas consideraban como sagrados. Y aunque ahora estos puntos de atracción turística lucen abarrotados por familias enteras, el buzo confiesa que si pudiera reencarnar, lo haría en su misma persona, pero en los tiempos de plenitud de esta ancestral cultura.
Vocación de temple y desafío
“El miedo en un explorador es esencial”, argumenta el buzo mientras recapitula las exigencias que el ser arqueólogo subacuático le implica al momento de sumergirse hasta más de 40 metros de profundidad en el mar.
“Si no tenemos miedo nos volvemos personas temerarias y eso es muy peligroso. El miedo te hace estar alerta, con una adrenalina controlada. El miedo a perderte, a que se te acabe el suministro de aire o a que tengas una descomprensión, es una parte importante de nuestro trabajo”, detalla de Anda al explicar cómo realiza el suministro de oxígeno que siempre se divide en tres porciones: una para la ida, otra para el regreso, y una última como alternativa ante cualquier contingencia de peligro.
Además de todo su conocimiento antropológico, Guillermo de Anda se ha convertido en un experto en escalar, acomodar cuerdas y equipo de buceo, así como a sobrellevar las largas estadías lejos de familia.
Recuerda que su primera inmersión en un cenote, fue hace 25 años, y fue el fallecido explorador Parker Turner, quien lo inició en la pasión por las cuevas: “esa primera vez vi un cráneo humano y se ha quedado como un recuerdo imborrable, porque cambió mi vida. Despertó una gran curiosidad, y aunque ya tenía entrenamiento arqueológico, me pregunté qué fue lo que pasó con ese cráneo, qué edad tenía, cómo murió, si lo habían sacrificado o fue muerte natural, qué pasó, porque a todas luces era un cráneo prehispánico, maya y con deformación”.
Como pez en el agua
Guillermo de Anda llegó a National Geographic por suerte, comenta sonriente al aclarar que él jamás pensó en que algún día formaría parte del club de explorers de la prestigiada agencia de investigación. El buzo mexicano expresa preocupación ante la poca difusión que su profesión tiene, y no por buscar un reconocimiento personal, sino por motivar a los jóvenes a especializarse en la arqueología subacuática, como lo ha hecho él desde hace ya 40 años.
Los ojos del mundo prestaron atención a Guillermo y su equipo de investigación luego de que National Geographic publicó en su portal web la fotografía que daba cuenta del encuentro con el portal del inframundo maya. Aquello fue en 2008. Esa publicación nació del proyecto “Culto al Cenote”, en el que el buzo especificara los descubrimientos entre la relación de los mayas y el mundo marino, con apoyo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Aunque Guillermo destaca con ironía que su trabajo como investigador y buzo no es de los empleos mejor pagados, asegura disfrutar plenamente de su profesión, la cual le implica hasta permanecer más de seis horas bajo el agua.
“Me encantaría reencarnar teniendo el conocimiento que tengo, a un tiempo más temprano de la arqueología para ver los contextos intocados, eso es un sueño. Cómo pudo haber estado esto antes de que lo modificaran, lo saquearan”.
Guillermo es arqueólogo subacuático. A los 13 años de edad vivió su primera experiencia como buceador. Hoy, este hombre de 52 años, es el primer mexicano en obtener el título de Emerging Explorer que National Geographic otorga celosa y selectivamente a los investigadores especializados y con impacto internacional. Sus indagatorias y descubrimientos sobre la relación que mantenía la cultura maya con los mantos acuíferos de Yucatán han dado la vuelta al mundo.
El camino hacia las profundidades del mar no ha sido fácil, explica Guillermo al recordar los vaivenes que la vida le ha impuesto para lograr las especializaciones con las que cuenta actualmente: es un experto en cenotes y cuevas, tanto terrenales como acuáticas. También es un especialista en el estudio de huesos humanos y todo un maestro de la cosmovisión maya. Otra de sus facetas es la docencia, al ejercerse como profesor en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán.
Este buceador empedernido se ha resistido a abandonar México ante las ofertas de trabajo de investigación en diferentes latitudes, principalmente en Estados Unidos. Guillermo es el portador de las llaves al inframundo maya, pues a través de sus exploraciones, el investigador se ha transformado en el traductor de los mensajes que la cultura prehispánica decretó en la Península de Yucatán, con lo que logró ser también la punta de lanza hacia un maridaje turístico y educativo.
“El turismo me parece maravilloso, es fundamental para nuestro país, pero nos hace falta hacer una buena planeación para que los turistas, por una parte disfruten más, y por otra saquen el mejor partido de los lugares y no afecte los sitios”.
El íntimo estudio que Guillermo tiene sobre los cenotes y cuevas de la península mexicana ha permitido que miles de turistas disfruten anualmente de los paisajes y las aguas termales que los mayas consideraban como sagrados. Y aunque ahora estos puntos de atracción turística lucen abarrotados por familias enteras, el buzo confiesa que si pudiera reencarnar, lo haría en su misma persona, pero en los tiempos de plenitud de esta ancestral cultura.
Vocación de temple y desafío
“El miedo en un explorador es esencial”, argumenta el buzo mientras recapitula las exigencias que el ser arqueólogo subacuático le implica al momento de sumergirse hasta más de 40 metros de profundidad en el mar.
“Si no tenemos miedo nos volvemos personas temerarias y eso es muy peligroso. El miedo te hace estar alerta, con una adrenalina controlada. El miedo a perderte, a que se te acabe el suministro de aire o a que tengas una descomprensión, es una parte importante de nuestro trabajo”, detalla de Anda al explicar cómo realiza el suministro de oxígeno que siempre se divide en tres porciones: una para la ida, otra para el regreso, y una última como alternativa ante cualquier contingencia de peligro.
Además de todo su conocimiento antropológico, Guillermo de Anda se ha convertido en un experto en escalar, acomodar cuerdas y equipo de buceo, así como a sobrellevar las largas estadías lejos de familia.
Recuerda que su primera inmersión en un cenote, fue hace 25 años, y fue el fallecido explorador Parker Turner, quien lo inició en la pasión por las cuevas: “esa primera vez vi un cráneo humano y se ha quedado como un recuerdo imborrable, porque cambió mi vida. Despertó una gran curiosidad, y aunque ya tenía entrenamiento arqueológico, me pregunté qué fue lo que pasó con ese cráneo, qué edad tenía, cómo murió, si lo habían sacrificado o fue muerte natural, qué pasó, porque a todas luces era un cráneo prehispánico, maya y con deformación”.
Como pez en el agua
Guillermo de Anda llegó a National Geographic por suerte, comenta sonriente al aclarar que él jamás pensó en que algún día formaría parte del club de explorers de la prestigiada agencia de investigación. El buzo mexicano expresa preocupación ante la poca difusión que su profesión tiene, y no por buscar un reconocimiento personal, sino por motivar a los jóvenes a especializarse en la arqueología subacuática, como lo ha hecho él desde hace ya 40 años.
Los ojos del mundo prestaron atención a Guillermo y su equipo de investigación luego de que National Geographic publicó en su portal web la fotografía que daba cuenta del encuentro con el portal del inframundo maya. Aquello fue en 2008. Esa publicación nació del proyecto “Culto al Cenote”, en el que el buzo especificara los descubrimientos entre la relación de los mayas y el mundo marino, con apoyo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Aunque Guillermo destaca con ironía que su trabajo como investigador y buzo no es de los empleos mejor pagados, asegura disfrutar plenamente de su profesión, la cual le implica hasta permanecer más de seis horas bajo el agua.
“Me encantaría reencarnar teniendo el conocimiento que tengo, a un tiempo más temprano de la arqueología para ver los contextos intocados, eso es un sueño. Cómo pudo haber estado esto antes de que lo modificaran, lo saquearan”.