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¿Es Hillary invencible?
La tan anunciada precandidatura plantea un dilema inicial: ¿Será capaz de reconstruir la esperanza que generó Barack Obama?
GUADALAJARA, JALISCO (19/ABR/2015).- Nadie lo duda: Hillary Clinton será la candidata del Partido Demócrata a la presidencia de los Estados Unidos. Ni siquiera el actual vicepresidente, Joe Biden, podría hacerle sombra. Las encuestas son demoledoras: 65% de los simpatizantes del Partido la quieren como su candidata para la elección presidencial de 2016. Hillary ha sido capaz de tejer en estos años, tras dejar su puesto como secretaria de Estado de Barack Obama, una sólida coalición al interior de su partido que le asegura una amplia ventaja en la competencia por la nominación demócrata.
A diferencia de Obama, Hillary ha sido capaz de encontrar el respaldo de los “viejos lobos” del partido, esos que tienen las relaciones económicas suficientes como para meterle buen dinero a su campaña. Y sabemos que especialmente en Estados Unidos, aunque también en muchas otras democracias, las elecciones se ganan con un desembolso muy importante de recursos. Las primeras estimaciones publicadas por el New York Times y por la revista The Atlantic, arrojan que el gasto de campaña de Hillary Clinton rondaría los tres mil millones de dólares (45 mil millones de pesos, el presupuesto anual de muchos estados en México).
Sin embargo, ¿qué tan segura tiene la victoria Clinton contra los republicanos? ¿Es Obama un activo o un pasivo para Clinton? ¿Cuáles serán los temas clave de la campaña? ¿Hillary se moverá a la izquierda o se mantendrá con su perfil centrista? ¿Qué posición tiene Hillary en problemas concretos como la migración?
La herencia Obama
Es ya un punto común decir que Obama fue mejor candidato que presidente. Tengo mis dudas. Durante sus más de seis años en la Casa Blanca logró la aprobación de la reforma en materia de seguridad médica; Estados Unidos salió de la crisis y hoy en día experimenta la tasa de desempleo más baja de la última década (pasó de 10% en 2009 a 6% en 2014); nuestro vecino del norte está convertido en la “locomotora económica del mundo”, con crecimientos superiores a la media de los países desarrollados y con expectativa de crecer a más de 3% en 2015, 2016 y 2017. Parecería que Obama cumplió. Y sin embargo, la tasa de popularidad del presidente es muy baja: entre 42 y 48%, según la encuesta que se tome.
De ahí surge el dilema para Hillary. Por un lado, la precandidata del Partido Demócrata está obligada a reconstruir esa coalición social que llevó a Obama a la Casa Blanca. Esa coincidencia electoral inédita que se forjó entre la clase blanca educada, los afroamericanos y los latinos. En esos tres sectores, Obama les metió una “paliza” a los republicanos. Y aunque perdió respaldo entre los blancos educados en las elecciones intermedias, este mismo grupo volvió a votar por él en la elección presidencial de 2012. Entre latinos y afros, la ventaja de Obama fue implacable: 70% y 81%, respectivamente. Hillary tiene en Obama a su mejor activo para reconstruir esta alianza entre sectores.
Sin embargo, Obama no es un activo para otros nichos de electores que están enojados con algunas medidas presidenciales. Ahí tenemos a los trabajadores blancos, vinculados a los sindicatos y que constituye una parte vital de la estructura electoral demócrata. Si bien estos trabajadores, muchos de ellos laborando en el mercado automovilístico o de industria pesada, calificaron positivamente el rescate emprendido por Obama en los primeros años de la crisis, ahora no están contentos con el tipo de empleos que ha generado el Presidente desde 2013. Y es que según los datos oficiales, ocho de cada 10 empleos que se han creado en Estados Unidos son precarios y con salarios por debajo de la media. Así, aunque Obama ha logrado bajar casi cuatro puntos la tasa de desempleo desde los momentos más dramáticos de la crisis, es innegable que los empleos creados no son los que esperan los trabajadores de clase media en los Estados Unidos. Este punto es especialmente relevante en estados como Ohio, Georgia o incluso Florida, demarcaciones clave para ganar la presidencia de los Estados Unidos.
A pesar de esto, sabemos el nexo estrecho entre los Clinton y esta base del Partido Demócrata. Una de las medidas estrella de Hillary (por cierto, también propuesta por Obama) será el aumento del salario mínimo en los Estados Unidos. Una medida que aborrecen los republicanos y que encuentra buen eco entre los sectores más progresistas del Partido Demócrata.
Desigualdad, migración y política exterior
No podemos negar que la lucha contra la desigualdad ha sido una de las arenas predilectas de Obama. Tras el movimiento “Occupy Wall Street”, la preocupación por la concentración de la riqueza ya no es monopolio de la izquierda radical del Partido Demócrata, sino una demanda que comienza a generalizarse. Basta con ver los datos. El 1% de los más ricos de Estados Unidos tiene ganancias al año por más de 27 millones de dólares, mientras que el 99% restante promedia ingresos por 30 mil dólares al año. Este mismo 1% de los americanos controla 34% de la economía y el otro 9% más rico monopoliza 38.5% de la riqueza. Eso quiere decir que el 10% más ricos de las familias de Estados Unidos controla aproximadamente 72.5% de la riqueza del país. Unas cifras de escándalo en el país que se autodenomina el “campeón de la igualdad de oportunidades”.
El discurso de Obama fue simple: “la desigualdad pone en riesgo el “sueño americano”. No es posible hablar de un país fincado en la cultura del esfuerzo y el crecimiento personal, cuando las disparidades son tan amplias. Hillary seguirá esa ruta, aunque le restará énfasis al papel del Gobierno en frases como: “no creo que el Gobierno tenga solución a todos los problemas”. Así, la plataforma de Hillary claramente se mueve hacia la izquierda, no sabemos si por estrategia de cara a las primarias del Partido Demócrata o si, por el contrario, considera que recorrerse hacia la izquierda es una buena táctica para vencer a los republicanos. Y es que según el Pew Research, para 46% de los americanos, la desigualdad es un problema “muy grande” (un porcentaje que ha crecido aunque sigue siendo menor que en Europa donde 60% opina que es un problema muy grave). Ante esto, todo parece indicar que la estrategia de Hillary es seguir en esa ruta de Obama, aunque cambiando matices, proponiendo soluciones distintas y, definitivamente, mencionando lo menos posible al actual presidente de los Estados Unidos.
La migración es un asunto complejo. Y con algo de esquizofrenia durante la gestión de Obama. El mismo presidente que envió la Orden Ejecutiva más liberalizadora del trabajo migrante en décadas también es el mismo mandatario que encabezó una auténtica cruzada para deportar a miles y a miles de trabajadores sin papeles en los Estados Unidos. A pesar de estas contradicciones, Obama logró seducir de nuevo al voto latino, ganando la reelección con un innegable apoyo de los hispanos, pero también (aunque con menos distancia) se llevó el voto de este segmento social en las intermedias del año pasado.
¿Qué pasará con Hillary en este tema? Es, tal vez, una de las mayores incógnitas de su precandidatura. Si bien, el martes pasado anunció que su tesorero de campaña será el mexico-americano, José H. Villarreal, la comunidad hispana en los Estados Unidos sigue sin saber a ciencia cierta la posición de Hillary en esta materia. Marco Rubio, uno de los posibles candidatos por el Partido Republicano, ya declaró: “yo he hecho más que discursos por los inmigrantes”. Es un difícil equilibrio el que tendrá que buscar Hillary Clinton, ya que una parte de los trabajadores sindicalizados, afines al Partido Demócrata, no quieren la reforma migratoria que el vota hispano le está demandando con vehemencia.
Política Exterior es uno de sus puntos débiles. Sabemos que rara vez una campaña se define por este tema, sin embargo los republicanos han buscado fortalecer este tópico ante una economía que no es el flanco descubierto de los demócratas. Desde agosto del año pasado, Hillary Clinton comenzó a desmarcarse de Obama en esta materia. “El fracaso a la hora de crear una fuerza de combate creíble con las personas que originaron las protestas contra Asad —allí había islamistas, había seculares, había de todo entre ambos [extremos]—, ha dejado un gran vacío que ahora han llenado los yihadistas” mencionó en una abierta crítica a la postura de Obama en Siria. También ha dejado en claro que no comparte las visiones de Obama con respecto a Rusia, aunque con China también buscaría negociación y pragmatismo, antes que un tono duro contra el régimen de Pekín. Sin lugar a duda, la paradójicamente ex encargada de la política exterior de Obama, hará de ésta su punto de distanciamiento más claro con el actual presidente.
Los republicanos
La derecha en Estados Unidos se encuentra descolocada con el anuncio de la candidatura de Hillary Clinton. Existen muchos prospectos que buscan la candidatura a la presidencia por parte de los republicanos, aunque hoy en día lucen débiles. Ahí tenemos al ultraconservador Rand Paul o al senador Marco Rubio (denominado por la revista The Atlantic como el “Señor Suficiente-Mr. Good Enough”) e incluso Jeb Bush, quien fuera gobernador reelecto de Florida en el periodo 1998-2006. Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de tiradores, todas las encuestas colocan a Hillary muy por encima de los aspirantes republicanos. La distancia entre Clinton y el resto de los candidatos republicanos oscila entre los siete puntos y los 13 puntos de ventaja. Es cierto que falta mucho, aunque no deja de ser paradójico que tenga esta ventaja la candidata de un partido que fue vapuleado en las elecciones intermedias del año pasado.
La disputa se dará en distintas canchas. Los republicanos buscarán darle la vuelta a la política migratoria condenando la Orden Ejecutiva de Obama y privilegiando a los inmigrantes cualificados. Asimismo, buscarán llevar a Hillary hacia temas de política exterior sensibles como la normalización de las relaciones con Cuba o la permisividad de Obama con los planteamientos de los iraníes. Un punto fundamental para los republicanos será recuperar esa percepción de ser un partido centrista y que puede pactar. La radicalidad del partido durante los años de la presidencia de Obama ha provocado que muchos americanos vean en la derecha un proyecto de destrucción y no una plataforma política que busque acuerdos y consensos bipartidistas. Esta imagen rijosa y destructiva es poderosa dentro del electorado independiente, que define la elección en Estados Unidos.
Hillary parte con una amplia ventaja. Los republicanos están divididos y sin rumbo. Hilvanar una narrativa de cambio, aderezado con algunos guiños de continuidad, es una labor complicada, pero la carta de género y su “experiencia” son elementos que el electorado valora. Hoy en día, Hillary luce fuerte, sólo sus errores pueden quitarle sus aspiraciones de convertirse en la primer mujer que ocupa el Despacho Oval de la Casa Blanca.
A diferencia de Obama, Hillary ha sido capaz de encontrar el respaldo de los “viejos lobos” del partido, esos que tienen las relaciones económicas suficientes como para meterle buen dinero a su campaña. Y sabemos que especialmente en Estados Unidos, aunque también en muchas otras democracias, las elecciones se ganan con un desembolso muy importante de recursos. Las primeras estimaciones publicadas por el New York Times y por la revista The Atlantic, arrojan que el gasto de campaña de Hillary Clinton rondaría los tres mil millones de dólares (45 mil millones de pesos, el presupuesto anual de muchos estados en México).
Sin embargo, ¿qué tan segura tiene la victoria Clinton contra los republicanos? ¿Es Obama un activo o un pasivo para Clinton? ¿Cuáles serán los temas clave de la campaña? ¿Hillary se moverá a la izquierda o se mantendrá con su perfil centrista? ¿Qué posición tiene Hillary en problemas concretos como la migración?
La herencia Obama
Es ya un punto común decir que Obama fue mejor candidato que presidente. Tengo mis dudas. Durante sus más de seis años en la Casa Blanca logró la aprobación de la reforma en materia de seguridad médica; Estados Unidos salió de la crisis y hoy en día experimenta la tasa de desempleo más baja de la última década (pasó de 10% en 2009 a 6% en 2014); nuestro vecino del norte está convertido en la “locomotora económica del mundo”, con crecimientos superiores a la media de los países desarrollados y con expectativa de crecer a más de 3% en 2015, 2016 y 2017. Parecería que Obama cumplió. Y sin embargo, la tasa de popularidad del presidente es muy baja: entre 42 y 48%, según la encuesta que se tome.
De ahí surge el dilema para Hillary. Por un lado, la precandidata del Partido Demócrata está obligada a reconstruir esa coalición social que llevó a Obama a la Casa Blanca. Esa coincidencia electoral inédita que se forjó entre la clase blanca educada, los afroamericanos y los latinos. En esos tres sectores, Obama les metió una “paliza” a los republicanos. Y aunque perdió respaldo entre los blancos educados en las elecciones intermedias, este mismo grupo volvió a votar por él en la elección presidencial de 2012. Entre latinos y afros, la ventaja de Obama fue implacable: 70% y 81%, respectivamente. Hillary tiene en Obama a su mejor activo para reconstruir esta alianza entre sectores.
Sin embargo, Obama no es un activo para otros nichos de electores que están enojados con algunas medidas presidenciales. Ahí tenemos a los trabajadores blancos, vinculados a los sindicatos y que constituye una parte vital de la estructura electoral demócrata. Si bien estos trabajadores, muchos de ellos laborando en el mercado automovilístico o de industria pesada, calificaron positivamente el rescate emprendido por Obama en los primeros años de la crisis, ahora no están contentos con el tipo de empleos que ha generado el Presidente desde 2013. Y es que según los datos oficiales, ocho de cada 10 empleos que se han creado en Estados Unidos son precarios y con salarios por debajo de la media. Así, aunque Obama ha logrado bajar casi cuatro puntos la tasa de desempleo desde los momentos más dramáticos de la crisis, es innegable que los empleos creados no son los que esperan los trabajadores de clase media en los Estados Unidos. Este punto es especialmente relevante en estados como Ohio, Georgia o incluso Florida, demarcaciones clave para ganar la presidencia de los Estados Unidos.
A pesar de esto, sabemos el nexo estrecho entre los Clinton y esta base del Partido Demócrata. Una de las medidas estrella de Hillary (por cierto, también propuesta por Obama) será el aumento del salario mínimo en los Estados Unidos. Una medida que aborrecen los republicanos y que encuentra buen eco entre los sectores más progresistas del Partido Demócrata.
Desigualdad, migración y política exterior
No podemos negar que la lucha contra la desigualdad ha sido una de las arenas predilectas de Obama. Tras el movimiento “Occupy Wall Street”, la preocupación por la concentración de la riqueza ya no es monopolio de la izquierda radical del Partido Demócrata, sino una demanda que comienza a generalizarse. Basta con ver los datos. El 1% de los más ricos de Estados Unidos tiene ganancias al año por más de 27 millones de dólares, mientras que el 99% restante promedia ingresos por 30 mil dólares al año. Este mismo 1% de los americanos controla 34% de la economía y el otro 9% más rico monopoliza 38.5% de la riqueza. Eso quiere decir que el 10% más ricos de las familias de Estados Unidos controla aproximadamente 72.5% de la riqueza del país. Unas cifras de escándalo en el país que se autodenomina el “campeón de la igualdad de oportunidades”.
El discurso de Obama fue simple: “la desigualdad pone en riesgo el “sueño americano”. No es posible hablar de un país fincado en la cultura del esfuerzo y el crecimiento personal, cuando las disparidades son tan amplias. Hillary seguirá esa ruta, aunque le restará énfasis al papel del Gobierno en frases como: “no creo que el Gobierno tenga solución a todos los problemas”. Así, la plataforma de Hillary claramente se mueve hacia la izquierda, no sabemos si por estrategia de cara a las primarias del Partido Demócrata o si, por el contrario, considera que recorrerse hacia la izquierda es una buena táctica para vencer a los republicanos. Y es que según el Pew Research, para 46% de los americanos, la desigualdad es un problema “muy grande” (un porcentaje que ha crecido aunque sigue siendo menor que en Europa donde 60% opina que es un problema muy grave). Ante esto, todo parece indicar que la estrategia de Hillary es seguir en esa ruta de Obama, aunque cambiando matices, proponiendo soluciones distintas y, definitivamente, mencionando lo menos posible al actual presidente de los Estados Unidos.
La migración es un asunto complejo. Y con algo de esquizofrenia durante la gestión de Obama. El mismo presidente que envió la Orden Ejecutiva más liberalizadora del trabajo migrante en décadas también es el mismo mandatario que encabezó una auténtica cruzada para deportar a miles y a miles de trabajadores sin papeles en los Estados Unidos. A pesar de estas contradicciones, Obama logró seducir de nuevo al voto latino, ganando la reelección con un innegable apoyo de los hispanos, pero también (aunque con menos distancia) se llevó el voto de este segmento social en las intermedias del año pasado.
¿Qué pasará con Hillary en este tema? Es, tal vez, una de las mayores incógnitas de su precandidatura. Si bien, el martes pasado anunció que su tesorero de campaña será el mexico-americano, José H. Villarreal, la comunidad hispana en los Estados Unidos sigue sin saber a ciencia cierta la posición de Hillary en esta materia. Marco Rubio, uno de los posibles candidatos por el Partido Republicano, ya declaró: “yo he hecho más que discursos por los inmigrantes”. Es un difícil equilibrio el que tendrá que buscar Hillary Clinton, ya que una parte de los trabajadores sindicalizados, afines al Partido Demócrata, no quieren la reforma migratoria que el vota hispano le está demandando con vehemencia.
Política Exterior es uno de sus puntos débiles. Sabemos que rara vez una campaña se define por este tema, sin embargo los republicanos han buscado fortalecer este tópico ante una economía que no es el flanco descubierto de los demócratas. Desde agosto del año pasado, Hillary Clinton comenzó a desmarcarse de Obama en esta materia. “El fracaso a la hora de crear una fuerza de combate creíble con las personas que originaron las protestas contra Asad —allí había islamistas, había seculares, había de todo entre ambos [extremos]—, ha dejado un gran vacío que ahora han llenado los yihadistas” mencionó en una abierta crítica a la postura de Obama en Siria. También ha dejado en claro que no comparte las visiones de Obama con respecto a Rusia, aunque con China también buscaría negociación y pragmatismo, antes que un tono duro contra el régimen de Pekín. Sin lugar a duda, la paradójicamente ex encargada de la política exterior de Obama, hará de ésta su punto de distanciamiento más claro con el actual presidente.
Los republicanos
La derecha en Estados Unidos se encuentra descolocada con el anuncio de la candidatura de Hillary Clinton. Existen muchos prospectos que buscan la candidatura a la presidencia por parte de los republicanos, aunque hoy en día lucen débiles. Ahí tenemos al ultraconservador Rand Paul o al senador Marco Rubio (denominado por la revista The Atlantic como el “Señor Suficiente-Mr. Good Enough”) e incluso Jeb Bush, quien fuera gobernador reelecto de Florida en el periodo 1998-2006. Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de tiradores, todas las encuestas colocan a Hillary muy por encima de los aspirantes republicanos. La distancia entre Clinton y el resto de los candidatos republicanos oscila entre los siete puntos y los 13 puntos de ventaja. Es cierto que falta mucho, aunque no deja de ser paradójico que tenga esta ventaja la candidata de un partido que fue vapuleado en las elecciones intermedias del año pasado.
La disputa se dará en distintas canchas. Los republicanos buscarán darle la vuelta a la política migratoria condenando la Orden Ejecutiva de Obama y privilegiando a los inmigrantes cualificados. Asimismo, buscarán llevar a Hillary hacia temas de política exterior sensibles como la normalización de las relaciones con Cuba o la permisividad de Obama con los planteamientos de los iraníes. Un punto fundamental para los republicanos será recuperar esa percepción de ser un partido centrista y que puede pactar. La radicalidad del partido durante los años de la presidencia de Obama ha provocado que muchos americanos vean en la derecha un proyecto de destrucción y no una plataforma política que busque acuerdos y consensos bipartidistas. Esta imagen rijosa y destructiva es poderosa dentro del electorado independiente, que define la elección en Estados Unidos.
Hillary parte con una amplia ventaja. Los republicanos están divididos y sin rumbo. Hilvanar una narrativa de cambio, aderezado con algunos guiños de continuidad, es una labor complicada, pero la carta de género y su “experiencia” son elementos que el electorado valora. Hoy en día, Hillary luce fuerte, sólo sus errores pueden quitarle sus aspiraciones de convertirse en la primer mujer que ocupa el Despacho Oval de la Casa Blanca.