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El único capaz de ver fue el ciego
Todos tenemos algo de invidentes, pero como reza el dicho: ''No hay peor ciego que el que no quiere ver'', por lo cual es paradójico que el único que logro encontrar a Jesús en medio de la multitud fue el ciego Bartimeo
REFLEXIONANDO LA FE…
¿QUÉ ES LA FE?
Con el inicio del Año de la Fe, el Papa Benedicto XVI, ha venido dedicando las audiencias de todos los miércoles a esta temática y en su más reciente catequesis se enfocó a contestar a la pregunta ¿qué es la fe y qué sentido tiene en un mundo de ciencia y técnica?
Es paradójico que a pesar de tantos logros el hombre no haya crecido en humanidad, que se sienta desorientado en cuestiones fundamentales de la existencia. En efecto, el saber científico no basta, necesitamos amor, sentido, esperanza, un fundamento que nos ayude en la dificultad. La fe es eso, encomendarse a Aquel que nos da una certeza distinta, pero igualmente sólida, Dios. No es, por tanto, el mero aceptar una serie de verdades, sino adherirse a quien me da esperanza y confianza. Lógicamente, al revelarse, Dios ha llenado de contenido la fe, pues mostrándose en Cristo, ha manifestado su amor en la Cruz.
La fe es creer en ese amor inmune a nuestra malicia, que es capaz de redimir toda esclavitud y darnos la salvación. Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios, que proviene y ayuda, y son necesarios los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da “a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad”. La base de nuestro camino de fe es el bautismo, el sacramento que nos da el Espíritu Santo, que nos hace hijos de Dios en Cristo, y marca la entrada en la comunidad de fe, en la Iglesia: no se cree, sin prevenir la gracia del Espíritu; y no creemos solos, sino junto con los hermanos. A partir del Bautismo cada creyente está llamado a re-vivir y hacer su propia confesión de fe, junto con sus hermanos.
La fe es un don de Dios, pero también es un acto profundamente humano y libre. El Catecismo de la Iglesia Católica lo dice claramente: “Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre”. Es más, las implica y los exalta, en una apuesta de vida que es como un éxodo, es decir: un salir de sí mismos, de las propias seguridades, de los propios esquemas mentales, para confiarse a la acción de Dios que nos muestra su camino para conseguir la verdadera libertad, nuestra identidad humana, la verdadera alegría de corazón, la paz con todos.
UNA LIMOSNITA POR FAVOR
Al borde de un camino, a las afuera de la ciudad de Jericó, se encontraba un ciego, alguien ya reconocido por los habitantes y transeúntes de aquella región, algunos sabían que era de nombre Bartimeo, para la gran mayoría, simplemente el ciego del camino. Habituado a extender su mano para pedir, siempre que sentía los pasos y rumor de personas, para que de sus dadivas se pudiera sostener.
Pero en uno de esos tantos días, de suplicar caridad y extender su mano, llegó a sus oídos el mejor de los sonidos, el que en este momento pasa es Jesús Nazareno, no era un desconocido para Bartimeo, algo había escuchado por boca de otros, él sabe que el caminante de hoy, no es cualquiera, es Aquel a quien vale la pena pedirle de verdad, no unas monedas, sino compasión ante su ceguera.
Con el paso de Jesús, Bartimeo se ha dejado de limosnas para suplicar al hijo de David, sin importarle el protocolo y formulismos de la sociedad, él sabe quien estÁ pasando, quien es el que le escucha, y bien vale la pena gritar porque lo que sus ojos no han podido ver, lo ha visto por su fe.
Y COMENZÓ A GRITAR
Ante el paso de Jesús por nuestras vidas, no valen los temores y los pusilánimes no alcanzan nada, frente a Jesús se requiere arrojo, valentía, no por nosotros sino por quien es. Ante Jesús no cuenta, sólo verle y callar, saber que pasa y dejarlo de largo, es necesario gritar, obtener su atención, ya que el que pasa es el Hijo de Dios, quien todo lo puede y todo lo da.
Muchos de nosotros, probablemente no tengamos problemas visuales, pero nos hemos incapacitado para ver, hemos dejado de percibir el paso de Dios en nuestras vidas, y lo que sería peor, temerosos nos dejamos sofocar por las imprecaciones de los demás que no nos dejan gritar que hemos visto a Dios que pasa. Al joven Bartimeo, muchos le reprendían para que callara y dejara de gritar implorando a Jesús, pero él seguía gritando, porque sabía bien quién era el que pasaba.
Hoy la gran mayoría tememos gritar que hemos visto a Jesús, tememos distinguirnos en la sociedad como aquellos que le pedimos a Dios, y le reconocemos, nos dejamos sofocar por los parámetros sociales, trayendo como consecuencia el paso ininterrumpido de Dios, no hemos logrado lo que el ciego, hacer que Jesús se detenga y nos llame.
TU FE TE HA SALVADO
Reconocer a Jesús por reconocer, gritarle por gritarle, no tiene sentido, la razón se centra en ver, en ver como Jesús nos ve y lo que Jesús ve, ya que como dice el poeta: el ciego no es capaz de dar con el camino. Jesús no busca el solo reconocimiento, Él quiere el seguimiento en orden a la salvación. El ciego Bartimeo, no ha recibido el don de la vista, se le ha concedido comprender el misterio de la salvación, es capaz de descubrir el camino e ir en pos de Jesús.
En su vida antes de Jesús, no sólo era un ciego, era un inmóvil al lado del camino, hoy es un caminante que va siguiendo a Jesús, su entusiasmo no es de un momento, sino un compromiso, por eso con gusta razón Jesús lo exalta diciendo, cuando éste ha recuperado milagrosamente la vista: “Vete; tu fe te ha salvado”.
El milagro no es la vista que se le ha dado, sino el camino que ha emprendido siguiendo a Jesús. Paradójico, el único que ha visto ha Jesús que pasa, es un ciego.
LA PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA:
Jeremías 31, 7-9
“Griten de alegría, el Señor ha salvado a su pueblo, al grupo de los sobrevivientes de Israel”.
SEGUNDA LECTURA:
De la carta a los Hebreos 5, 1-6
”Todo sumo sacerdote es un hombre escogido entre los hombres y está constituido para intervenir en favor de ellos ante Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados”.
EVANGELIO:
San Marcos 10, 46-52
“Un ciego, llamado Bartimeo, comenzó a gritar: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! Muchos lo reprendían para que se callara pero él seguía gritando todavía más fuerte”.
DESDE LAS LETRAS
CIEGO DIOS
-Alfredo R. Placencia
-Así te ves mejor, crucificado.
Bien quisieras herir, pero no puedes.
Quien acertó a ponerte en ese estado
no hizo cosa mejor. Que así te quedes.
Dices que quien tal hizo estaba ciego.
No lo digas; eso es un desatino.
¿Cómo es que dio con el camino luego,
si los ciegos no dan con el camino?
Convén mejor en que ni ciego era,
ni fue la causa de tu afrenta suya.
¡Qué maldad, ni qué error, ni qué ceguera!
Tu amor lo quiso y la ceguera es tuya.
¡Cuánto tiempo hace ya, Ciego adorado,
que me llamas, y corro y nunca llego!
Si es tan sólo el amor quien te ha cegado,
ciégame a mí también, quiero estar ciego.
¿QUÉ ES LA FE?
Con el inicio del Año de la Fe, el Papa Benedicto XVI, ha venido dedicando las audiencias de todos los miércoles a esta temática y en su más reciente catequesis se enfocó a contestar a la pregunta ¿qué es la fe y qué sentido tiene en un mundo de ciencia y técnica?
Es paradójico que a pesar de tantos logros el hombre no haya crecido en humanidad, que se sienta desorientado en cuestiones fundamentales de la existencia. En efecto, el saber científico no basta, necesitamos amor, sentido, esperanza, un fundamento que nos ayude en la dificultad. La fe es eso, encomendarse a Aquel que nos da una certeza distinta, pero igualmente sólida, Dios. No es, por tanto, el mero aceptar una serie de verdades, sino adherirse a quien me da esperanza y confianza. Lógicamente, al revelarse, Dios ha llenado de contenido la fe, pues mostrándose en Cristo, ha manifestado su amor en la Cruz.
La fe es creer en ese amor inmune a nuestra malicia, que es capaz de redimir toda esclavitud y darnos la salvación. Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios, que proviene y ayuda, y son necesarios los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da “a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad”. La base de nuestro camino de fe es el bautismo, el sacramento que nos da el Espíritu Santo, que nos hace hijos de Dios en Cristo, y marca la entrada en la comunidad de fe, en la Iglesia: no se cree, sin prevenir la gracia del Espíritu; y no creemos solos, sino junto con los hermanos. A partir del Bautismo cada creyente está llamado a re-vivir y hacer su propia confesión de fe, junto con sus hermanos.
La fe es un don de Dios, pero también es un acto profundamente humano y libre. El Catecismo de la Iglesia Católica lo dice claramente: “Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre”. Es más, las implica y los exalta, en una apuesta de vida que es como un éxodo, es decir: un salir de sí mismos, de las propias seguridades, de los propios esquemas mentales, para confiarse a la acción de Dios que nos muestra su camino para conseguir la verdadera libertad, nuestra identidad humana, la verdadera alegría de corazón, la paz con todos.
UNA LIMOSNITA POR FAVOR
Al borde de un camino, a las afuera de la ciudad de Jericó, se encontraba un ciego, alguien ya reconocido por los habitantes y transeúntes de aquella región, algunos sabían que era de nombre Bartimeo, para la gran mayoría, simplemente el ciego del camino. Habituado a extender su mano para pedir, siempre que sentía los pasos y rumor de personas, para que de sus dadivas se pudiera sostener.
Pero en uno de esos tantos días, de suplicar caridad y extender su mano, llegó a sus oídos el mejor de los sonidos, el que en este momento pasa es Jesús Nazareno, no era un desconocido para Bartimeo, algo había escuchado por boca de otros, él sabe que el caminante de hoy, no es cualquiera, es Aquel a quien vale la pena pedirle de verdad, no unas monedas, sino compasión ante su ceguera.
Con el paso de Jesús, Bartimeo se ha dejado de limosnas para suplicar al hijo de David, sin importarle el protocolo y formulismos de la sociedad, él sabe quien estÁ pasando, quien es el que le escucha, y bien vale la pena gritar porque lo que sus ojos no han podido ver, lo ha visto por su fe.
Y COMENZÓ A GRITAR
Ante el paso de Jesús por nuestras vidas, no valen los temores y los pusilánimes no alcanzan nada, frente a Jesús se requiere arrojo, valentía, no por nosotros sino por quien es. Ante Jesús no cuenta, sólo verle y callar, saber que pasa y dejarlo de largo, es necesario gritar, obtener su atención, ya que el que pasa es el Hijo de Dios, quien todo lo puede y todo lo da.
Muchos de nosotros, probablemente no tengamos problemas visuales, pero nos hemos incapacitado para ver, hemos dejado de percibir el paso de Dios en nuestras vidas, y lo que sería peor, temerosos nos dejamos sofocar por las imprecaciones de los demás que no nos dejan gritar que hemos visto a Dios que pasa. Al joven Bartimeo, muchos le reprendían para que callara y dejara de gritar implorando a Jesús, pero él seguía gritando, porque sabía bien quién era el que pasaba.
Hoy la gran mayoría tememos gritar que hemos visto a Jesús, tememos distinguirnos en la sociedad como aquellos que le pedimos a Dios, y le reconocemos, nos dejamos sofocar por los parámetros sociales, trayendo como consecuencia el paso ininterrumpido de Dios, no hemos logrado lo que el ciego, hacer que Jesús se detenga y nos llame.
TU FE TE HA SALVADO
Reconocer a Jesús por reconocer, gritarle por gritarle, no tiene sentido, la razón se centra en ver, en ver como Jesús nos ve y lo que Jesús ve, ya que como dice el poeta: el ciego no es capaz de dar con el camino. Jesús no busca el solo reconocimiento, Él quiere el seguimiento en orden a la salvación. El ciego Bartimeo, no ha recibido el don de la vista, se le ha concedido comprender el misterio de la salvación, es capaz de descubrir el camino e ir en pos de Jesús.
En su vida antes de Jesús, no sólo era un ciego, era un inmóvil al lado del camino, hoy es un caminante que va siguiendo a Jesús, su entusiasmo no es de un momento, sino un compromiso, por eso con gusta razón Jesús lo exalta diciendo, cuando éste ha recuperado milagrosamente la vista: “Vete; tu fe te ha salvado”.
El milagro no es la vista que se le ha dado, sino el camino que ha emprendido siguiendo a Jesús. Paradójico, el único que ha visto ha Jesús que pasa, es un ciego.
LA PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA:
Jeremías 31, 7-9
“Griten de alegría, el Señor ha salvado a su pueblo, al grupo de los sobrevivientes de Israel”.
SEGUNDA LECTURA:
De la carta a los Hebreos 5, 1-6
”Todo sumo sacerdote es un hombre escogido entre los hombres y está constituido para intervenir en favor de ellos ante Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados”.
EVANGELIO:
San Marcos 10, 46-52
“Un ciego, llamado Bartimeo, comenzó a gritar: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! Muchos lo reprendían para que se callara pero él seguía gritando todavía más fuerte”.
DESDE LAS LETRAS
CIEGO DIOS
-Alfredo R. Placencia
-Así te ves mejor, crucificado.
Bien quisieras herir, pero no puedes.
Quien acertó a ponerte en ese estado
no hizo cosa mejor. Que así te quedes.
Dices que quien tal hizo estaba ciego.
No lo digas; eso es un desatino.
¿Cómo es que dio con el camino luego,
si los ciegos no dan con el camino?
Convén mejor en que ni ciego era,
ni fue la causa de tu afrenta suya.
¡Qué maldad, ni qué error, ni qué ceguera!
Tu amor lo quiso y la ceguera es tuya.
¡Cuánto tiempo hace ya, Ciego adorado,
que me llamas, y corro y nunca llego!
Si es tan sólo el amor quien te ha cegado,
ciégame a mí también, quiero estar ciego.