Suplementos
El Camichín
Zacoalco de Torres y sus otras bellezas
GUADALAJARA, JALISCO (01/JUL/2012).- En la orilla sureste de Zacoalco y cerca al diminuto cerro Las Liebres, se encuentran las ruinas de la legendaria hacienda El Camichín, árbol de excelente fronda, de fruto comestible y hojas medicinales. Nombre que tomó de los preciosos árboles aledaños al casco, palo también conocido como zalate. En el directorio de 1904, bajo la actividad de agricultores aparecen: Silvestre Flores, quien laboraba en Jocomilpa; Inés Arce viuda de Flores, La Venta y Agua Caliente; Carmen Flores, Los Alquilotes y El Zapotito; Francisco Jiménez, El Llano; José A. Olivera, San Antonio; Elías Romo, Santa Catarina y El Tecolote, Gonzalo Ramírez, Tierra Colorada; Francisco P. Ramírez, La Cantera y El Grullo; Faustino Ramírez, La Manzana y El Campanario; Catarino Ramírez, El Calvario y Piedra Grande; Telésforo Ramírez, El Calvario; Manuel Uribe, El Camichín; José María Valencia, San Juan, y hermanos Valencia Uribe, El Sitio.
Después de haber admirado la capilla de San Vicente, nos encaminamos al barrio Las Cebollas, antes del paso de las vías del tren viramos a la derecha para seguir por la calle paralela a las vías hasta el siguiente paso, el cual cruzamos y continuamos por un camino de tierra, y al primer recodo nos detuvimos, pues detrás de una arboleda nos aguardaba la hacienda, díceres que en ella pernoctó el ejemplar José Antonio Torres, “Amo Torres”. Tras unos pinos, contemplamos parte de la fachada principal de la casa grande, un vano vertical con un elegante remate saliente, el muro fue embellecido en su parte alta por un medallón circular cubierto por piedra tezontle, y al costado derecho, la cornisa curvea y baja a la esquina con gracia, similar muro se repetía del costado izquierdo, y entre ellos se abría paso la puerta del zaguán. La planta arquitectónica es rectangular, con corredores laterales, donde se asoman varios vanos, abrazados por gruesas tapias de adobe. Nos sentamos en una barbicana de un corredor, apreciamos el tejido de adobes e imaginamos las tradiciones rurales que se vivieron en cada espacio, bardas que se resisten a caer y suplican ser conservadas, cambiar los nopales de sus crestas por ladrillos de lama, las ruinas centenarias también expresan y cuentan historias. Si se conserva, sumaría, un sitio más que ver, de lo contrario, a restar.
La hacienda data de finales del siglo XVIII, en el siguiente siglo era de la familia Valencia, por los sesenta la dirigía Prudencio Valencia Anguiano, al igual que Santa Catarina, aparte de impulsar las haciendas hizo el camino de tierra del Cerro del Tecolote para comunicar a Zacoalco y a la hacienda con el camino real de Colima. Su hija María casó con el hacendado de San José de Gracia, Alberto Uribe Echauri, quienes procrearon a María Concepción, Manuel, Amalia, Ramón y Mariana. Manuel (1882-1967) heredó El Camichin, estudió inglés en Nueva York y al regresar cursó contabilidad, se matrimonió con Concepción Flores, hija de Silvestre Flores, y tuvieron a María de los Ángeles, Teresa, Elisa, Aurora, Carmen, Manuel, Concepción, Alberto y Prudencio. Fue presidente municipal de Zacoalco en 1903 y 1910. Luego del reparto agrario, no se desanimó, al contrario, trabajó más arduamente varias tierras de Madrid, Colima, y al prosperar adquirió la hacienda El Banco de Jicotán, aledaña al cerro de igual nombre y al río Armería, se edificó una fantástica casa sobre la loma vecina al casco, dominando el paisaje del río con su valle. Hizo productivos sus limoneros al exportar considerables volúmenes de buen limón y fabricó aceite de esencia del cítrico. Caso insólito, fue que de hacendado se convirtió en agrarista, por el bagaje y la pasión de seguir trabajando la tierra acertadamente, sin importar el régimen, para 1933 su morada en Zacoalco, ubicada frente a la plaza, por la calle José Antonio Torres, cobijó la sede del Partido Social Agrario, siendo Manuel un destacado miembro. Del ruinoso casco, fuimos al restaurante Hacienda San José, degustamos un coctel de mariscos y compartimos una pechuga tres quesos y un filete San José.
Después de haber admirado la capilla de San Vicente, nos encaminamos al barrio Las Cebollas, antes del paso de las vías del tren viramos a la derecha para seguir por la calle paralela a las vías hasta el siguiente paso, el cual cruzamos y continuamos por un camino de tierra, y al primer recodo nos detuvimos, pues detrás de una arboleda nos aguardaba la hacienda, díceres que en ella pernoctó el ejemplar José Antonio Torres, “Amo Torres”. Tras unos pinos, contemplamos parte de la fachada principal de la casa grande, un vano vertical con un elegante remate saliente, el muro fue embellecido en su parte alta por un medallón circular cubierto por piedra tezontle, y al costado derecho, la cornisa curvea y baja a la esquina con gracia, similar muro se repetía del costado izquierdo, y entre ellos se abría paso la puerta del zaguán. La planta arquitectónica es rectangular, con corredores laterales, donde se asoman varios vanos, abrazados por gruesas tapias de adobe. Nos sentamos en una barbicana de un corredor, apreciamos el tejido de adobes e imaginamos las tradiciones rurales que se vivieron en cada espacio, bardas que se resisten a caer y suplican ser conservadas, cambiar los nopales de sus crestas por ladrillos de lama, las ruinas centenarias también expresan y cuentan historias. Si se conserva, sumaría, un sitio más que ver, de lo contrario, a restar.
La hacienda data de finales del siglo XVIII, en el siguiente siglo era de la familia Valencia, por los sesenta la dirigía Prudencio Valencia Anguiano, al igual que Santa Catarina, aparte de impulsar las haciendas hizo el camino de tierra del Cerro del Tecolote para comunicar a Zacoalco y a la hacienda con el camino real de Colima. Su hija María casó con el hacendado de San José de Gracia, Alberto Uribe Echauri, quienes procrearon a María Concepción, Manuel, Amalia, Ramón y Mariana. Manuel (1882-1967) heredó El Camichin, estudió inglés en Nueva York y al regresar cursó contabilidad, se matrimonió con Concepción Flores, hija de Silvestre Flores, y tuvieron a María de los Ángeles, Teresa, Elisa, Aurora, Carmen, Manuel, Concepción, Alberto y Prudencio. Fue presidente municipal de Zacoalco en 1903 y 1910. Luego del reparto agrario, no se desanimó, al contrario, trabajó más arduamente varias tierras de Madrid, Colima, y al prosperar adquirió la hacienda El Banco de Jicotán, aledaña al cerro de igual nombre y al río Armería, se edificó una fantástica casa sobre la loma vecina al casco, dominando el paisaje del río con su valle. Hizo productivos sus limoneros al exportar considerables volúmenes de buen limón y fabricó aceite de esencia del cítrico. Caso insólito, fue que de hacendado se convirtió en agrarista, por el bagaje y la pasión de seguir trabajando la tierra acertadamente, sin importar el régimen, para 1933 su morada en Zacoalco, ubicada frente a la plaza, por la calle José Antonio Torres, cobijó la sede del Partido Social Agrario, siendo Manuel un destacado miembro. Del ruinoso casco, fuimos al restaurante Hacienda San José, degustamos un coctel de mariscos y compartimos una pechuga tres quesos y un filete San José.