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¿Dónde podemos encontrar a Dios?
El principal asunto que cualquier ser humano que pasa por la vida tiene que resolver, es el encuentro con Dios
En todos los lugares de la tierra, la gente de todos los tiempos ha intuido la presencia y la influencia de un ser supremo al cual llamamos Dios. Y en cada época y en cada continente, cada quien, en su momento personal o colectivamente, ha sentido con fuerza la llamada de ese Dios que vive en su corazón.
El principal asunto que cualquier ser humano que pasa por la vida tiene que resolver, es el encuentro con Dios.
Pero en determinado momento el hombre se pregunta: ¿Dónde y cómo puedo encontrar a Dios?
Una búsqueda permanente
Y así vemos a lo largo de toda la historia, cómo la búsqueda de Dios ha revestido formas variadas y manifestaciones diversas, desde las más hermosas hasta las que ahora nos parece absurdas.
Tal vez en algún momento Dios se haya complacido en aquellas expresiones primitivas de religiosidad, viéndonos como a los niños que juegan a “frío-caliente”; pero al final, el mismo Dios se compadece de la inútil tentativa humana y viene al encuentro, dando señales inequívocas de su presencia en el mundo y la vida. Pero como la ingenuidad de los humanos es más fuerte, entonces no le queda más remedio y Dios mismo se hace presente en la historia humana como uno de nosotros.
Entonces viene Jesús a habitar en nuestra carne. Desde entonces Él vive nuestra realidad, habla como humano y siente lo mismo que cada uno; por eso puede comprendernos.
El lugar del encuentro
Desde que Cristo Jesús vino a este mundo, ya todos tenemos la posibilidad de encontrar a Dios y de encontrarnos en Él.
El Dios de la vida, el dueño de todo el universo, se ha hecho niño pequeño e indefenso para que todos podamos encontrarle.
Ya no tenemos pretexto ni excusa. Ya vino Jesús a darnos la respuesta y enseñarnos qué es lo que más vale en la vida. Ya podemos caminar por este mundo con la certeza de que nuestra búsqueda no desemboca en el vacío. Ya
estamos seguros de que tenemos una meta feliz, a la cual podemos llegar si seguimos las indicaciones.
A qué vino Jesús
Jesús vino a salvarnos y a liberarnos del pecado, pero también vino a sanar nuestras enfermedades, a confortarnos, a dar alivio a todas nuestras penas y a enjugar las lágrimas de nuestros ojos.
Jesús no dijo que quitaría todas las piedras de nuestro camino, ni que nos iba a dar una vida sin angustias, sin problemas y sin dificultades...
Él dijo que iba a estar a nuestro lado, a caminar con nosotros y a ayudarnos en todos nuestros momentos.
Tampoco Él quiso economizar para sí mismo el sufrimiento, por eso es que sabe comprendernos.
Es urgente encontrar a Dios
Mientras vamos padeciendo mil calamidades y sufrimientos, sentimos más fuerte la urgencia de encontrar a Dios. Pero ahora ya sabemos dónde ir a buscarlo y dónde encontrarlo.
En Jesús hallamos a Dios
La Navidad es un tiempo privilegiado, porque en estos días tenemos la oportunidad de ver a Dios mucho más cercano a cada uno de nosotros, como un niño pequeñito, recién nacido, que inspira ternura y despierta mucho amor.
Si hemos perdido la espontaneidad de la infancia, ahora es una buena oportunidad para que podamos recuperarla.
Si Dios Padre nos parece tan lejano, tan inalcanzable, acerquémonos a Cristo Jesús, que también es Dios, y en Él vamos a encontrar el camino para llegar a la suprema grandeza de Dios.
Por eso estos días son los más luminosos de todo el año, porque su luz es suficiente para encender una estrella en el corazón de cada uno y nunca se apagará.
Por eso al encontrarnos con Jesús se calma la ansiedad de la búsqueda, porque si Dios está ya presente en el alma, todo lo demás viene como consecuencia.
A propósito: ¿Has leído ya el Evangelio? Allí podemos conocer bien a Dios.
María Belén Sánchez fsp
El principal asunto que cualquier ser humano que pasa por la vida tiene que resolver, es el encuentro con Dios.
Pero en determinado momento el hombre se pregunta: ¿Dónde y cómo puedo encontrar a Dios?
Una búsqueda permanente
Y así vemos a lo largo de toda la historia, cómo la búsqueda de Dios ha revestido formas variadas y manifestaciones diversas, desde las más hermosas hasta las que ahora nos parece absurdas.
Tal vez en algún momento Dios se haya complacido en aquellas expresiones primitivas de religiosidad, viéndonos como a los niños que juegan a “frío-caliente”; pero al final, el mismo Dios se compadece de la inútil tentativa humana y viene al encuentro, dando señales inequívocas de su presencia en el mundo y la vida. Pero como la ingenuidad de los humanos es más fuerte, entonces no le queda más remedio y Dios mismo se hace presente en la historia humana como uno de nosotros.
Entonces viene Jesús a habitar en nuestra carne. Desde entonces Él vive nuestra realidad, habla como humano y siente lo mismo que cada uno; por eso puede comprendernos.
El lugar del encuentro
Desde que Cristo Jesús vino a este mundo, ya todos tenemos la posibilidad de encontrar a Dios y de encontrarnos en Él.
El Dios de la vida, el dueño de todo el universo, se ha hecho niño pequeño e indefenso para que todos podamos encontrarle.
Ya no tenemos pretexto ni excusa. Ya vino Jesús a darnos la respuesta y enseñarnos qué es lo que más vale en la vida. Ya podemos caminar por este mundo con la certeza de que nuestra búsqueda no desemboca en el vacío. Ya
estamos seguros de que tenemos una meta feliz, a la cual podemos llegar si seguimos las indicaciones.
A qué vino Jesús
Jesús vino a salvarnos y a liberarnos del pecado, pero también vino a sanar nuestras enfermedades, a confortarnos, a dar alivio a todas nuestras penas y a enjugar las lágrimas de nuestros ojos.
Jesús no dijo que quitaría todas las piedras de nuestro camino, ni que nos iba a dar una vida sin angustias, sin problemas y sin dificultades...
Él dijo que iba a estar a nuestro lado, a caminar con nosotros y a ayudarnos en todos nuestros momentos.
Tampoco Él quiso economizar para sí mismo el sufrimiento, por eso es que sabe comprendernos.
Es urgente encontrar a Dios
Mientras vamos padeciendo mil calamidades y sufrimientos, sentimos más fuerte la urgencia de encontrar a Dios. Pero ahora ya sabemos dónde ir a buscarlo y dónde encontrarlo.
En Jesús hallamos a Dios
La Navidad es un tiempo privilegiado, porque en estos días tenemos la oportunidad de ver a Dios mucho más cercano a cada uno de nosotros, como un niño pequeñito, recién nacido, que inspira ternura y despierta mucho amor.
Si hemos perdido la espontaneidad de la infancia, ahora es una buena oportunidad para que podamos recuperarla.
Si Dios Padre nos parece tan lejano, tan inalcanzable, acerquémonos a Cristo Jesús, que también es Dios, y en Él vamos a encontrar el camino para llegar a la suprema grandeza de Dios.
Por eso estos días son los más luminosos de todo el año, porque su luz es suficiente para encender una estrella en el corazón de cada uno y nunca se apagará.
Por eso al encontrarnos con Jesús se calma la ansiedad de la búsqueda, porque si Dios está ya presente en el alma, todo lo demás viene como consecuencia.
A propósito: ¿Has leído ya el Evangelio? Allí podemos conocer bien a Dios.
María Belén Sánchez fsp