Suplementos

¿Debo cortarme la mano para no pecar?

La Biblia nos ayuda a entender la voluntad de Dios para nuestras vidas, y siempre complementa con otros pasajes lo que quiere decir en un versículo en especial

     Una vez más, las afirmaciones de Jesús escandalizaron a los que lo escuchaban; no bien terminaban de tratar de entender lo que el Maestro les había dicho en días pasados, cuando volvían a escuchar algo que les sonaba difícil de aceptar o entender. El asunto en cuestión fue relatado por  San Marcos en el capítulo 9 de su evangelio, donde nos cuenta que Jesús afirmó a la gente que le seguía "Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos la infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga".
    Inmediatamente todos comenzaron a preguntarse: ¿Qué significa esta enseñanza? ¿Debo acaso cortarme la mano o el pie cuando peco? ¿Es necesario sacarme un ojo para no ver cosas malas? Por supuesto que es posible hacer una interpretación literal de las palabras de Jesús, en cuyo caso todos los pobladores del mundo viviríamos sin manos, pies y ojos (algunas culturas lo han intentado, pero han comprobado que esto no termina con el pecado).  Otra posibilidad es pensar que Jesús estaba usando una ilustración para dar a entender una verdad más profunda, pero el asunto ahora es descubrir esa verdad.
    Gracias a Dios que la Biblia nos ayuda a entender la voluntad de Dios para nuestras vidas, y siempre complementa con otros pasajes lo que quiere decir en un versículo en especial. En este caso, podemos leer en la Carta de San Pablo a los Romanos 12, las siguientes palabras: "Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto".
    Jesucristo y San Pablo se refieren a lo mismo: nuestro cuerpo y sus miembros pertenecen a Dios y deben usarse para los fines y de acuerdo a los preceptos de Dios. Ofrecer nuestro cuerpo a Dios "como una víctima viva" no se refiere a mortificarlo o sacrificarlo literalmente, sino dedicarlo completamente a Él, y por lo tanto renunciar a nuestro derecho de usarlo como nos parezca mejor. Si usted aparta (o dedica) una rebanada de pastel para un invitado que espera en casa, no va a "maltratar" esa rebanada de pastel, sino que simplemente la va a guardar hasta que su invitado la pida, e incluso usted mismo se negará a comerla si se le llega a antojar, por la sencilla razón de que pertenece a otra persona.
    Nuestros ojos, manos y pies no nos pertenecen, aunque Dios los ha puesto bajo nuestra administración, pero con el deseo de que miremos, hagamos y vayamos a donde Dios lo permite o lo desea; sin embargo, es muy común pensar que nuestros miembros pueden usarse de acuerdo a nuestra libre voluntad, y es entonces cuando tomamos malas decisiones. Aquí entra el mandato de Jesús de "cortar" ese miembro de nuestra autoridad y ceder a Dios el control del mismo; en otras palabras, es vivir como si no tuviéramos ese miembro, y por lo tanto no lo podemos usar.
    ¿Usted conoce a un ciego que renta o compra películas pornográficas? Por supuesto que no ¿Y por qué no las compra? Porque no tiene ojos capaces de verlas. De la misma manera, cuando nosotros "sacamos nuestro ojo derecho" estamos decidiendo que ese ojo sólo pertenece a Dios, y por lo tanto, no podemos usarlo personalmente cuando sentimos el deseo de ver algo incorrecto. Así es como funciona el precepto.

Angel Flores Rivero  
iglefamiliar@hotmail.com

Temas

Sigue navegando