Una y una

ENTRE VERAS Y BROMAS                

Una a favor: de cara a la operación del Macrobús, programada para arrancar en febrero próximo, el sábado se comenzaron a reprogramar las rutas del transporte público que desde tiempo inmemorial circulan por la Calzada Independencia como es fama que un tal Pedro lo hace por su casa. La idea es hacerlo gradualmente: a razón de ocho rutas por semana... En teoría, impecable: considerando que los bípedos implumes —como nos llamaba Platón— somos reacios a los cambios, y aun en el caso de que en todas las rutas que han comenzado a modificarse y se seguirán modificando debieran hacerse nuevas adecuaciones —el añejo sistema dialéctico de “prueba y error”—, en función de circunstancias no consideradas en el proyecto original, podría pensarse que un día para cada una es suficiente para hacer cuantos ajustes y correcciones se requieran. Además, si haciendo los cambios de manera gradual se ve que el asunto no es cuestión de “enchílame otra”, cualquiera se imagina qué sucedería si se hicieran “a la mexicana” —a última hora
y de sopetón—: “¡La muelte, chico!”, como dicen en Cubita la Bella.

—II—

Una en contra: la información fue deficiente. No hay estadísticas precisas, pero se infiere que un porcentaje significativo de los usuarios del transporte público regresó del receso del fin de semana ayuno de noticias: ni se enteró de que habría cambios, ni supo en qué consistirían éstos... Varios días antes se distribuyeron volantes a bordo de las unidades cuyas rutas se modificarían. Es probable que el procedimiento no haya sido el idóneo; que hubiera sido necesario colocar cartulinas explicativas en cada una de las paradas, por lo menos en la ruta de desvío...

—III—

Cabe suponer que el mal rato que tuvieron los pobres ciudadanos y la experiencia que adquirieron los ilustres funcionarios involucrados en esta etapa del proyecto, dejen alguna enseñanza. Habrá que esperar que el robusto —y oneroso, además— aparato de “comunicación social” que la autoridad costea con dinero del pueblo, realmente sirva para informar al ciudadano acerca de las decisiones gubernamentales que lo involucran... y no sólo para difundir campañas publicitarias tan pretenciosas, huecas y estultas como la de “Jalisco es  1”, por ejemplo.
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