Tales donativos, en rigor, no alcanzaron a ser polémicos. Para ello, hubiera sido necesario que la opinión pública se dividiera. Evidentemente, no hubo tal: a cambio del clamor de las muchas voces que se alzaron para censurarlas, y que fueron desde mensajes a través de los medios hasta manifestaciones públicas, pasando por querellas ante la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, las que se pronunciaron en pro fueron tan minoritarias que no llegaron a susurro.
—II—
El argumento de González Márquez para solicitar luz verde del Congreso al proyecto de endeudamiento parece válido: ante la sombría perspectiva de que se agudice la crisis económica mundial con que termina el año, y de algunas de sus previsibles secuelas (reducción del consumo, contracción de la inversión privada, recorte de personal en algunas empresas, incremento en los niveles de desempleo...), se requiere la inversión gubernamental en presas, caminos, puentes, aulas, etc., en parte para acrecentar la infraestructura del Estado, y en parte para compensar, al menos parcialmente, la esperada disminución del empleo directo. Ésa sería una forma de aplicar el dinero de los impuestos de hoy y de mañana —cuando haya que pagar los adeudos que ahora mismo se contraigan— al llamado “gasto social”.
—III—
En todo caso, como algunas de las “disposiciones discrecionales” han sido escandalosamente impopulares, habrá que esperar que la experiencia y la coyuntura sirvan para enmendar el rumbo: para esmerarse en que en lo sucesivo no se malgaste un solo peso del erario, un poco por pudor, por vergüenza, por congruencia con la añeja doctrina panista que sostenía que un Gobierno sólo legitimaba su ejercicio si realmente aplicaba al bien común el dinero del pueblo —ganado con tanto sacrificio—... y otro poco por conveniencia...
Después de todo, no debe olvidarse que el que viene será año electoral.
JAIME GARCÍA ELÍAS