La sobrevivencia y la libertad
Al margen de fechas oficiales —que ciertamente son referenciales—, la libertad de expresión consagrada en la Carta Magna de nuestro país es un derecho que debemos de celebrar todos los días, precisamente cuando expresamos nuestra forma de pensar o concebir las cosas, con independencia del medio de comunicación que utilicemos para ello.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha decretado que el 3 de mayo se celebra el “Día Internacional de la Libertad de Expresión”, sin embargo, en nuestro país se llegó a convertir en un “uso y costumbre” el festejo que se hacía año con año en Los Pinos, el 7 de junio, en donde empresarios y el Ejecutivo “celebraban” la Libertad de Prensa, que más bien significaba la ratificación del acuerdo establecido por la autoridad para otorgar publicidad a quienes “atendieran” las sugerencias y necesidades de “comunicación” de las diferentes dependencias del Estado.
El espíritu de sobrevivencia y la responsabilidad de mantener las fuentes de empleo, entre otras razones, se convirtieron en la cuña que el Estado necesitaba para poder informar confiadamente de sus actos —y falta de los mismos—, con la certeza de que nadie investigaría, ni objetaría su dicho.
José López Portillo (+), en un arranque de ira —y en ejercicio de su libertad de expresión— llegó a hacer público lo que todos sabíamos que sucedía desde siempre, que el Estado sólo otorgaba publicidad y algunos apoyos más, a aquellas publicaciones que aceptaban divulgar la información oficial, aunque la libertad de prensa se mantenía intacta para quienes quisieran ejercerla, siempre y cuando no se dañara la imagen gubernamental, so pena de sufrir las consecuencias.
Años idos aquéllos, hoy la libertad de prensa continúa intacta, todos la podemos ejercer, aunque “la mano del Gobierno es implacable con quienes desacatan sus insinuaciones”, la diferencia es que hoy existen más oportunidades en la iniciativa privada —sólo que ésta ya aprendió a marcar las mismas pautas que el Gobierno—.
Con todo y ello, cada día surgen nuevas publicaciones de diferente índole, mismas que tienen que sortear innumerables obstáculos, pero el más difícil de ellos siempre tiene que ver con la posibilidad de contratación de publicidad, porque el espíritu de sobrevivencia no entiende de delicadezas, ni romanticismos.
Pocos cambios
Se tiene documentado que ya en el año 1860 las publicaciones (revistas) tenían una duración de menos de un año, lo que nos deja ver que las cosas no han cambiado mayormente, y aunque eso no debe servir de consuelo, sí se trata de una referencia digna de tomarse en cuenta, en el entendido de que hoy se puede denunciar la corrupción, dejar ver las sirvengüenzadas de los que se aumentan el sueldo y dar a conocer los presupuestos sin precedente que se gastan sin que nadie haga algo al respecto, lo cual ¿es ganancia?
CUAUHTÉMOC CISNEROS MADRID / Presidente de Comunicación Cultural, A.C., Asociación de Periodistas de Prensa, Radio y Televisión.
Correo electrónico: ccmadrid@att.net.mx
Al margen de fechas oficiales —que ciertamente son referenciales—, la libertad de expresión consagrada en la Carta Magna de nuestro país es un derecho que debemos de celebrar todos los días, precisamente cuando expresamos nuestra forma de pensar o concebir las cosas, con independencia del medio de comunicación que utilicemos para ello.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha decretado que el 3 de mayo se celebra el “Día Internacional de la Libertad de Expresión”, sin embargo, en nuestro país se llegó a convertir en un “uso y costumbre” el festejo que se hacía año con año en Los Pinos, el 7 de junio, en donde empresarios y el Ejecutivo “celebraban” la Libertad de Prensa, que más bien significaba la ratificación del acuerdo establecido por la autoridad para otorgar publicidad a quienes “atendieran” las sugerencias y necesidades de “comunicación” de las diferentes dependencias del Estado.
El espíritu de sobrevivencia y la responsabilidad de mantener las fuentes de empleo, entre otras razones, se convirtieron en la cuña que el Estado necesitaba para poder informar confiadamente de sus actos —y falta de los mismos—, con la certeza de que nadie investigaría, ni objetaría su dicho.
José López Portillo (+), en un arranque de ira —y en ejercicio de su libertad de expresión— llegó a hacer público lo que todos sabíamos que sucedía desde siempre, que el Estado sólo otorgaba publicidad y algunos apoyos más, a aquellas publicaciones que aceptaban divulgar la información oficial, aunque la libertad de prensa se mantenía intacta para quienes quisieran ejercerla, siempre y cuando no se dañara la imagen gubernamental, so pena de sufrir las consecuencias.
Años idos aquéllos, hoy la libertad de prensa continúa intacta, todos la podemos ejercer, aunque “la mano del Gobierno es implacable con quienes desacatan sus insinuaciones”, la diferencia es que hoy existen más oportunidades en la iniciativa privada —sólo que ésta ya aprendió a marcar las mismas pautas que el Gobierno—.
Con todo y ello, cada día surgen nuevas publicaciones de diferente índole, mismas que tienen que sortear innumerables obstáculos, pero el más difícil de ellos siempre tiene que ver con la posibilidad de contratación de publicidad, porque el espíritu de sobrevivencia no entiende de delicadezas, ni romanticismos.
Pocos cambios
Se tiene documentado que ya en el año 1860 las publicaciones (revistas) tenían una duración de menos de un año, lo que nos deja ver que las cosas no han cambiado mayormente, y aunque eso no debe servir de consuelo, sí se trata de una referencia digna de tomarse en cuenta, en el entendido de que hoy se puede denunciar la corrupción, dejar ver las sirvengüenzadas de los que se aumentan el sueldo y dar a conocer los presupuestos sin precedente que se gastan sin que nadie haga algo al respecto, lo cual ¿es ganancia?
CUAUHTÉMOC CISNEROS MADRID / Presidente de Comunicación Cultural, A.C., Asociación de Periodistas de Prensa, Radio y Televisión.
Correo electrónico: ccmadrid@att.net.mx