México

Trigo sin paja

Recordemos que en la Guerra Cristera fueron muchos los maestros rurales torturados y desorejados y no pocos los estacados bárbaramente

El fanatismo religioso, como los fanatismos de cualquier índole, es capaz de los excesos más abominables.

Cuenta Alma Dorantes en su libro “Religiones y Sociedad”, que en el municipio jalisciense de Ahualulco, el 7 de abril de 1874 —50 años antes de la Guerra Cristera—, instigadas por el cura Reynoso, más de 200 personas atacaron al misionero protestante John L. Stephens y al converso mexicano Jesús Islas.

El cura Reynoso sentenció desde el púlpito: “El árbol que da malos frutos debe cortarse; den ustedes la interpretación que quieran a estas palabras”.

Y el sentido en que entendieron fue el de ir a cortar de tajo lo intentos de los enviados por la Sociedad Misionera de las Iglesias Congregacionales de Estados Unidos.

En su recuento, la investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia de Jalisco consignó que “el cuerpo de Stephens fue horriblemente mutilado y su cráneo dividido en pedazos.

Las autoridades encarcelaron a varios de los participantes en el crimen. Cinco de ellos fueron condenados a muerte, y el sacerdote instigador ¡quedó libre!

La justificación dada por el cura Reynoso en un sermón dominical posterior, fue que la presencia de los protestantes indicaba el inicio de una nueva dominación, por lo que era necesario un levantamiento popular semejante al de 1810 para sacudirse el yugo de esos nuevos conquistadores”.

Al clérigo se le olvidó convenientemente que Miguel Hidalgo fue excomulgado por la Iglesia Católica y tenido por hereje luterano por haber desobedecido a las autoridades eclesiásticas novo-hispanas.

Recordemos que en la Guerra Cristera fueron muchos los maestros rurales torturados y desorejados y no pocos los estacados bárbaramente.

José Revueltas, en su libro “Dios en la Tierra”, recrea con maestría literaria una de esas estremecedoras muertes.

Son por demás conocidos los juicios inquisitoriales emblemáticos como los cátaros, John Wyclif, Jam Hus, Martín Lutero, Giordano Bruno, Galileo, Hidalgo y Morelos. A los declarados culpables de herejía, la Iglesia los entregaba para ser ejecutados por su brazo secular que fue el Santo Oficio....

¿Acaso nuestra desmemoria es tanta como para ignorar las consecuencias de fanatismos que pretenden retrotraernos a ayeres que debemos considerar como definitivamente superados?

San Agustín, el gran converso, obispo de Hipora en el siglo III de nuestra era, sentenció: “La soberbia no es grandeza sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano”.

“Tu dinero perezca contigo”, le dijo el apóstol Pedro al que quería comprar dones de Dios, hecho que se llama simonía, y que en el orden civil tiene el nombre de peculado.

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