Ideas

* Márquez

Después de todo, el futbol no sólo está hecho de resultados: también está hecho de romanticismo…

Se explica, a partir de esa premisa, el afán de que Rafael Márquez supere la lesión que lo aqueja desde hace meses, que se recrudeció en el reciente partido de la Selección Nacional ante su similar de Costa Rica, y que, como epílogo de la película —el consabido “final feliz”— esté en aptitud de jugar, a mediados del año próximo, en el Mundial de Rusia.

>

* >

Se desea que así suceda, porque Rafa se sumaría al selecto club de jugadores que han participado en la friolera de cinco ediciones de la Copa del Mundo; un club tan selecto —valga la reiteración— que incluye a dos miembros solamente: el mexicano Antonio Carbajal y el alemán Lothar Matthäus, entre los cuales hay la diferencia de que el primero sólo jugó los tres partidos obligatorios de la primera ronda en cuatro de ellos y solo el tercero en el de su despedida, y vivió en ellas más sinsabores que alegrías: una solitaria victoria y dos empates a cambio de diez derrotas; el segundo, a su vez, ganó 17 partidos, empató cuatro y perdió otros tantos.

Del palmarés de Márquez vale subrayar que incluye una extensa colección de títulos: desde los tres que consiguió con el Mónaco, en los primeros años de su exitosa carrera europea, hasta los dos que alcanzó con el León cuando regresó a México, pasando por tres ligas, tres supercopas y dos Copas del Rey con el Barcelona, en España, y tres gallardetes más con el New York Red Bulls estadounidense. >

*

El liderazgo que Márquez ejerce tanto en el Atlas —su cuna como futbolista— como en la Selección Nacional, está fuera de toda discusión. Tanto en su equipo como en el Tri, Rafa hace las veces de un auxiliar del entrenador, que facilita la ejecución de las consignas tácticas dentro de la cancha; alguien que participa activamente en la solución de los problemas específicos que cada partido representa. >

Por contrapartida, es muy probable que Márquez esté pagando ya, al precio de lesiones y las consiguientes ausencias, el tributo que el tiempo, implacable, cobra a todos los mortales.

Después de todo, no es lo mismo “Los Tres Mosqueteros” que “Veinte Años Después”… como no es lo mismo debutar a los 18 años —su caso— que mantenerse vigente a los 38.

Sigue navegando