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El Cid consagrado, borda el toreo con un bravo de excepción...

De los toros con verdad Por FRANCISCO BARUQUI M.

Madrid.- A su término llegó el ferial isidril de este año. No, no fue lo brillante que se deseaba cuando tampoco se esperaba por la confección de carteles, y en varios la selección del ganado a lidiarse.  Por lo menos el Santo Isidro, Patrón de Madrid, a excepción de un solo festejo, respondió a la plegaria quitando el agua y poniendo el sol, aunque el último arrancó con chipi, chipi, el cielo se disipó dejando a la tarde abrirse acabando fría como el tenor del ferial.

Esperaba los toros de Victorino Martín por el compromiso de ser ganadería preferida que cerraba el ciclo. Con hechuras variadas aunque en el tipo de su encaste Albaserrada predominando el pelaje cárdeno, lucieron cornamentas agresivas, de afiladas astas que dan imponencia a ejemplares de proporcionado volumen, con un trapío impresionante los últimos tres, que fueron distintos de lidias pero con el interés que se observa en toros provenientes de esta vacada, toda vez que puedo decir que tuvieron movilidad como contraste de juegos en los que hubo tanto nobleza, como fijeza, embistiendo los más, como también flojedad lo que derivó en falta de transmisión, como fueron el que abrió plaza y el segundo, resultando toreable el tercero y muy encastado el cuarto que sacó complicaciones, siendo el quinto un astado tan flojito como claro que poco a poco se fue viniendo abajo y… Y un impresionante sexto, cornipaso de cuerna, descarado y fino, fuerte, correoso, muy pronto de embestida con bravura y nobleza manifiesta al que había que poderle para lucir que si no… Si no, el bravo de Galapagar se impondría y a ver quién era el guapo que con él la armara… Y vaya torero que se encontró en Manuel de Jesús “El Cid”, que como ninguno sabe a los victorinos hacerlos lucir.

Espléndido el momento profesional en el que está el diestro de Salteras que salió por todas en pos de una puerta grande que se le había negado y que, teniéndola por abrir, al pinchar al tercero y cortar la oreja del sexto, de nuevo se le negó, cuando creo que por lo extraordinaria que fue se le pudo otorgar la otra, empero…

Empero si hay que definir la largueza y el temple, el mando y la hondura del ritmo sostenido en la muleta baja, corriendo la mano arrastrando la tela en la arena marcando tiempos y espacios, pisando el sitio, exponiendo, centrando al toro y centrándose el torero, reponiendo lo justo, sin paso de más ni paso  de menos, conformando la faena con plan… Con trazo… Con estructura… Con intensidad…  Con medida, cogiéndole el son a sus astados empleando muñecas y cintura, muy reunido y acompañando con sabor y torería, define así como lo concibo yo, a un maestro del toreo por abajo acentuando la extraordinaria condición de una mano izquierda de privilegio.

Así… Así estuvo “El Cid” en un tenor de triunfo desde el tercero al que hilvanó series con la diestra, que era el pitón del astado, y que al cambiar a la izquierda bajó el nivel de la faena, lo que no sucedió con el estupendo sexto con el que el relieve fue a más, — con todo y que se veía lastimado de un pie al recibir un pisotón con el capote —, haciéndose del público que le batía las palmas en cada serie con las dos manos y por ambos lados.  Pinchó, sí, pero en el segundo viaje sepultó la hoja entera lo que bastó cortando una oreja, que por el mérito de la obra podrían haber sido las dos, que una faena así ante un toro como el que fue, valían sobradamente el precio de la puerta grande.

Actitud, ambición, afición y determinación por el triunfo justificándose es, con el caudal artístico que atesora con las condiciones que he descrito, lo aseguro, lo que hace que Madrid sea plaza de “El Cid”…

De la actuación de Antonio Ferrera destaco los dos grandes segundos tercios que brindó con los garapullos, mirándose como un banderillero espectacular de condiciones y facultades extraordinarias que encuentra toro en cualquier parte del ruedo, templando en el viaje para llegar a la reunión y clavar muy igualado en sendos cuarteos, como dos pares al quiebro, uno en el centro del platillo y otro en tablas, que le valieron carretadas de aplausos.

Con el primero, un burel que tuvo nobleza pero que no transmitía anduvo en torero como con el cuarto sin remontar.

Y del salmantino López Chávez, poco hay que decir que no sea voluntad y deseos sí, pero marcándose la notoria diferencia del momento por el que atraviesa al no acoplarse ni tener proyección con dos ejemplares que tuvieron claridad y nobleza pero que por la escasa fortaleza no lucieron en más.

Por la faena de “El Cid” el broche de la feria tendrá recuerdo grato, que por lo demás…

Por lo demás mucho qué desear dejó.

Volveré con mis escritos para la de Aniversario, de la que espero, confío y deseo tenga la brillantez que como tenor no tuvo la del patrono madrileño.

Esperando contar con la gentileza y paciencia de mis lectores a fin de que sigan mis letras, se verá y…  Y se dirá.

Correo electrónico: francisco@baruqui.com

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