Cultura
¿Quién va a escribir para nosotros?, cuestionan sus lectores
Las cenizas de Carlos Monsiváis se depositaron en una urna colocada en el Museo del Estanquillo
CIUDAD DE MÉXICO (21/JUN/2010).- “¿Qué vamos a hacer sin ti ‘Monsi’, ahora que te has ido?”, expresó en un emotivo discurso, su entrañable amiga, la escritora Elena Poniatowska. De la solemnidad a la algarabía, del llanto al aplauso, así transcurrió el homenaje que ayer se le rindió en el Palacio de Bellas Artes, al cronista y ensayista mexicano Carlos Monsiváis (1938-2010), fallecido la víspera en la Ciudad de México.
Carlos Monsiváis “era la puntita del alfiler que estaba dándole y dándole; nunca se guardó lo que pensaba”. Con estas palabras, ayer se soltó a hablar Citlalli Martínez, una mujer mayor que, desde las inmediaciones del aeropuerto capilatino, llegó para despedir al autor de Días de guardar.
El cuerpo del escritor Carlos Monsiváis fue incinerado en el Panteón Español. Hasta ese punto lo acompañaron sus familiares, encabezados por su tía Mary, sobrinos y sobrinas, además de la también escritora Elena Poniatowska.
Las cenizas del llamado “El cronista de México” fueron depositadas en una urna que fue colocada en el Museo del Estanquillo, ubicado en el centro de la capital del país.
Despiden al cronista del país
Entre aplausos y gritos de “vivas”, Carlos Monsiváis, fallecido el pasado sábado a la edad de 72 años por problemas respiratorios, fue despedido ayer en una ceremonia realizada en el Palacio de Bellas Artes.
Un día antes, los restos de Monsiváis permanecieron en el interior del Museo de la Ciudad de México, a donde acudieron familiares, amigos, escritores, admiradores y funcionarios para despedir al “maestro Monsiváis”, una de las voces críticas del México contemporáneo.
Ayer por la mañana, el féretro de MOnsiváis fue trasladado en una carroza fúnebre del Museo a Bellas Artes, en un recorrido por las calles del centro de la capital mexicana.
Muchos de sus amigos dijeron que el mejor homenaje al desaparecido escritor era leer sus obras, llenas de lucidez y ácida crítica al poder, pero también inteligente opinión sobre el cine y los sucesos que sacudieron al país, como la matanza de estudiantes en octubre de 1968 o el terremoto que devastó la capital el 19 de septiembre de 1985.
Tres horas estuvo el cuerpo de Monsiváis en Bellas Artes, donde en el último adiós los asistentes entonaron el Himno Nacional mexicano y rompieron en aplausos y gritos de “vivas” al cronista.
Antes de ser llevado el cuerpo a un cementerio para ser incinerado, la carroza fúnebre con los restos de Monsiváis hizo un recorrido por calles del Centro Histórico y dio una vuelta al Zócalo, la principal plaza pública del país, epicentro de grandes movimientos políticos y sociales, recogidos en las crónicas del escritor.
Carlos Monsiváis “era la puntita del alfiler que estaba dándole y dándole; nunca se guardó lo que pensaba”. Con estas palabras, ayer se soltó a hablar Citlalli Martínez, una mujer mayor que, desde las inmediaciones del aeropuerto capilatino, llegó para despedir al autor de Días de guardar.
El cuerpo del escritor Carlos Monsiváis fue incinerado en el Panteón Español. Hasta ese punto lo acompañaron sus familiares, encabezados por su tía Mary, sobrinos y sobrinas, además de la también escritora Elena Poniatowska.
Las cenizas del llamado “El cronista de México” fueron depositadas en una urna que fue colocada en el Museo del Estanquillo, ubicado en el centro de la capital del país.
Despiden al cronista del país
Entre aplausos y gritos de “vivas”, Carlos Monsiváis, fallecido el pasado sábado a la edad de 72 años por problemas respiratorios, fue despedido ayer en una ceremonia realizada en el Palacio de Bellas Artes.
Un día antes, los restos de Monsiváis permanecieron en el interior del Museo de la Ciudad de México, a donde acudieron familiares, amigos, escritores, admiradores y funcionarios para despedir al “maestro Monsiváis”, una de las voces críticas del México contemporáneo.
Ayer por la mañana, el féretro de MOnsiváis fue trasladado en una carroza fúnebre del Museo a Bellas Artes, en un recorrido por las calles del centro de la capital mexicana.
Muchos de sus amigos dijeron que el mejor homenaje al desaparecido escritor era leer sus obras, llenas de lucidez y ácida crítica al poder, pero también inteligente opinión sobre el cine y los sucesos que sacudieron al país, como la matanza de estudiantes en octubre de 1968 o el terremoto que devastó la capital el 19 de septiembre de 1985.
Tres horas estuvo el cuerpo de Monsiváis en Bellas Artes, donde en el último adiós los asistentes entonaron el Himno Nacional mexicano y rompieron en aplausos y gritos de “vivas” al cronista.
Antes de ser llevado el cuerpo a un cementerio para ser incinerado, la carroza fúnebre con los restos de Monsiváis hizo un recorrido por calles del Centro Histórico y dio una vuelta al Zócalo, la principal plaza pública del país, epicentro de grandes movimientos políticos y sociales, recogidos en las crónicas del escritor.