Cultura
Fallece Marco Aldaco
El también pintor, escultor y diseñador tapatío deja una impronta en la arquitectura mexicana de costa
GUADALAJARA, JALISCO (26/FEB/2013).- “La arquitectura es arte y quien no la considere como tal vive en un error”, dijo el arquitecto tapatío Marco Aldaco, quien falleció el domingo por la noche a los 79 años de edad.
Nacido en 1933, Aldaco dejó una impronta en el mundo de la arquitectura mexicana de costa. Le gustaba conocer a quien habitaría la casa que construiría. Introdujo la palapa en sus obras, en las que no permitía que se perdiera el contacto con el sol, la luna y la brisa. Uno de sus primeros trabajos importantes fue la construcción de la mansión para Gloria Guinness, aunque también trabajó para Aristóteles y Jacqueline Onassis, Guillermo Cañedo, Emilio Azcárraga Milmo, entre otros.
“Yo sólo necesito momentos de ocio para que de repente vengan a mi mente chispazos y entonces comience a dibujar con papel y lápiz; viendo un techo, una pared, ahí surge la idea”, afirmó en una entrevista en mayo de 2012, previo al arranque de su exposición El bello arte, que estuvo en la galería Atmósfera.
En dicha entrevista, el arquitecto comentó que si la sociedad tuviera más capacidad de asombro hacia lo bello, “que es toda la gran obra que el Creador nos ha dado, habría un mejor respeto y eso lograría paz en el mundo”.
Sin embargo, también se preocupaba por la falta de oportunidades: “El artista tiene que rascarse con sus propias uñas; vive siempre en la miseria. Sólo hay galerías cuyos fines son únicamente comerciales —unas más que otras—, que subastan piezas en millones de dólares de un artista que ya no está, pero que cuando vivía, lo hacía en la pobreza”.
El arquitecto dejó construcciones importantes dentro y fuera de México. Destacan la Casa “La Cañada”, en Guadalajara; el Recinto Prehispánico Televisa, en el Distrito Federal; “Casa Espinas”, en el Estado de México. Sus obras también descansan en el caribe y en el Norte de África, en donde diseñó para El Sha de Irán.
“Deja un estilo de arquitectura de alta valía”
El arquitecto tapatío Juan Palomar Verea afirma que Aldaco dejó un legado cuyo pináculo es la reinterpretación de los modos populares de construir de la costa y la manera en que fusionó estos elementos con la arquitectura contemporánea, mezcla que produjo obras cargadas de sensualismo y originalidad.
“Era sin duda un gran arquitecto, alguien que logró consolidar un estilo de arquitectura marítima de una alta valía y de una alta originalidad y era un ser humano cálido, simpático, alguien que era generoso con sus enseñanzas y al que sin duda vamos a extrañar mucho”.
Palomar recordó que conoció a Aldaco hace 30 años, cuando él y un compañero de escuela fueron a pedirle trabajo a su despacho que entonces estaba ubicado por Lafayette. El arquitecto les dijo que sí tenía trabajo, pero sólo para uno de ellos. Los compañeros optaron por salir a la calle y jugarse la suerte en un “volado”. Lo ganó el compañero de Palomar, el arquitecto Gabriel Núñez, cuya recompensa al lado de Aldaco “fue definitoria en su vocación como arquitecto y en su manera de hacer las cosas”.
Agregó que Aldaco deja las enseñanzas de apreciar la artesanía y los modos tradicionales constructivos, pero con la idea de saberlos reinterpretar dentro de una clave contemporánea cuyo fin es hacer espacios de gran calidez y de gran sensualidad.
UN PRECEDENTE
Para el arquitecto Jaime Barba, Aldaco es un precedente para todos los jóvenes “porque luego no saben ni cómo definir el estilo de la arquitectura de costa en México, que en realidad es una corriente arquitectónica que ha influido y tiene su importancia alrededor de la gente que se dedica a ella”.
Resaltó que el arquitecto llegó a estar posicionado dentro de los 100 mejores arquitectos del mundo, según la revista Architectural Digest.
“Uno de los aspectos más importantes es el manejo de la arquitectura alrededor del paisaje, cosa que no se venía desarrollando por arquitectos mexicanos en la costa. La integración del terreno hacia la arquitectura obviamente con todo un sentido práctico, que fue el que él desarrolló”.
Nacido en 1933, Aldaco dejó una impronta en el mundo de la arquitectura mexicana de costa. Le gustaba conocer a quien habitaría la casa que construiría. Introdujo la palapa en sus obras, en las que no permitía que se perdiera el contacto con el sol, la luna y la brisa. Uno de sus primeros trabajos importantes fue la construcción de la mansión para Gloria Guinness, aunque también trabajó para Aristóteles y Jacqueline Onassis, Guillermo Cañedo, Emilio Azcárraga Milmo, entre otros.
“Yo sólo necesito momentos de ocio para que de repente vengan a mi mente chispazos y entonces comience a dibujar con papel y lápiz; viendo un techo, una pared, ahí surge la idea”, afirmó en una entrevista en mayo de 2012, previo al arranque de su exposición El bello arte, que estuvo en la galería Atmósfera.
En dicha entrevista, el arquitecto comentó que si la sociedad tuviera más capacidad de asombro hacia lo bello, “que es toda la gran obra que el Creador nos ha dado, habría un mejor respeto y eso lograría paz en el mundo”.
Sin embargo, también se preocupaba por la falta de oportunidades: “El artista tiene que rascarse con sus propias uñas; vive siempre en la miseria. Sólo hay galerías cuyos fines son únicamente comerciales —unas más que otras—, que subastan piezas en millones de dólares de un artista que ya no está, pero que cuando vivía, lo hacía en la pobreza”.
El arquitecto dejó construcciones importantes dentro y fuera de México. Destacan la Casa “La Cañada”, en Guadalajara; el Recinto Prehispánico Televisa, en el Distrito Federal; “Casa Espinas”, en el Estado de México. Sus obras también descansan en el caribe y en el Norte de África, en donde diseñó para El Sha de Irán.
“Deja un estilo de arquitectura de alta valía”
El arquitecto tapatío Juan Palomar Verea afirma que Aldaco dejó un legado cuyo pináculo es la reinterpretación de los modos populares de construir de la costa y la manera en que fusionó estos elementos con la arquitectura contemporánea, mezcla que produjo obras cargadas de sensualismo y originalidad.
“Era sin duda un gran arquitecto, alguien que logró consolidar un estilo de arquitectura marítima de una alta valía y de una alta originalidad y era un ser humano cálido, simpático, alguien que era generoso con sus enseñanzas y al que sin duda vamos a extrañar mucho”.
Palomar recordó que conoció a Aldaco hace 30 años, cuando él y un compañero de escuela fueron a pedirle trabajo a su despacho que entonces estaba ubicado por Lafayette. El arquitecto les dijo que sí tenía trabajo, pero sólo para uno de ellos. Los compañeros optaron por salir a la calle y jugarse la suerte en un “volado”. Lo ganó el compañero de Palomar, el arquitecto Gabriel Núñez, cuya recompensa al lado de Aldaco “fue definitoria en su vocación como arquitecto y en su manera de hacer las cosas”.
Agregó que Aldaco deja las enseñanzas de apreciar la artesanía y los modos tradicionales constructivos, pero con la idea de saberlos reinterpretar dentro de una clave contemporánea cuyo fin es hacer espacios de gran calidez y de gran sensualidad.
UN PRECEDENTE
Para el arquitecto Jaime Barba, Aldaco es un precedente para todos los jóvenes “porque luego no saben ni cómo definir el estilo de la arquitectura de costa en México, que en realidad es una corriente arquitectónica que ha influido y tiene su importancia alrededor de la gente que se dedica a ella”.
Resaltó que el arquitecto llegó a estar posicionado dentro de los 100 mejores arquitectos del mundo, según la revista Architectural Digest.
“Uno de los aspectos más importantes es el manejo de la arquitectura alrededor del paisaje, cosa que no se venía desarrollando por arquitectos mexicanos en la costa. La integración del terreno hacia la arquitectura obviamente con todo un sentido práctico, que fue el que él desarrolló”.