Cultura

Enrique Olmos de Ita y su desinterés

Este dramaturgo hidalguense se desmarca de quienes “manejan el teatro nacional” y ofrece una visión sobre la producción actual

GUADALAJARA, JALISCO (28/OCT/2013).- Enrique Olmos de Ita es un irreverente con causa. O sin ella. Pero con talento. Es dramaturgo, crítico de teatro (La tempestad y Replicante) y narrador; se han montado más de una veintena de obras suyas y eso que es bastante joven (nació en Hidalgo, en 1984), entre sus obras se destacan Inmolacion y Ateo dios, No tocar y Hazme un hijo, estas dos últimas en nuestra ciudad.

“Soy tapatio de clóset y antichilango consumado” señalo en entrevista”, lo cierto es que me interesa su teatro (tapatio) más que ningún otro del país”. En el caso de No Tocar, “mi premisa era escribir sobre el tema más complejo posible en el teatro para niños (el abuso infantil). Hazme un hijo fue un encargo de Susana Romo (actriz) sobre el tema. Mi hermana es madre soltera y me apeteció indagar en esa herida”. Por lo pronto escribe una obra sobre Dios, “cómo explicar a los niños que Dios existe en su imaginación. Quiero escandalizar a los colegios de monjas y similares. A ver que director es el guapo que se atreve. Es un proyecto para Inmigrantes teatro de Tijuana, de momento se cocina”.

Dice disfrutar lo que hace; escribir, dialogar, dar talleres, escribir columnas. Producir no. En esta charla no esconde su amor por la escritura y su desdén por dinámicas del teatro nacional como la propia Muestra.

—¿Qué tan importante es una Muestra Nacional? Es un escaparate finalmente...

—Para mí la Muestra Nacional de Teatro es una soberana pérdida de tiempo y dinero. No le veo ninguna sentido práctico en general; en lo,particular ayuda a adquirir prestigio y nos sitúa en un improbable mapa teatral mexicano que alimenta los egos de una minoría gremial. Si por mi fuera yo la cancelaría y buscaría crear redes y circuitos con los más de veinte millones de pesos que cuesta la invasión teatral a la ciudad.

—¿Cómo supiste que querías escribir teatro?

—Vengo de una familia de artistas. Todos los nietos de mi abuela materna entre los que me cuento nos dedicamos a las artes, excepto mi hermana que es la rara. Fue consustancial. Supongo que de tanto oír teatro, literatura, periodismo, me quedé en esto. Mis primas mayores son actrices, desde niño no me han hecho ningún caso. Creo que escribí teatro para llamar su atención.

—¿Cuál es la función de la crítica teatral?

—La más importante: obtener el registro intelectual de un contexto teatral en su tiempo/espacio. Entender cómo un trozo de ficción se inserta en la realidad(...)

—Eres un dramaturgo con presencia en este momento en el circuito, háblame de tus antecesores, inspiraciones, los clásicos, Welles.. Tu postura frente al universo dramático...

—Diré que me interesa mucho la ciencia moderna más que otra influencia además de Pinter, Ionesco, Shepard y sobre todo los griegos a quienes he leído por placer. Admiró más a Moliere que a Shakespeare, de quien no prefiero sus comedias. He leído en México a Leñero, Olguín y LEGOM, los dramaturgos vivos más importantes de esta tierra, si te refieres a Orson Welles no sé. Yo no sé nada de cine; no me interesa, me produce migraña.

—Al teatro, ¿crees que hay que recuperarlo?

—Si, claro. En especial de un grupo de hampones que lo maneja. Sin la mínima democracia y transparencia. Poco a poco el teatro mexicano se está privatizando.

—¿Cambiaron los modelos de escritura teatral?

—No creo. Si un autor tiene un buen texto, en el formato y soporte que sea la ficción se levantará triangular por encima de la verborrea de los palurdos que anunciaron la muerte de la dramaturgia. Pobres incautos. Cada vez se publica más y mejor teatro, el teatro que más y mejor llega a la gente depende de una buena dramaturgia.        

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