Lunes, 21 de Octubre 2024
Suplementos | Epifanía del Señor

''Unos magos de Oriente llegarán entonces...''

El Evangelio de hoy nos cuenta la fortuna de aquellos que fueron los primeros en reconocer y adorar a Cristo

Por: EL INFORMADOR

Mosaico de la iglesia de San Apolinar Nouvo, en Rávena, donde aparecen los magos de Oriente con los nombres actuales.  /

Mosaico de la iglesia de San Apolinar Nouvo, en Rávena, donde aparecen los magos de Oriente con los nombres actuales. /

GUADALAJARA, JALISCO (05/ENE/2014).- De muy lejos, unos magos, hombres de ciencia, fueron privilegiados, los escogidos para tener las primicias en reconocer y adorar a Cristo, el verbo de Dios hecho hombre, y presentarle sus regalos. Ellos son los representantes de millones de hombres que en estos inicios del siglo XXI todavía no han visto la estrella.

Esta fiesta tiene un hondo sentido misionero; es el reto de llevar la buena nueva a todos los hombres.

Los que han visto la estrella —es decir, los que ya caminan iluminados por la luz de la fe— han de vivir perpetuamente agradecidos con el Señor, por su benignidad, por su misericordia.

Haber encontrado a Cristo supera y trasciende toda dicha.

Muchos, aun en estas altitudes, en esta ciudad, todavía no han visto la estrella. No saben mirar hacia lo alto. Es por la miopía, la cortedad de su visión, pues, además de la pantalla de la televisión, sólo descubren con los ojos de su cara los rostros cercanos. Para ir a Cristo es necesario mirar más arriba, más allá de las cosas materiales, donde empieza y sigue el mundo invisible de la fe.

Un día, tal vez el menos pensado, mirarán la estrella, se pondrán en marcha y encontrarán el auténtico camino, la verdad y la vida.

Ése es Cristo. Y con gozo se postrarán, para adorarlo primero, y después presentarán ofrendas más valiosas que el oro, el incienso y la mirra. Porque de más alto valor es la propia entrega, la generosa actitud de ponerse en las manos de Cristo.

Por esos muchos que no han visto la estrella es la oración de la Iglesia en este día.

José R. Ramírez M.

LA PALABRA DE DIOS


• PRIMERA LECTURA:

Isaías 60, 1-6


“Levántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti”.

• SEGUNDA LECTURA:

San Pablo a los efesios 3, 2-3. 5-6


“Por el Evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo”.

• EVANGELIO:

San Mateo 2, 1-12

“Unos magos de Oriente, entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”.

• La sencillez de Dios

La manifestación de Dios no se fundamenta en lo ostentoso, sino en lo sencillo de todos los días, que no por eso deja de ser extraordinario: un niño nacido de una mujer, envuelto en pañales y recostado en un pesebre, quizás como miles de niños de esa época, así como muchos que en circunstancias semejantes siguen estando.

La sencillez de Dios supera todo actuar humano, pero esto no debe privar su reconocimiento y aceptación: que Dios se nos dé en medio de la sencillez no significa su desprecio o ignorancia; toca a nosotros, como a los magos, reconocerlo, y como a Dios tratarlo.

La sencilla manifestación de Dios, para aquellos magos venidos de Oriente, no obstaculizó que en medio de todos esos signos, algunos ordinarios y otros extraordinarios, reconocieran con toda certeza al rey de los judíos, y que al encontrarlo se postraran en su presencia y lo adoraran. La sencillez de Dios de ninguna manera debe limitar nuestra ofrenda y entrega: si lo hemos reconocido en medio de nosotros, lo hemos de tratar y adorar como lo que es: Dios. Ése es el gran ejemplo de los magos.

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