Sábado, 18 de Mayo 2024
Suplementos | Teniendo y viviendo la auténtica fe, para nosotros todo será posible

La auténtica fe

La fe es un llamado de Dios, y es aquí donde le toca participar al ser humano: en su respuesta

Por: EL INFORMADOR

     Un fenómeno incuestionable que está presente y caracteriza a nuestro tiempo, es la pérdida de la fe en la vida de muchos cristianos, y por lo tanto, suscita el abandono de su vida religiosa y de su participación en su Iglesia.

     Y es que una vida religiosa que no tiene como fundamento una auténtica fe, estará siempre destinada a desaparecer, a morir. La religión cristiana esencialmente es una fe, porque la fe es la fuente de toda la vida religiosa, y no simplemente una aceptación de fórmulas doctrinales, morales y rituales, asumidas como medios de salvación.

     En la vida de fe, es indispensable la participación de Dios y del ser humano. Dios toma la iniciativa: nos busca primero, nos toma en serio, toma en serio nuestra persona, nuestra historia individual y colectiva; por eso nos llama y se compromete con nosotros; más aún, se solidariza con nosotros en su Hijo Jesucristo.

     La fe es un llamado de Dios, y es aquí donde le toca participar al ser humano: en su respuesta a ese llamado; de ahí que es plena cuando se da la respuesta libre del hombre a Dios. De ello surge el diálogo, el encuentro y el compromiso mutuo.

     Veamos algunas causas de dicha pérdida de fe en los cristianos:

     -- Cuando esta fe se ha vivido como refugio de angustias: Los seres humanos acuden a Dios sólo en situaciones de urgencia, pidiéndole auxilio ante un dolor grande, ya sea físico, emocional o espiritual, rogándole por la salud, el éxito, etc., cuando en realidad no se busca a Dios, sino el propio beneficio. Si Él concede lo solicitado, cuando mucho se le agradece; si no, se le reclama y se llega a ofenderle con expresiones irrespetuosas y hasta con blasfemias.

     -- Cuando se ha tenido una fe “al gusto”, “ligera”, al capricho del ser humano, no como Dios la ha querido de parte de sus hijos. El ser humano toma lo que le conviene y rechaza lo que no; por ejemplo, acepta lo que le produce placer, satisfacción, pero rechaza lo que conlleva sufrimiento; cree en el Cielo, mas rechaza la existencia del infierno. Esta manera de vivir la fe ha sido fomentada en mucho por todas esas corrientes de pensamiento, terapias y otras artimañas de la conocida como “New Age” o “Nueva Era”; se cree en un ser supremo, pero no en el Dios que Jesús vino a revelarnos.

     -- Cuando la fe ha dependido de los sentimientos: Es la que caracteriza a aquel humano que responde positivamente a Dios, “cuando le nace”, “cuando anda de humor”; en pocas palabras, dejándose guiar por el sentimentalismo, actuando conforme a éste y no a una convicción firme.

     -- Cuando se ha tenido una fe de “dos caras”: La de aquellos que suelen ser muy religiosos, pero en secreto, nunca en público, ya sea porque se avergüenzan, o porque ponen en riesgo sus intereses personales. Son, sin duda, hipócritas y convenencieros, porque muchas veces ante otros desconocen su fe y hasta la rechazan y atacan, pero eso sí, sin que nadie se dé cuenta.

     -- Finalmente, cuando la fe se ha basado en creencias: Es la que practican todavía muchos católicos. Una fe carente de experiencia de Dios, de vivencias con Él. Suelen proclamar en la Eucaristía dominical, a voz en cuello, el Credo, pero se olvidan de vivir los Mandamientos, especialmente del Mandamiento del amor.

     El Evangelio de hoy nos recuerda precisamente que, teniendo y viviendo la auténtica fe, para nosotros todo será posible. Y ¿en qué consiste la auténtica fe? En creer y creerle a Jesucristo; confiar en Jesucristo; obedecer a Jesucristo; someterse a Jesucristo y depender total y absolutamente de Jesucristo. Convendría hoy preguntarnos cómo está nuestra fe.

     Para concluir, no olvidemos que sin fe, Dios no se hace presente en ningún sitio o circunstancia, y una sociedad sin Dios está condenada al fracaso. Así mismo, que la fe es un don que hay que pedir con humildad; si no lo tenemos, y si ya lo tenemos, hacerlo crecer pidiéndoselo también al Señor, como los apóstoles lo hicieron, según lo consigna, en su inicio, el pasaje evangélico de referencia.

Francisco Javier Cruz Luna
cruzlfcoj@yahoo.com.mx

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