Jueves, 31 de Octubre 2024
Suplementos | Laura Anderson habla del proceso de repatriación de los restos de la sinaloense

Julia Pastrana es sólo Julia Pastrana

Laura Anderson habla del proceso de repatriación de los restos de la sinaloense, luego de más de 150 años fuera de México, y explica las posibilidades de seguir con un libro, una ópera o un proyecto con el colectivo Apparatjik

Por: EL INFORMADOR

PERSONAJE. Julia Pastrana sufría un desajuste hormonal caracterizado por un desarrollo anormalmente importante del cabello y vello.  /

PERSONAJE. Julia Pastrana sufría un desajuste hormonal caracterizado por un desarrollo anormalmente importante del cabello y vello. /

GUADALAJARA, JALISCO (16/MAR/2013).- Los sentimientos o pensamientos que despierta al verla seguro hablan más de quien la mira que de ella misma. La premisa es fundamental para quitar el carácter sensacionalista a la forma en que se le conoce. Julia Pastrana es sólo Julia Pastrana, eso sí, con una historia sensacional. Esa fue una de las guías que llevó a Laura Anderson, artista mexicana, a lograr la repatriación de los restos de Julia, —quien tenía el “síndrome del hombre lobo” y fuera objeto de estudio del Departamento de Anatomía de la Universidad de Oslo desde 1997— que ahora se encuentran en Sinaloa, luego de un proceso que le llevó 10 años a Anderson y demás colaboradores que se sumaron a su causa. Para ella fue, y es aún, un asunto de justicia y dignidad.

Sí, el regreso de Julia Pastrana es gracias al activismo, pero no desligado de la creación. Al final también es una obra de arte para Anderson, quien logró manifestaciones como las 30 mil flores que se recaudaron para la recepción del cuerpo de Pastrana en Sinaloa, en una convocatoria que hizo de manera digital.

Julia Pastrana fue una mujer del siglo XIX que, por sus características físicas, fue objeto de exhibición en ferias y circos. Su cuerpo estuvo en exilio más de 150 años, no se sabe si contra su voluntad, pero tampoco tuvo muchas opciones para decidir, pues la relación que se formaba con ella era la de un objeto de compra–venta. Padecía hipertricosis lanuginosa con hiperplasia gingival, lo que, para hacer comprensible el término, se manifiesta en el aspecto físico de la fallecida, algunos la llamaron La Indescriptible, la “maravillosa híbrido” o la “mujer oso” o “la mujer simio”. De ella se ha escrito mucho y se desconoce más. Pero su historia tocó a más de uno, en particular, a Laura Anderson, quien pensó y sintió por este caso. Lo hizo suyo y ha logrado el desenlace codiciado. Pero, asegura ella, esto apenas comienza porque lo que nos dice está vigente y lo que se haga o deje de hacer hablará más de quien lo haga que de la propia Julia Pastrana.

—¿Qué fue lo que le atrajo del caso de Julia Pastrana?

—Conocí el caso por una obra a la que me invitaron para hacer el diseño visual de los primeros minutos de esa pieza. Pero lo que me atrajo del caso de Julia Pastrana es que ella era una artista y en el momento en que conocí la obra, de hecho todos los que participamos en ella y a la fecha quienes conocen el caso, se sienten muy conmovidos por la historia tan tremenda que tuvo ella en vida y en su muerte; ella estuvo expuesta casi 150 años. Me llamó la atención muchísimo y por varias razones. Ella es artista, lo que Julia representa y los temas a los que ella nos invita a reflexionar son muy importantes y vigentes, que nuestra sociedad tiene pendientes de revisar. Temas de dignidad, derechos humanos, la trata de personas, el abuso a las mujeres, la violencia doméstica, el trato a las personas indígenas, de comunidades, de personas con capacidades diferentes. Entonces me parecía que ella, al no estar sepultada, de alguna manera, su historia seguía viva y nos presentaba un espejo a nuestra sociedad y a nuestro momento para revisar y reflexionar acerca de estas cosas y asumir posturas para activar esas reflexiones. Para reparar algunas cosas que aún nos afectan. Y obviamente el hecho de que ella estaba en una colección con una historia inconclusa, que se mantenía suspendida y que en el proceso se le había arrancado toda su dignidad.

—Y, ¿cómo fue el proceso para organizar todos esos temas en función de que generaran eco luego de un proceso de 10 años?

—Lo primero  era entender la situación. Cómo era que en el siglo XXI podía existir una persona que su historia se dio a conocer dentro de una colección. Es muy diferente un cuerpo que se haya encontrado con tres mil años de edad. Pero en este caso se trataba de una persona que vivió en el siglo XIX. Así que lo primero era entender muy bien las justificaciones que la universidad tenía para mantenerla en la colección, cómo es que había llegado, qué tipo de colección es, cuáles son las justificaciones científicas, legales y morales para tenerla allí. Así comencé correspondencia con la universidad y con la Colección Schreiner.

—¿Hubo algún momento en el que pensara en desistir?

—Todos los momentos fueron difíciles. Desde la primera carta que envié al curador me di cuenta, cuando recibí su respuesta, de que iba a ser un proceso sumamente difícil. Que en mi posición de artista, que había estado en Noruega por invitación de la Office for Contemporary Art, que es un reconocimiento, incluso pues avalada por una institución en Noruega y era miembro del Sistema Nacional de Creadores, entonces tenía cierto perfil que no podían ignorar y a la vez mi perfil como artista seria tampoco les presentaba una amenaza a las instituciones, entonces eso me permitió acercarme de una manera en que no lo habían hecho tras personas, pero de todos modos las primeras respuestas fueron muy claras en que el proceso podía ser casi imposible y muy difícil.

El desistir no lo consideré, pero sí tomaba todas las respuestas como un mapa a seguir. Las respuestas, en general, las consideraba débiles y tenía que contrarrestarlas, argumentarlas, exigir de alguna manera respuestas más asumidas, más claras y también que empezaran a reconocer donde había fallas e incumplimientos, o debilidades en los motivos que argumentaban para mantenerla en la colección. En el inter sentía que tenía que hacer algo por Julia. Empezó esta motivación para llevar a cabo un proceso para restaurarle la dignidad y no seguir bajo el manto de los sufridos, sino empezar a trabajar la vida de Julia. Apoyar una resignificación, para enmendar un pasado y darle otra mirada, análisis reflexión. Provocar acciones para corregirlas. Decidí que mientras trataba con estas instituciones, sumamente poderosas con estructuras muy difíciles de cambiar, tenía que hacer algo por Julia. Tenía la impresión de que ella jamás recibió lo fundamental y básico a lo que todos tenemos derecho: ella era católica y no recibió una misa o una ceremonia para despedirla; supuse que no se le había tratado como persona porque era muy obvio, fue vendida así de la cama, por lo que encargué una esquela en un periódico de Noruega y organicé una misa; hablé con el padre católico de Noruega para hacerle una misa. Fue un gesto para ella, para iniciar una serie de acciones que se relacionaran con ella y sus derechos como individuo. Y también para mí, para sentir que hacía por lo menos, lo que podía mientras sucedía lo otro, lo más importante: su repatriación.

—¿Ha pensado, más allá de los asuntos racionales del hecho, en qué sentimientos la llevaron la emprender esta empresa tan complicada?

—Sí. Son muchos sentimientos, pero uno de ellos es la justicia. Alguna vez ya lo dije en la ceremonia en Noruega y fue: ‘¿Cuál es el objetivo de todo esto? La respuesta es muy clara: que todas las personas, no importando sus condiciones naturales o sociales, siempre deben ser miradas bajo la lógica del respeto, del derecho como condición adherente a cualquier ser humano, incluso y sobre todo, si éste ya no está en condiciones de abogar por sí mismo. Es, en suma, la justicia como rector cotidiano de convivencia’. Creo que el espíritu que me motivó fue la justicia. A pesar de las respuestas que parecían tan negativas y de obstáculos bastante fuertes, que al final de cuentas haya un argumento para defender estos valores. Mi reto era ese: comenzar a formular mis preguntas y mis argumentos basándome en estas realidades que, aunque se tratara de una institución con ciertas leyes, todas éstas están en función de la humanidad y de la sociedad, por lo que obliga a que revisen sus propios manejos.

—¿La postura o la visión de que se trata de un monstruo o un prodigio, se manifestaron en su trabajo por repatriarla?

—Trabajé con muchas personas que fueron asesorándome desde un principio. Me acerqué a filósofos, a antropólogos sociales y forenses, a personas que se especializan en la ética. La mirada de ellos, su postura, siempre fue a favor de la defensa de la dignidad humana, en este caso de Julia Pastrana, era evidente que no había sido tratada de esa manera (…). Pero lo manejé no como si fuera parte de una obra de arte, sino como un trabajo en torno a esta situación de la violación de los derechos de una persona y que sentía que debía empezar por allí, mientras todo lo demás sucedía (…).

En la prensa en México sigue habiendo encabezados como ‘la mujer mono’, ‘la barbuda regresa a casa’. Una cantidad de cosas…  en una actitud de la que no podemos desprendernos. Pero finalmente, de lo que sí podemos estar seguros es que, a pesar de ello, en general la gente ha respondido de una manera muy emotiva, muy positiva. El trato que se le dio en Sinaloa fue sumamente digno. Fueron muchas personas a verlas. Inicié una campaña de donación de flores que tuvo mucho éxito. Y luego hay algunos casos de medios que toman el hecho, con periodista que hablaban de él en un tono más sensible, como con el deseo de promoverlo en sus plataformas porque Julia despertaba todas estas cosas y ella lo sabía.

—¿Qué cree que no se sabe de Julia y debería conocerse?

—Hay muchas cosas que no se saben de Julia e invitaría a una reflexión no de lo que se sabe, sino sobre todo lo que no se sabe de Julia. Ella vivió en Europa y tuvo mucho éxito y esa parte no se sabe mucho. Hablaba varios idiomas, se decía que tres, ahora que estuve en Sinaloa me dicen que no, que eran cuatro, porque ella hablaba el dialecto mayo, entonces son cuatro lenguas. Todo eso es lo que no sabemos de Julia. Comenzar a recopilar esa información servirá para entenderla. Me dicen, por ejemplo, que hay una entrevista que está publicada en alemán. Esa entrevista no la conozco y estoy a la espera de que me manden la información de dónde está ese texto.

—El tema parece que no se agota, ¿cómo vislumbra mantenerlo vigente?

—Me interesa hacer un libro, tal vez un encuentro con filósofos, con antropólogos sociales, con distintas personas de diferentes áreas que han apoyado el proyecto y algunos artistas que puedan reflexionar sobre estos temas y de Julia Pastrana. Me parece que un libro estaría muy bien. No sería una publicación sobre una investigación de Julia Pastrana, a menos de que hubiera alguien en este proceso incursione en una investigación biográfica, que ese es otro tema, a manera de homenaje. Lo otro que comencé en mi estancia en Noruega —en este proceso que se asomaba frustrante, en el que me daba cuenta de la magnitud del proyecto y de la contraparte, sus dimensiones y poder— es que me acerqué a la Ópera Nacional de Oslo para ver si les interesaba hacer una ópera sobre la vida de Julia Pastrana. Les platiqué la historia de Julia, que sí conocían porque ella es muy conocida allá. Les conté que ella estaba viviendo en el sótano de la universidad, les propuse hacer la ópera pero en ese momento, aunque sí les interesó, no querían tocar el tema por obvias razones, era una herida abierta. Pero ahora al cerrarse esa herida, en la que la universidad reconoce su parte como institución, en haberla tratado sin dignidad, que eso fue algo bastante fuerte, en otro momento y con otras personas, hay un interés para hacer esto a manera de homenaje. Tuve una cita con ellos, junto con un colectivo de artistas que son muy conocidos en el mundo, Apparatjik (integrado por un músico de Coldplay, otro de A-ha, uno más de Mew y un productor muy prominente en Europa), ellos hacen performance en museos con motivos y objetivos de conciencia social; bueno con ellos asistí a la junta, ahora quizá surge algo.

—A 10 años de este proceso, ¿cómo trasciende este caso en usted como artista y como mujer?

—Todo lo que ha detonado Julia y su retorno ha rebasado mis expectativas. Estaba enfocada a esto para lograrlo, sin pensar en todo lo que iba a despertar. Me interesaba que el caso despertara inquietudes respecto de cómo son tratadas las mujeres, el tema de la belleza, los derechos indígenas, etcétera, pero todo esto ha ido más allá. Ahora me han contactado personas que están en la misma lucha: en Nueva Zelanda con los restos maorí que se encuentran en colecciones, y muchas personas más. Ahora mismo pienso que me corresponde y es mi deber compartir la historia con quien sea que esté interesado de manera genuina por hablar de estos temas. Sigue bastante abierto y vivo en mi vida. Como mujer ha sido lago muy fuerte haber estado en el entierro. Llegaron grupos de personas con pancartas que decían ‘No más Julias Pastranas’. Personas realmente abocados a la defensa de las mujeres y en contra de la trata de personas. Julia se está volviendo un símbolo de muchas causas.

—Y eso no estaba en el guión…

—Se ha dado naturalmente, aunque sí son esos temas los que me han interesado desde el principio. Pero verlos accionados sin que haya hecho más que el trabajo de haber promovido repatriación, de organizarla y haber formulado el argumento para que se realizara el plan. Creo que ahora Julia cobra su propia vida. Por eso México la recibe con ese mismo entusiasmo porque simboliza muchas cosas y se ha hecho emblemática. En mi opinión ella será un ícono tan conocido como Frida Kahlo. Porque todos estos temas siguen vigentes y pendientes.

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