Lunes, 21 de Octubre 2024
Suplementos | En algún momento el río de San Juan de Dios era el punto más bajo de la incipiente ciudad

Entre cuarentones y veinteañeros

Más de 40 años en una ciudad permite conocer la circulación vehicular

Por: EL INFORMADOR

Nada que ver

Vivir más de 40 años en una misma ciudad nos permite entender cuando una calle “sube” o “baja” a pesar de que la susodicha carezca de desnivel.

Si el sentido vehicular va de Poniente a Oriente, la calle baja, y si es a la inversa, la calle sube, esto por extraño que parezca, resulta simple si hemos vivido lo suficiente en la perla Tapatía.

En algún momento el río de San Juan de Dios era el punto más bajo de la incipiente ciudad, por ello, ir hacia el río significaba bajar; ir en sentido inverso significaba subir, es así de simple; lo que no está nada fácil es entendernos con los veinteañeros que usan un léxico por demás indescifrable.

“Ese bato es bien pasado de lanza” le dice un imberbe mozalbete a otro estacionados en sendos sillones del Starbucks un martes por la tarde. “Supéralo”, le responde el segundo, “no seas looser, lo que pasa es que estás ardilla porque te bajó a tu morra”; “De hecho” le contesta el primero.

Ambos me miran y se mantienen absolutamente ajenos a mi perplejidad, tras complicadas averiguaciones, pude descifrar que un tipo que toma ventaja de otro es un “pasado de lanza”, “supéralo” es utilizado frecuentemente para restarle importancia a algún evento, “looser” o perdedor es un calificativo que se aplican indistintamente hombres y mujeres a la mínima provocación, “ardilla” significa ardido y “bajar a la morra” no es otra cosa que robarle la novia y “de hecho” parece ser una respuesta válida para casi cualquier pregunta.

“Quióboles queso”, “Que pasó con la polecea”, “mala copa”, “súper cool”, “meterse caña”, “que stress” o “vámonos de party” son frases que uno puede escuchar frecuentemente si uno se acerca a los territorios veinteañeros, pero si uno osa preguntarles el significado de tan curiosas expresiones, te puedes ganar un “ni como ayudarte”, “multiplícate por mil” o un drástico “pide un peso y cómprate un amigo”.

Si les explicas cómo expresarse correctamente, te sorrajan un “whatever” y si de plano los llegas a aburrir, no te extrañe que te pidan que te busques un bosque y te pierdas.

“Ubícate ma”, “nada que ver”… le decía una veinteañera a su progenitora en una tienda de ropa cuando ella le ofrecía gentilmente comprarle una blusa que -me quedó claro-, no era de su agrado en absoluto, es que quiero una “súper fashion porque este fin nos vamos a Manza”, explicó sin sacarse la papa de la boca… Por menos, me hubieran puesto como “palo de gallinero” si me hubiera atrevido a contestar a mi madre en ese tono, pero los tiempos cambian y todo parece indicar que hablar en esa forma, es una pandemia a la alza.

“Bueno bye”.

Perdón, casi se me olvida, hablé a la oficina del ingeniero y ¿qué creen? Mi cheque “no salió” y yo que ando “seco de lana”… hasta parezco veinteañero.

RICARDO SANTOS

Tapatío

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