Lunes, 19 de Mayo 2025

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¿Y ahora qué?

Por: EL INFORMADOR


“La resignación es un suicidio cotidiano” (Honoré de Balzac)

Mañana se cumplen los primeros ocho días en el que un río de cientos de miles de personas en todo el país marchamos unidos por un mismo objetivo: “La inseguridad”. ¿Y ahora qué?

Uno de los riesgos de la marcha del sábado es la frustración. Que todas esas personas que llenaron el Zócalo, plazas y avenidas en toda la República se pregunten en las siguientes semanas y meses: ¿Y ahora qué?

Esa marcha, que es expresión del descontento y la desesperación por la falta de resultados en seguridad pública, puede quedarse como se ha quedado por años: sólo en un monólogo. Es la sociedad civil que habla sola. No la escuchan o, si la escuchan, no saben cómo responderle.

El Gobierno dejó pasar la oportunidad de responder el 1ero. de septiembre. (No lo entiendo, lo tenían programado a través de un mensaje televisivo). Dejó pasar la oportunidad de tenderle la mano a esa población que es su aliado natural, pero puede dejar de serlo. Porque en efecto, los que se manifestaron son aliados naturales del Gobierno que encabeza Felipe Calderón. Lo son, porque quieren el rescate de México, y no destruirlo, como amenazan López Obrador, Muñoz Ledo y Camacho Solís. Lo son porque exigen que el Gobierno funcione, y no que se caiga; porque quieren orden y seguridad, no caos ni violencia.

Los líderes políticos de las mayorías pacíficas no están respondiendo a la intensidad del reclamo de sus aliados. Del otro lado, del que quieren que aumente el deterioro del país para quedarse con el poder, sí tienen mensaje y saben qué hacer: tomar el Congreso, bloquear aeropuertos, llenar el Zócalo con enemigos del Presidente, la noche del 15 de septiembre.

El derecho a tener una opinión propia probablemente es la base de cualquier derecho humano. “Porque significa que al otro se le reconoce como persona, capaz de reflexionar y de expresar sus ideas. Un Estado digno de ello no se plantea ni siquiera si entrar o no en un proceso de solución (negociación) en caso de un conflicto interno. Simplemente no es Estado si no entra en un proceso de resolución del conflicto, porque pierde la base fundamental de su existencia: ser un instrumento de convivencia.

La razón por la cual no se llega a una solución en caso de conflicto se debe en su mayoría a una posición fundamentalista de una de las partes. El fundamentalismo es la exigencia de sometimiento a una doctrina establecida, a unas ideas fijas o unas reglas (leyes) que se consideran por encima del respeto a los derechos humanos (el derecho a opinar). La parte fundamentalista suele ser la parte que más instrumentos de movilización de masas tiene, porque puede permitirse el lujo de ignorar al otro en aras de salvar al pueblo.

Un Estado que no es capaz de resolver un conflicto durante décadas es un Estado fracasado, donde unos pocos prefieren la violencia para mantener sus privilegios y cuotas de poder.

CARLOS CORVERA / Analista político.
Correo electrónico: corveracmx@hotmail.com

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