Jueves, 25 de Abril 2024

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“Votar o no votar...” (II)

Por: EL INFORMADOR

ENTRE VERAS Y BROMAS              

La tronante declaración del ex secretario de Gobernación, Santiago Creel, en el sentido de que la iniciativa de varias organizaciones no gubernamentales y de simples ciudadanos, de promover la anulación del voto en las próximas elecciones, es “una convocatoria anticívica que contradice a la democracia”, podría ser un ejemplo perfecto de la “declaración bumerán”; es decir, la que se revierte contra quien la emite...

Si cívico es lo que corresponde a los ciudadanos, nada más cívico que recoger el malestar generalizado y dirigir a los vividores de la política un mensaje implícito por demás elocuente: “Alguno de ustedes va a ganar, pero quienes invaliden sus votos les estarán echando en cara que los próximos gobernantes podrán ser legales, porque lo harán merced a la mayoría de los votos emitidos..., pero no serán legítimos, porque un porcentaje (ya se verá cuan significativo) de los ciudadanos los habrá descalificado y repudiado de antemano”. Y si por democracia se entiende el sistema político favorable a la intervención del pueblo en el gobierno, nada más democrático que corresponder, colectivamente, el día de las elecciones —el único día en que el ciudadano, con una crayola en la mano, es omnipotente—, al desprecio y el desdén que los gobernantes demuestran, el resto del tiempo, hacia el pueblo.

—II—

Hay quien propone: “No anulemos el voto; votemos contra los partidos cuyos candidatos han sido ineficientes y deshonestos en el desempeño de los cargos públicos”... Muy bien. ¿Cómo rayos, si se puede saber, se vota “contra” tal o cual partido?... Votar implica, necesariamente, favorecer a alguien. Incluso, al votar por los partidos “chicos” —rémoras de las campañas— se les da respiración de boca a boca, porque de eso precisamente piden su limosna: de las migajas de los votos que se caen de la mesa de los grandes, para alcanzar el irrisorio 3.5% del total de votos emitidos y así conservar el registro.

—III—

Planteaba el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara, otra opción: votar... aunque sea “por los menos malos”. Sin embargo, además de que ningún candidato parece tener por dónde el diablo lo deseche, ¿es verdad o no que, ya en los cargos públicos, todos cobran, lucran, medran, etc. como si fueran aptos para el desempeño de sus cargos?...

(Mañana, por higiene mental, trataremos de concluir con este tema).

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