Miércoles, 04 de Diciembre 2024

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Visión y decisión

Por: EL INFORMADOR


La deficiencia educativa es la más perversa actitud sobre pueblo alguno. Las aterradoras cifras de uno por cada tres mexicanos carentes de instrucción básica, son apenas el botón de muestra respecto al largo camino por recorrer para provocar un cambio radical en la población, su comportamiento y real mejoría de nivel en la vida.

Deficiencia e indiferencia

El pasado Día del Maestro, marcado en el calendario escolar como el reconocimiento a los mentores, se convirtió en el punto de partida a la exigencia de mayores prestaciones que sin ser injustas desde el punto de vista humano, tampoco implican su cabal devengar en el ejercicio de la que debiera ser la más noble de todas las tareas: educar.

El maestro ha dejado vacante el sitio noble y digno de reconocimiento del que hablara Cantinflas en una de sus películas, como antes lo soñó José Vasconcelos al crear la Secretaría de Educación Pública, o el diseño del trabajador en la apologética figura del obrero de Vicente Lombardo Toledano.

El gis y el pizarrón de aquellos años están sepultados bajo las cenizas de un magisterio indiferente a la responsabilidad social que implica la educación. A cambio, los liderazgos son instrumentos de gobierno al servicio político, encubiertos por el imperativo, la manipulación imprescindible de la corrupción.

Lejos estamos de alcanzar los niveles deseados de prosperidad, porque lejos quedamos día a día de los sistemas de instrucción con el empleo de tecnología acorde a los requerimientos contemporáneos. Computadoras de auxilio a instructores son los métodos modernos con menos personal, pero ampliamente capacitado, en lugar de miles y miles de hombres y mujeres en quienes existe sólo el lucro propio del manejo político a cambio del voto inmisericorde.

El grito por la educación es un alarido en la inmensidad de un mar infestado de intereses generadores de compromisos en una intrincada maraña de lucro y conveniencia ciega que hunde al país en la ignorancia. Los decenios han pasado con el discurso de la “educación” con aprecio a la construcción de aulas y mejoría económica de los empleados al servicio del sector. Los resultados están de manifiesto, expuestos con permanente cinismo y festejos.

Como en nuestras clases de historia recordamos festejando las derrotas; la educativa es la más lamentable. Patéticas resultan las comparaciones recientes con China o India, y no vale el esfuerzo de ver al vecino del Norte, hacedor de tecnología con espacios para mexicanos como fuerza laboral doméstica a cambio de chatarra automotriz y prácticas de nintendo.

A esta realidad se reduce el escenario creado por el sistema educativo del que no se ve salida a distancia menor de 25 años.

Dios nos guarde de la discordia.

CARLOS CORTÉS VÁZQUEZ / Consultor en comunicación.
Correo electrónico: sicpm@informador.com.mx

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