Jueves, 19 de Junio 2025

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Una pequeña historia

Por: EL INFORMADOR

Ayer... y hoy

“Es digno de memoria y quizá nunca antes visto...”, con esas palabras, en el ayer, el jesuita Miguel del Barco, quien duró más de 30 años como misionero en la Península de Baja California, dio cuenta de un hecho insólito que le tocó presenciar entre los indígenas a su cargo; en el hoy, utilizando esas mismas palabras, narraré también algo fuera de lo común que frecuentemente se está dando en nuestra ciudad y que por desgracia está degradando la vida en Guadalajara: la proliferación de antros, cantinas y centros de vicio.

Aquí la historia: Hace 55 años (días más, días menos), el ingeniero Enrique Ladrón de Guevara puso a la venta el fraccionamiento llamado originalmente “Las Américas” y que hoy es conocido como el fraccionamiento “Ladrón de Guevara”; del Oriente hacia el Poniente comprendía desde la avenida Las Américas hasta la avenida López Mateos. Cumplía con todos los requisitos que las autoridades exigían; donó terreno para templo, para escuela y para jardín, un camellón que corría de la avenida Las Américas hasta la avenida López Materos, pero además de lo que el reglamento exigía, el ingeniero por su cuenta pedía otros requisitos a quienes queríamos adquirir algún lote; que fuera para casa habitación, ser familia honesta y de arraigo en la ciudad y etc., y etc.

Pasó el tiempo, llegó al Gobierno un nuevo partido político y con ello... el desbarajuste: lo que era jardín el camellón desapareció, ahí se construyó un edificio para renta, se cerraron calles, entre ellas la de Agustín de la Rosa, y las cuadras siguientes se vendieron ¿se vendieron? para casas particulares, pero con el afán de lucrar más y obtener más dinero para aumentarse los sueldos, los funcionarios actuales (que siguen siendo panistas) destruyeron el edificio multifamiliar pese a la oposición de sus moradores, desaparecieron el cine, la farmacia y edificaron otro edificio que rentaron para oficinas de Hacienda, ésta se cambió y lo rentaron para una agencia de automóviles, también fue ocupada por el Poder Judicial de la Federación y el Consejo de la Judicatura, así como un juzgado federal, y como sigue el afán del dinero, se sigue y se siguen otorgando permisos, y en lo que era una zona habitacional pacífica y apta para vivir, hoy proliferan tendejones, bodegas, estéticas, puestos de tortas ahogadas, ta
males, tacos y birrierías, pero el colmo es a lo que quería llegar: en el mismo edificio donde funcionan los juzgados federales, a la vista de magistrados y jueces, tan sólo barda de por medio, como si estuviéramos en Las Vegas, en Estados Unidos, a todo lujo, hace un mes abrió sus puertas un “gran casino”, un lugar de apuestas y multitud de máquinas tragamonedas, frente al casino se apoderaron de la calle Eulogio Parra para estacionamiento, tienen valet parking, mesas y sillas en el banquetón y personal uniformado para introducir de día y de noche a los clientes que seguro no saben lo que se dice en Las Vegas, en Estados Unidos: “Si quieren ganar, pongan un casino”, ya que son los únicos que nunca pierden, siempre ganan.

ADOLFO MARTÍNEZ LÓPEZ / Escritor.

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