Jueves, 19 de Junio 2025

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Trigo sin paja

Por: EL INFORMADOR

Temas para reflexionar

Se equivocan de plano las mentalidades rígidas que han constreñido el término de lo moral a una moral sexual —de normas y principios muy discutibles— y que inclusive han teñido con ello el mundo de lo religioso, concretamente del cristianismo, hasta deformarlo y hacerlo depender muy principalmente de una cierta y obligada actitud ante lo sexual que ha favorecido graves represiones psicológicas, con sus consiguientes reacciones contrarias (el destrampe): Todo regido por una especie de enorme cinturón de castidad que enclaustra la mente y la vida. Como si en el sexo y todo lo que con él se relaciona, estuviera la clave para medir el bien y el mal. Como si el concepto “pecado” encontrara ahí su más clara y explícita definición. No es así, desde luego, pero así se ha entendido durante siglos para desgracia de nuestra conciencia común, subyugada y distorsionada.

Solitarios, recónditos, envenenados de letargos y alucinaciones, así suelen verse los adictos a las drogas como sombras transeúntes por las calles, como tropezándose con ellos mismos. Cautivos de sus vicios, paulatinamente van dejando de ser ellos mismos. Desvencijados, lívidos, esclavos sin voluntad, han arribado al vacío de un mundo subvertido en oscuro tránsito por los vertederos del subconsciente, podrida la inteligencia, deshecho en andrajos el talento perdido. Los siervos de la drogadicción han transitado por la escala ascendente de vicios mayores, desde el “carrujo” de mariguana, hasta la taza de opio que consumen en tugurios orientales. Antes, han conocido los efectos adictivos de la cocaína sostenida en la hoja de una navaja y los trances enajenados de la heroína. Sus cuerpos lacerados están tatuados por los pinchazos hipodérmicos de la morfina. Temblorosos y sonámbulos, suelen vérseles por las calles dando tumbos y caer. Son tristes espectros que han defeccionado de la vida.

En sus últimos días, Don Quijote de la Mancha volvió a ser un hombre normal después de todos sus excesos y conocidas locuras. El poeta Rubén Bonifaz, compañero de generación en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, compuso al respecto un soneto. En sus últimas tercetas dijo:

Hoy, opaco y desnudo aquí reposa.

Pasión, batallas, todo queda en poco:

una cama de enfermo, un mal recuerdo.

Es, pero no es él mismo. Triste cosa.

Perdió el lujo de haber vivido loco,

en la miseria de morirse cuerdo.

La peor de las tristezas del hombre al envejecer, es la soledad profunda y sin remedio que la muerte va cavando en torno de cada uno de nosotros, llevándose algo de una vida que va convirtiéndosenos en una cada vez más solitaria sobrevivencia. Dichosa la edad en la que llegan los amigos. Y terrible aquélla en la que van yéndose y empezamos a vagar en noches interminables por nuestra galería de espectros y recuerdos.

El gran arquitecto tapatío Luis Barragán escribió: “Que en casas y jardines se escuche el plácido murmullo del silencio”.

FLAVIO ROMERO DE VELASCO / Licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras.
Correo electrónico: r_develasco22@hotmail.com

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