| Trigo sin paja Por: EL INFORMADOR 17 de octubre de 2008 - 23:00 hs ¿Tiene nuestra deficiente educación reinante la culpa de que la cultura sea un lujo prescindible para la mayoría de la gente? Desgraciadamente la cultura es un reducto de minorías, razón por la cual la educación anda como anda. Pero la educación no puede suplir por sí sola lo que anda mal en las familias, en los medios de comunicación y en las costumbres y usos de la sociedad moderna. Parte de la culpa la tienen también los hombres y las mujeres de cultura, que desde el ámbito de las capillas intelectuales miran desde las alturas con desinterés el amplio mundo de los indoctos sin hacer el menor esfuerzo por llegar a ellos para interesarlos en acceder a estratos superiores de preparación. Una vida cultural rica no es imposible por razones prácticas en el mundo frenético de nuestros días. Acaso lo que falta es disposición y capacidad para concebir nuevas formas y planes educacionales que motiven y estimulen a las nuevas generaciones. En el corto plazo se apreciarían los frutos. El teólogo Malbene, en la revista de la Universidad de Leyden, escribió: “Dios es amor, pero las religiones no. En vez de unir, separan, y al reclamar cada una la verdad, todas contienen en sí mismas la semilla de la discordia, y aún del odio. Un ateo bien educado es menos peligroso que un creyente fanático. Es imposible suprimir la idea de Dios, pero si hemos de creer en Dios, creamos en Él razonablemente”. Gengis Kan fue el ogro de las narraciones que durante mucho tiempo aterrorizaron a los adultos europeos, el Anticristo que encabezaba las hordas enviadas por Satán desde Mongolia. —¡No son hombres! ¡Son demonios!—, clamaba Federico II, rey de Sicilia y Alemania. En realidad Europa estaba ofendida porque Gengis Kan no se había dignado invadirla. La había despreciado por atrasada, y había preferido el Asia que conquistó y en la que fundó su enorme imperio, que se extendía desde la meseta mongola hasta la estepa rusa, pasando por China, Afganistán y Persia. La mala fama se trasmitió a todos los miembros de la familia Kan. Sin embargo, su nieto Kublai Kan, a los esporádicos europeos que llegaban hasta Pekín, los agasajaba y los escuchaba. El mercader y explorador veneciano Marco Polo fue uno de ellos en el siglo XIII, que llegó a China (que él llamaba Catai) por la ruta de la seda. En su libro “Los Viajes de Marco Polo” narra su increíble hazaña. La sola acumulación de años no es necesariamente sinónimo de sapiencia y cordura. En nuestros días de enajenación y exhibicionismo, muchos ancianos suelen comportarse, si no como adolescentes, sí como jóvenes cuyas excentricidades acaso puedan disculpárseles en razón de la edad. La vejez no otorga por sí misma madurez. El movimiento juvenil de París de 1968, antecedente del nuestro en el mismo año, con ingenio audaz y expresivo, en todas las calles fijaron estas palabras: “Desabotone su cerebro tan a menudo como su bragueta”. FLAVIO ROMERO DE VELASCO / Licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras. Correo electrónico: r_develasco22@hotmail.com Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones