Viernes, 18 de Abril 2025

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Ruido

Por: EL INFORMADOR

ENTRE VERAS Y BROMAS               

Hipótesis. Rumores. Especulaciones. Infundios. Agravios...

Lo que en un primer momento fue ruido —el estallido de una granada en pleno centro de Morelia, en el momento culminante de la ceremonia de “El Grito”—, antes de que las esquirlas alcanzaran a un centenar de personas inocentes, causaran la muerte a siete luego —serían ocho— y causaran heridas, algunas incapacitantes o deformantes de por vida, a decenas más...; lo que comenzó siendo ruido, decíamos, de ruido ha tenido su secuela... y en ruido, al parecer, está en vías de resolverse.

—II—

A nivel de ruido (“sonido inarticulado y confuso, más o menos fuerte”, lo define la Real Academia) se quedaron las airadas reacciones de los funcionarios que aportaron lo único que tienen: una extraordinaria habilidad para hacer declaraciones, más con la lengua que con el cerebro. Del ruido no pasaron las bravatas en el sentido de que la maquinaria investigadora se pondría en marcha de inmediato. Otro tanto sucedió con la baladronada de que el brazo de la justicia alcanzaría, sin falta, a los criminales. Lo mismo puede decirse de los calificativos que se colgaron a los autores de los atentados: las etiquetas de “cobardes”, “asesinos”, “miserables” y demás llenaron espacios en los medios; en el terreno del esclarecimiento de los acontecimientos, en cambio, tuvieron el mismo impacto que en la conciencia de los aludidos: cero absoluto.

El remolino de palabras alcanzó dimensiones de tifón, al menos, al pasar por la Cámara de Diputados. Parlamento (lugar donde se habla) al final de cuentas, la pomposamente llamada “primera tribuna de la nación” sirvió para que la espiral de ruido insustancial —valga el pleonasmo— alcanzara, ahí, dimensiones colosales. Diatribas, epítetos e invectivas estuvieron en barata durante la comparecencia del secretario de Gobernación y del procurador general de la República. Los compañeros de bancada felicitaban a los oradores de la jornada del martes en San Lázaro, después de sus respectivas —elocuentes, contundentes, demoledoras...— intervenciones; poco faltó para que los sacaran en hombros, como a los toreros, con las orejas de los funcionarios interpelados, como trofeos, en las manos.

—III—

Colofón: muchas palabras... y ningún paso —que se sepa, al menos— que nos aproxime a la verdad.

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