Martes, 17 de Junio 2025

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Raro oficio

Por: EL INFORMADOR


Imaginemos que un individuo desea obtener un pasaporte. Debe de llenar un formulario con varias preguntas y respuestas: nombre del padre, de la madre, profesión...

— ¿Profesión, por favor?

— Verdugo.

El preguntador se queda pálido de la impresión. Pero hay muchos países poderosos y civilizados que necesitan de un “trabajador” que realice esa faena, porque allí existe la pena de muerte y ésta hay que aplicarla de vez en cuando.

El verdugo debe estar muy bien enterado de su oficio: horcas, fusilamiento, veneno, guillotina, silla eléctrica, inyección letal, garrote vil.

Ha de practicar. No conoce al hombre al que ha de aplicar su oficio, es un desconocido, pero muy malo que ha asesinado a varios por diferentes motivos y ahora lo va a asesinar a él un hombre desconocido que dicen cumple con su oficio.

Ya hemos visto el mal gusto de la televisión cuando sucede uno de estos monstruosos espectáculos. Aparece la camilla con correas donde amarrarán al reo, el hombre que empuña la inyección letal (nunca nos muestran su rostro) y los invitados al caso, gente de orden, periodistas, etc., que tienen el valor de contemplar la escena espeluznante. Yo cierro los ojos o cambio de canal. Me parece una bestialidad. Ese hombre de la camilla no ha hecho ningún daño al verdugo y éste lo mata honradamente. Es su oficio. Por eso le pagan, recibe un sueldo, mata por dinero como su víctima hizo.

Es éste un tema del que yo no quería ocuparme, pero todos los días los medios informativos hablan de él. Yo estoy contra la pena de muerte en todos los casos. Se ha dado la triste realidad de que a veces la justicia equivocada ha sentenciado a la última pena a un inocente. Lo matan, descubren la equivocación y... “Usted perdone”.

Pero hay más. ¿En qué medio se movía el asesino sentenciado? ¿Está enfermo para hacer esos crímenes? ¿Comía todos los días? ¿Veía la riqueza de otros y vivía su miseria? Son casos de curación, de educación, de saber gobernar. El verdugo es un empleado público, el juez que sentencia, otro. ¿Qué sentirá al poner su firma en el documento que manda al otro mundo al hombre que ha delinquido?

No creo yo que en México se imponga esta pena. Descendería nuestro país a los sótanos más bajos del mundo.

Hablando de este inhumano tema nos han puesto los ejemplos de países en los que no existe la pena de muerte y hay pocos crímenes, y los países que sí practican ese castigo y hay asesinatos frecuentes.

Y para entender estos casos fijémonos en la política que rige en cada lugar, en la educación de sus habitantes, en la economía que mueve a sus familiares y descubriremos que allí donde todos comen y estudian y trabajan, no asesinan y nos dan lecciones de cómo debemos vivir.

GABRIEL PAZ / Escritora.
Correo electrónico: macachi809@hotmail.com

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