| Prosperidad Por: EL INFORMADOR 28 de marzo de 2009 - 23:00 hs Mi vecino Juan sale de su casa poco antes de las ocho de la mañana. Va contento al trabajo. Sabe algo de las noticias del mundo, pero no mucho porque lo entristecen. Se ha enterado que por todos los países hay gente sin empleo. “¿Cómo lo harán para seguir viviendo?”, se pregunta Juan. Pero no piensa más. Ese no es su caso, pues tiene un buen puesto en la “Fanypu” (Fábrica de alimentos naturales y puros). “Eso bien hace falta” -se dice imaginándose los alimentos rivales cargados de preservativos químicos que dañan la salud. “Además -continúa su pensamiento- el Gobierno anuncia nuevos puestos de trabajo, claro que, por otro lado continúan los despidos y... sumando y restando, el resultado da que cada día hay más ciudadanos sin trabajo. “¿Cómo harán para seguir viviendo?”. El día era bello, soleado, templadito. Cantaban los pájaros y Juan también se puso a cantar. Cuando estaba a unos pasos de la fábrica, notó algo raro. Grupitos de compañeros conversando. Unos cartelones en la puerta y unos policías que prohibían la entrada. Juan se acercó a los cartelones y leyó que el negocio había quebrado, que si la globalización, la Bolsa de Valores. No entendía más que acababa de quedarse sin empleo y que les darían una minúscula compensación. Por el momento la Fanypu era como si no existiera. ¿Cómo hacer para seguir viviendo? Juan iba a saberlo. Buscaría otro trabajo. Leería los anuncios de empleo de los periódicos. Limpiaría zapatos. Cantaría en los autobuses de pasajeros, enseñaría a leer... No eran chambas con grandes ganancias, además tenía dos hijos en colegio de paga. Sus compañeros hablaban, pero no decían nada de interés, estaban como él. Ya pensaba que la esposa se echaría a llorar cuando supiera la noticia. En esto estaba cuando unos hombres vestidos de caballeros bajaron de un elegante automóvil y tomaron la palabra en tono muy alto. - Tenemos chamba para todo el que quiera trabajar con nosotros. Los despedidos de Fanypu se miraron unos a otros. “Vamos”, se dijeron. Los hombres vestidos de caballero se los llevaron a una mansión, los invitaron a sentarse y les explicaron que sólo tenían que llevar paquetes, muy disimulados a los Estados Unidos y Europa. Que era una operación secreta y que a ninguno le importaba lo que llevaban dentro. Que ganarían una cifra de ensueño por cada viaje y... Muchos se apuntaron. Juan no. Olía en el ambiente un perfume muy raro. Se dijo: “Es droga”. Y se fue a su casa. Contó a su mujer lo sucedido y lloraron los dos. Juan era un hombre honrado. Con sus escasos ahorros se compró una guitarra y se pasó los días cantando de autobús en autobús. O en la calle. No le iba mal porque cantaba bien, y acababa de recibir una invitación para cantar en la televisión, en unos anuncios de crema de belleza y juventud. Tiene porvenir. No hay mal que por bien no venga. GABRIEL PAZ / Escritora. Correo electrónico: macachi809@hotmail.com Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones