Viernes, 13 de Diciembre 2024

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Otra comedia de equivocaciones

Por: EL INFORMADOR


En días pasados, como si fuera poco para lo que nos está sucediendo, la aguerrida periodista Carmen Aristegui desató una nueva y hasta cierto punto, inédita tormenta política, porque en una entrevista reciente que hizo al ex presidente De la Madrid, y a éste, como se dice vulgarmente, “le sacó la sopa”, al confesar secretos inviolables de cómo funciona el sistema político mexicano, de acuerdo con las reglas precisas sustentadas en la “política  a la mexicana”.

Pero en realidad nada dijo de novedoso, porque la opinión pública y el pueblo en general, con esa suspicacia que le es innata, conoce muy bien los artilugios de la política mexicana, y cómo se accede al poder, en donde en un primer plano se ubica el tráfico de influencias políticas, el control de los cotos de poder que son en realidad los grandes electores. De aquí se desprende ese apotegma diáfano y conciso que señala fría y drásticamente que el pueblo no elige, ni decide; sólo acata y “aguanta vara”.

La democracia, el poder del pueblo y para el pueblo, sigue siendo una ilusión, con la salvedad de que el elegido por los grandes electores, simple y sencillamente, porque en el caso del ex presidente De la Madrid, como en otros casos similares, todo va de acuerdo con los intereses del dedo poderoso del gran capital, de las grandes transnacionales y en última instancia requerirá el Vo.Bo. de la República Imperial, porque sin su reconocimiento, todo se volvería un Gobierno de facto.

Lo dicho por De la Madrid no es nada nuevo, o si lo expresó de una u otra forma. El busilis de la cuestión estriba en que lo haya expresado un ex presidente, caso que nunca había sucedido en la vida del México contemporáneo, porque los ex mandatarios tácitamente habían hecho mutis, de tal modo que el pueblo y la opinión publica lo sabe, lo deduce, lo colige, porque una declaración así es tabú, es una regla inviolable, se diga como se diga, o se interprete como se interprete, porque ahí reside la norma de oro del presidencialismo en México; no hay reelección, pero el presidente saliente tiene la opción de proponer —que no elegir, por lo antes señalando— a su sucesor.

En este caso, el juicio de la historia y la voz del pueblo determinarán si un régimen gubernamental cumplió con sus compromisos, y si el pueblo fue partícipe de esos beneficios, por lo que significa identificación del pueblo con el Poder Ejecutivo.

El Gobierno, dicen los politólogos, debe constituir la representación personal de la acción que corresponde por ley y doctrina al Estado, como entidad autónoma para ejercer el poder en beneficio de la comunidad.

Por otra parte, la corrupción y el peculado son inherentes a la condición humana. En última instancia, nada se resuelve con lo dicho por don Miguel, y superada semejante sorpresa, el hombre de la calle, Juan Pueblo, y demás que lo acompañan, lo consideran como una comedia de equivocaciones en donde campea, al fin y al cabo, lo que para Jacinto Benavente es un acto más de ciertos intereses creados.

MANUEL LÓPEZ DE LA PARRA / Periodista.
Correo electrónico: loppra@economia.unam.mx

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