| Mi museo Por: EL INFORMADOR 16 de mayo de 2008 - 23:00 hs Creo que todos tenemos en nuestra casa algo que podemos llamar “museo”. Son cosas que en su tiempo tuvieron un valor generalmente sentimental y que conservamos aunque pase el tiempo y no nos acordemos de ello. Con esto de la revisión o limpieza que estoy haciendo en mi cuarto ¡La de cosas que me han aparecido, cosas antiguas que me han parecido nuevas! Pero, además, en uno de los lados de un librero he pegado postales, fotografías y recortes de periódico. Esto sí que es un verdadero museo: el retrato de don Lázaro Cárdenas; el de Plácido Domingo; el castillo o pirámide de Chichén Itzá; “La Sagrada Familia” de Murillo; “Las Meninas” de Velázquez y, en lugar principal, mis padres y hermano y paremos de contar. Casa, pedacito de este museo tiene su propia historia. Ahora me detengo en el genial cuadro velazqueño, en el cual el personaje principal es esa niña rubia, la infanta Margarita, guapa como una muñeca de lujo, con un vestido amplio y su melena dorada. Vemos cómo sus damas la sirven, la atienden, la miman. Detrás el famoso pintor plasma en su lienzo moviendo los pinceles con cariño esta escena, pues esta damita era la preferida del artista. Prueba de ello son los cuadros que siguieron después y van mostrando cómo la niña va convirtiéndose en mujer y perdiendo esa belleza infantil para enseñarnos cómo los rasgos del pragmatismo de los Habsburgo iban dominando su rostro. Muchos de esos cuadros llegaron a las cortes de Europa, para que los príncipes casaderos se fijaran en la joven infanta. El papel de las hijas de los reyes de entonces era casarse con un hombre de sangre real, esto llevaba al grave problema de la consanguinidad, todas las familias reales eran parientes y muchos de esos matrimonios contaban entre su prole hijos defectuosos en muchos aspectos. Margarita, la niña guapa de “Las Meninas”, fue elegida muy joven por el emperador de Austria, Leopoldo, quien por causa de los arreglos familiares era su tío y su primo. ¡Margarita, a tener hijos! el viaje de Madrid a Viena debió de ser algo terrible, por la distancia y los medios de transporte. Y llegó por fin a la capital del imperio. Hubo fiestas. Admiraron su juventud y la belleza que aún le quedaba. Pero no iba a Austria por fiestas ni admiraciones, sino por la obligación de dar descendencia al trono imperial. Casi una niña y tuvo el primer hijo que murió pronto. El parentesco de los esposos y el atraso en el cual se hallaba la medicina de entonces eran como enemigos de la vida principesca. La emperatriz Margarita tuvo seis hijos más. Imaginar su vida en Viena con ese deber suena a tragedia. Hasta que ella murió a los 22 años, madre de siete hijos muertos. Quedó para siempre en “Las Meninas” pintada cuando nadie sabía su destino, cuando podía jugar con su perro y sus enanos. Hay un cuento de Oscar Wilde que me parece se titula “La Infantita” y cuenta que siendo niña, como salida del cuadro de Velázquez, uno de sus enanos se enamoró de ella. El enano era feo contrahecho como el mismo Velázquez nos lo muestra en otros de sus cuadros, era un pintor demócrata que lo mismo pintaba a reyes que a plebeyos. Un día ese enano, que llevaba en el corazón la imagen de Margarita, al bajar por unas escaleras se halló frente a un espejo que le mostró toda la fealdad de su defectuosa figura. Casi murió de dolor el pobre enano. La infanta nunca lo supo. GABRIEL PAZ / Escritora. Correo electrónico: macachi809@hotmail.com Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones