Martes, 23 de Abril 2024

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Por: EL INFORMADOR

ENTRE VERAS Y BROMAS              

¿Sabía usted que los mexicanos —¡quién lo dijera!— tenemos fama... de solemnes?

Si se aludiera a lo impuntuales, informales —en la acepción de incumplidos, irresponsables—, desordenados, anárquicos o violentos que somos, nos quedaría una excusa: “Usted disculpe, señor: es que lo traemos en los genes”... Pero, ¿“solemnes”...?

—II—

En lo que se nos sube y se nos baja el rubor, habrá que explicar que eso lo dijo —mejor: lo escribió— Juan Cruz (“El País”, Madrid, XII-4-08) en su crónica de la inauguración de la Feria Internacional del Libro (FIL). “Los mexicanos —afirma— son muy solemnes: cada acto de cierta relevancia tiene un presidium (así lo llaman, como en la URSS) que se compone de al menos ocho personas, algunas de las cuales, por fortuna, no abren la boca...”.

Se dirá que el evento lo ameritaba. Es más: que lo exigía... En descargo nuestro habría que decir que, en compensación, la FIL es un marco muy propicio para exhibir otra peculiaridad de los mexicanos: la proclividad al barroquismo, en la acepción de tendencia a mezclar elementos o ingredientes contrastantes.

Ese afán de revolver el agua con el aceite explica “ocurrencias” tales como la de poner en un mismo “panel”, por ejemplo, a Fernando Savater, escritor español, con Fher, vocalista del grupo Maná. O a Arturo Pérez Reverte, novelista y periodista, también español, con “Los Tigres del Norte”.

(La tendencia no es novedosa. Hubo un tiempo en que los intelectuales mexicanos —“whatever that means”— se declaraban admiradores de Bibi Gaytán. Después la “catafixiaron” por Gloria Trevi).

Evidentemente, esas “micheladas” intelectuales tienen, como se dice modernamente, “poder de convocatoria”. O como se decía antes, “imán de taquilla”. O sea que vende... Lo de menos es que nunca queda claro a qué sabe el resultado de poner en la coctelera esos ingredientes, agregar hielo frappé, agitar... y servir en vaso “chocomilero”.

Si es para facilitar el proceso de la lectura —el menos popular de los deportes nacionales—, vaya y pase. Sería lamentable, en cambio, si sólo se tratara de una manera de banalizar o trivializar —por no convocar a la cita al verbo prostituir— la literatura.

—III—

Colofón: Y después de la FIL... ¡ay, qué solos se quedan los libros!

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