Sábado, 14 de Junio 2025

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Marranos

Por: EL INFORMADOR

ENTRE VERAS Y BROMAS             

El mensaje que se  tomó la molestia de dejar José Luis Hernández Yáñez a manera de despedida, luego de una breve estancia en Guadalajara, sería ofensivo si fuera calumnioso; es decir, si careciera de veracidad. Pero como no es el caso y sí, en cambio, se trata de un diagnóstico puntual, sincero, muy probablemente realizado con espíritu constructivo, resulta simplemente vergonzoso...

—II—

Éste (con mínimos retoques de carácter gramatical... y, en todo caso, matizando, por respeto al estómago del amable lector que conserve la costumbre de acompañar el primer café de la mañana con la lectura del periódico, algunos detalles innecesarios, pero sin desvirtuarlo en absoluto) es el texto del mensaje:

“Vengo de la ciudad de Querétaro, a la cual regresaré mañana... gracias a Dios (...). Ha sido una experiencia no muy grata estar en esta ciudad, ya que es un enorme basurero. Realmente da pena ver todo el centro de la ciudad lleno de basura, y del mercado llamado ‘San Juan de Dios’, ni hablar: qué cosa más indignante. Creo que es el establecimiento más grande de América de esas características, y también así de grande es el basurero. Hay excreciones humanas por todos lados. En las escaleras y por todos los rincones, los olores fétidos son notorios. Se siente una gran vergüenza. En el área de  fondas, igual: los olores de guisos, mezclados con otros no tan agradables; las cocineras, desaliñadas; las barras, sucias. En cuanto a los precios, son muy altos para un lugar popular. Qué vergüenza que promuevan este mercado como un sitio turístico mundial. Si no lo pueden limpiar, deberían demolerlo. Los invito a Querétaro y a que hagan una comparación. Perdón si ofendo a alguien, pero digo la verdad...”.

—III—

So pretexto de la celebración de los Juegos Panamericanos de 2011 en Guadalajara, la actual administración municipal está empeñada en “rescatar” el llamado “centro histórico” de la ciudad. Se abre, pues, un plazo perentorio de dos años para revertir los patrones de conducta de los habitantes de ésta que se preció de ser “ciudad limpia”... o para resignarnos a que sus visitantes se lleven la convicción de que Guadalajara está habitada —¡y gobernada, no faltaba más...!— por marranos (peyorativamente hablando, por supuesto).

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