| Mal ejemplo lingüístico Por: EL INFORMADOR 4 de mayo de 2008 - 23:00 hs Es cierto que el lenguaje puede considerarse un producto social derivado de convencionalismos, basados en reglas que en materia gramatical, de semántica y de definición misma de las palabras, puedan establecer organismos como las academias de la Lengua. Las palabras gozan de códigos especificados para la utilización de algunas de ellas con determinados fines concretos, por ejemplo, las llamadas malas palabras o groserías buscan agredir y ofender verbalmente a alguien; llamar la atención con el uso rotundo que se le dé a ciertas palabras, por ello mismo llamadas malsonantes, según ese acuerdo social establecido; aunque hoy en día también es demostración de la precariedad del léxico que se maneja. Es inadmisible que un gobernante que tiene como una de sus misiones constituirse en referente para la sociedad a la que gobierna, caiga en el recurso fácil de denostar a sus adversarios a través del insulto, mediante groserías en un acto público. Pero ello no justifica que diarios, estaciones de radio y televisión se rasguen las vestiduras criticando al gobernador y repitiendo las mismas groserías, un día sí y al siguiente también. Los mismos medios informativos que se escandalizan por las groserías del gobernador, desde hace tiempo han abusado en notas, cartones, caricaturas, pies de foto y artículos editoriales del mismo lenguaje soez que le condenan al gobernante con justa razón. Ello provoca un efecto antipedagógico terrible para la niñez y juventud, que han asumido por ello como normales las palabras que en ese convencionalismo social sirven como groserías. Hasta hace poco era impensable que alguien en presencia de una dama manejara palabras o giros soeces; hoy incluso se pone de moda que señoras y señoritas manejen lenguaje que haría sonrojar a un carretonero o a un albañil. Se afirma que en los inicios del virreinato fueron algunos monjes los que inventaron algunas de las groserías del vocabulario popular, para evitar las blasfemias, tan socorridas en España o Italia. Sin embargo, aun existiendo este tipo de dichos agresivos o vulgares, el orden social establece que debiera limitarse su expresión a determinados momentos y circunstancias, y no sean palabras y frases a decir sin ningún tipo de recato en cualquier circunstancia o reunión. Hoy en día estamos viendo cómo la buena educación en el lenguaje es inclusive ridiculizada por algunos personajes con influencia en los medios de comunicación social, quienes se jactan en vulgarizarlo en películas nacionales o extranjeras, programas de televisión, incluso infantiles, emisiones radiofónicas, libros y periódicos. Las palabras tienen sus significados y contenidos precisos, y en ese sentido el uso de palabras que denotan agresión, humillación o insulto a aquél a quien se vierten, mantienen dentro del lenguaje esa significación específica, que sin embargo, algunos emplean indistintamente sin ninguna clase de recato, como si fuesen palabras de uso común, dada esta moda de pretendido naturalismo en su uso, que no acaba siendo sino señal de pésima educación, pobreza de lenguaje y recursos comunicacionales y de absoluta falta de consideración y respeto hacia los demás. JUAN DE LA BORBOLLA R. / Catedrático universitario. Correo electrónico: jborboll@up.mx Temas Gobierno del Estado Emilio González Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones