Miércoles, 24 de Abril 2024

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Los influyentes

Por: EL INFORMADOR

Los sistemas políticos en desarrollo aún viven del poder que tienen los influyentes. Es el privilegio de tener, de pertenecer a una oligarquía y sentir la capacidad de conseguir lo que se desea, a base del poder y el dinero. Es lo que usualmente se dice, tener palancas. El que las tiene prospera, el que no, se puede quedar hasta sin chamba.

Vivimos una política sustentada en los partidos que aglutinan a los más influyentes. Los mismos grupos que dirigen son capaces de dar o quitar candidatos, según su muy particular punto de vista. Los influyentes tendrán su diputación, regiduría o en su caso una oportunidad para contender al Gobierno del Estado.

No es nada difícil darse cuenta que el poder se lo reparten los que más influencia tienen. Y por tanto, es usual que sean los amigos, los de más confianza, los parientes, los recomendados y hasta los compromisos e intercambios, los que acaben recibiendo los beneficios del dinero y el poder.

En realidad, todavía vivimos una incipiente democracia sustentada en las influencias.

De hecho, se puede afirmar, que también tenemos empresarios que prosperan, sí, sólo si tienen un alto grado de influencia.

Los que tienen forma de acceder a los departamentos de compra de las instituciones de Gobierno, de seguro recibirán el privilegio de ganar las licitaciones o de encontrarse con la información confidencial que les permitirá ser el agraciado proveedor.

Los capitales sustentados en el poder de la influencia no generan innovaciones, ni aportan nada al desarrollo tecnológico, suelen centrar su esfuerzo en obtener mejores utilidades. De hecho, muchos nuevos ricos son los que sorpresivamente obtienen sustanciosas ganancias, debido a sus oportunas relaciones.

Hay empresarios que aprovechan sus relaciones en el Poder Judicial, en Hacienda o en el Seguro Social para sacar ventajas propias de su nivel. Un cheque extra, un regalito o una llamada por teléfono, pueden hacer que la balanza se incline a su favor. La justicia y la equidad no importan. El influyente es el que acaba ganando.

El progreso de una nación no se puede sustentar en una oscura política social, regida por el influyentismo. Es algo que se tiene que erradicar de raíz, especialmente en los sectores estratégicos para nuestro desarrollo.

No queremos partidos políticos que cierren sus puertas a candidatos sin influencias, pero sumamente capaces. Partidos que acomodan a los militantes más influyentes y dejan en la banca a los que no tienen “buenas relaciones”.

El poder es para los mejores hombres, no para los mejor ubicados.

Basta de una política para los privilegiados por sus influencias.

El capitalismo de los influyentes no es un verdadero camino del progreso, beneficia a unos cuantos y no a los mejores.

La justicia y las leyes tienen que ser respetadas, igualmente por todos.

La ley tiene que acabar con todos esos sucios privilegios y dar sólo cabida a los que se comportan con respeto a la equidad.

La riqueza y el poder deben someterse al fin último de la justicia.

Por un Gobierno sin influyentes.

GUILLERMO DELLAMARY / Filósofo y psicólogo.

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